A partir de los años ochenta, el Departamento de Estado norteamericano diseñó un plan de terrorismo solapado para América Latina, mediante el cual, primordialmente serían utilizados elementos criollos para derrocar regímenes adversos a sus intereses.
Regímenes que serían a la vez definidos como “antidemocráticos”, “irresponsables”, “violadores de los derechos humanos”, enemigos de la libertad de expresión” y “muy pocos transparentes”, “permisivos con el narcotráfico” o declaradamente “narco-Estados”.
El arma fundamental de este terrorismo solapado sería llevado a cabo por los medios de comunicación. El plan consistiría en el desarrollo de un idiotismo brutal mediante programas de entretenimientos, películas de terror, video-juegos, pornografía y toda clase de engaños a través de los programas informativos.
Para reforzar estos engaños, y darles carácter legal y humanitario, se inundaron a todos los países latinoamericanos de ONG´s y agentes de organismos internacionales dependientes de la CIA. Es así como miles de camisas de fuerzas “legales” con sedes en Washington se colocaron por encima de las Poderes más sagrados de cada una de nuestras repúblicas.
Se convirtieron estas organizaciones en verdaderos asedios a nuestras instituciones y comenzaron a disparar sin contemplaciones para provocar caos, desestabilización de las instituciones, impunidad y un total descrédito de nuestra justicia.
El caballo de Troya más atroz en todas estas arremetidas ha sido la OEA con su CIDH.
El soporte primordial de estas bandas del terror han sido la SIP y la Iglesia católica. Desde la época de Reagan, el Vaticano y la CIA vienen trabajando coordinadamente en contra de todos los movimientos revolucionarios en América Latina.
En todos los actos de terrorismo coinciden Iglesia y elementos de la ultraderecha en nuestro continente, incluso con los horribles asesinatos de sacerdotes y del obispo Óscar Arnulfo Romero, obispo de El Salvador.
Es por ello por lo que medios de comunicación surgen en América Latina como los más firmes soportes del sistema capitalista: el monopolio que imponen los partidos tradicionales, las fuerzas empresariales, las cúpulas eclesiásticas y las fuerzas de ocupación concentradas en ciertos estamentos militares dominados por la oligarquía.
Estas redes íntimamente dependiente de las transnacionales, del poder económico norteamericano. La idea de democracia que se le exigió a América Latina tenía que ser dependiente de una libre empresa totalmente controlada por los intereses del imperio del Norte.
James Petras nos habla del aumento creciente de agentes no elegidos como principales actores en la toma de decisiones en las actuales democracias. Agentes que actúan sobre la macroeconomía, sobre las macro estructuras sociales y sobre todos los aspectos que afectan la vida de los ciudadanos.
¿Quien eligió a la CIDH, por ejemplo, para imponer sus criterios sobre nuestro Tribunal Supremo de Justicia y defender a horribles delincuentes como Eligio Cedeño, María Lourdes Afiuni, Raúl Isaías Baduel, Nelson Mezarhane, Guillermo Zuloaga, Manuel Rosales, Nixon Moreno, los comisarios Simonovis, Vivas y Forero, y los autores intelectuales del crimen en la persona del fiscal Danilo Anderson, entre otros tantos delitos cometidos contra la soberana nación de Venezuela?
Pues la eligió el Departamento de Estado norteamericano y su sentido de lo que debe ser democrático o no, en este mundo.
En los últimos meses han arreciado desde la CIDH todos los ataques a nuestro país, y con el sólo fin de torpedear las próximas elecciones del 7 de octubre.
Es por principio de soberanía por lo que urgentemente debemos salirnos de esa bazofia intervencionista llamada CIDH.
jsantroz@gmail.com