La vergonzosa paradoja de Noel Rodríguez y Julián Conrado

La Revolución Bolivariana se caracteriza, como ninguna otra en la historia, por estar cargada de curiosas paradojas que ponen en entredicho su esencial caracter transformador. La paradoja se define como una idea o fenómeno opuesto a lo que se considera como el sentido común o la opinión general en determinadas circunstancias. Podría enumerar un buen inventario de ejemplos al respecto: la burguesía parasitaria manipula y especula con el régimen cambiario, pero no hay hasta ahora ningún importador o comerciante preso o procesado; se pregona la participación y el protagonismo de las mayorías, pero en la práctica las autoridades constituidas (alcaldes, gobernadores, etc.) terminan imponiendo su voluntad; mejora el índice de calidad de vida en vivienda, salud, educación, alimentación, etc, pero sube también el de la criminalidad; aumenta la cantidad de viviendas por el plan de construcción que adelanta el gobierno bolivariano, pero se encarecen los precios de manera exorbitante en el mercado inmobiliario... En fin, no señalo lo anterior a modo de crítica sino para ilustrar la complejidad en la que nos toca avanzar, en un proceso donde, por determinadas condiciones internacionales y económicas que no elegimos, coexisten las diversas y conocidas formas de existencia capitalista, en lucha con las nuevas expresiones sociales y productivas de cambio hacia el socialismo. Existe el poder popular como embriones organizativos y política de las fuerzas revolucionarias, en pugna con la casta burocrática y el estado que heredamos de la VI República. Nos toca, construir la sociedad del futuro con las “armas melladas del capitalismo”. Debemos avanzar hacia la transformación, usando los mecanismos de la democracia liberal burguesa. Pocos compatriotas entienden estas antinomias y se hunden en la apatía y el desencanto, cuando no en una especie de inercia militante partidista que los lleva a perder su capacidad crítica, siguiendo directrices no pocas veces reaccionarias producto del pragmatismo cupular, olvidando que, pese al innegable liderazgo providencial del Presidente Chávez, es en las grandes mayorías oprimidas donde ha residido la potencia trasformadora de esta revolución.

Hago la anterior introducción para aterrizar en el caso del compañero Julián Conrado, que ya esta cerca de cumplir dos años encerrado por el estado venezolano. De todas las paradojas que pudieramos encontrar en el proceso revolucionario criollo, esta es la más absurda, la menos explicable o justificable. Lo digo porque la mayoría de las antinomias de nuestra revolución existen en virtud de leyes históricas y sociales inmanejables, a no ser luego de mucho tiempo y esfuerzos para torcer el rumbo de las condiciones históricas objetivas. No sucede así en el Caso Conrado, pues su liberación depende de una simple decisión humanitaria del estado venezolano con suficiente soporte legal, que sería de inmediato refrendada por miles de personalidades, sectores y organizaciones que han expresado su solidaridad hasta el cansancio con el cantor preso.

Recientemente se ha activado la investigación en torno a los luchadores masacrados, torturados y desaparecidos en las décadas de los 6O y 70. Incluso, se aprobó la ley Ley sobre Desaparecidos Políticos en el período 1958-1998. Se encontraron los restos de Noel Rodríguez y hace poco se apresó a los supuestos responsables de su desaparición y asesinato. Confieso que me entró un fresquito de satisfación al enterarme de que el abominable torturador y asesino Manuel Tirado Tirado, ex-agente de la Disip y de funesta recordación para toda la vieja izquierda, está siendo procesado. Tardó nuestro gobierno 14 años en comenzar a saldar la deuda, pero más vale tarde que nunca.

Hace poco, los restos de Noel fueron homenajeados solemnemente en la Asamblea Nacional. Allí, el compañero Fernando Soto Rojas dio un emotivo discurso, recordando y denunciando los atropellos de la barbarie puntofijista. Hago esta reflexión: ¿Los guerrilleros son buenos y heróicos solo cuando están muertos? El camarada asesinado, no era un monje franciscano, sino un subversivo que desarrollaba acciones ilegales (como Julián Conrado), un guerrillero en ejercicio de la lucha armada (como Julián Conrado), militante de una organización proscrita (también como Julián Conrado), la para entonces marxista-leninista Bandera Roja, hoy reducida a excrecencia política, a ser el peor rinconcito maloliente de la MUD (me cuesta razonar la payasesca figura de Puerta Aponte, sentado al lado de la gente de AD y COPEI, otrora asesinos de sus conmilitantes). Cierto que el cantante ademas de coplas con la guitarra soltaba plomo con el fúsil, pero no era para echar flores que portaba un fierro el camarada Noel cuando fue detenido (http://www.vtv.gob.ve/articulos/2013/01/19/cuerpo-de-noel-rodriguez-fue-hallado-en-nicho-del-cementerio-general-del-sur-8069.html ) No se entienda condena alguna al compañero venezolano en mis líneas, sino, más bien, un reconocimiento a la legitimidad de la insurgencia política de los pueblos contra la injusticia, sea en Venezuela, Colombia o cualquier lugar del planeta: eso principalmente fue lo que honró el acto de la Asamblea Nacional y es, no tengo la menor duda, la mejor manera de rendir homenaje a Noel y consolar a sus familiares y amigos (si es que hay algún consuelo posible).

Cuando reflexionamos sobre los gobiernos colombianos y los venezolanos de la época puntofijista, es fácil concluir que los atropellos represivos que hoy pretendemos saldar en Venezuela no son comparables a los del hermano país. Actualmente hay en Colombia más de 7000 presos por causas políticas; nunca, ni siquiera en la dictadura perejimenista, hubo en nuestro país esa cifra. Las fosas comunes o desaparecidos, en el país hermano ya superaron largamente el número de las bestiales dictaduras de Chile y Argentina. En la Venezuela de los años 60, los desplazamientos de población por la represión antiguerrillera fueron relativamente limitados y en zonas específicas, en Colombia son cerca de 3.000.000 los que han tenido que abandonar sus hogares a causa de la guerra. Pese al oprobioso recuerdo de los presidentes adecos y copeyanos, fueron unos niñitos de pecho cuando se les compara con el demente Alvaro Uribe. No resto importancia a lo sucedido en nuestras tierras: una sola víctima en la lucha por la justicia, en cualquier parte del mundo, merece la condena y denuncia más enérgica. Solo quiero llegar a la conclusión de que si Noel Rodríguez merece todo nuestro respeto y recuerdo por su vida heróica, tanto igual merece el compañero Julián Conrado y en razón de eso debe estar libre, ¿o es que los guerrilleros son “buenos” solo cuando están muertos? Si Noel tuvo motivos (como personalmente creo) para alzarse en armas, tantos o más los tuvo el camarada Julián, que hoy permanece tras las rejas. Es una paradoja vergonzosa entonces que, mientras al luchador asesinado se le rinde un merecido homenaje en la Asamblea Nacional, el cantante permanezca preso en la Venezuela bolivariana, en violación clara, además, de las normas legales de todo el proceso jurídico.

Me permito seguir, a riesgo de causar incomodidad, desmenuzando la paradoja. El compatriota Alí Rodríguez Araque acaba de publicar un libro que contiene parte del anecdotario de su vida guerrillera como dirigente del PRV. La publicación fue recibida con gran beneplácito y buenos comentarios sobre su pasado por quienes le admiramos. Pero ¿porqué hasta ahora, habiendo ocupado relevantes cargos en el gobierno y en la Dirección del PSUV no se ha pronunciado sobre la detención de Conrado? Lo mismo vale para el veterano luchador Fernando Soto Rojas, otro miembro de la Dirección del PSUV y antiguo dirigente de la OR. El viejo ex-guerrillero se lanzó el discurso de orden el día del homenaje a Noel; su pasado subversivo, por el que anduvo huyendo de las hordas policiales a salto de mata, le agregaron la contundencia de lo vivido a sus palabras. No habla paja pues, el compañero Soto. No es retórica y sabe lo que dice. Intuyo, por el respeto que le tengo, que sabe en el fondo, este viejo compañero, la injusticia que se comete con Conrado. Pero... ¿porqué no lo ha dicho de manera pública? Esta vez la paradoja podemos entenderla de esta forma: En casa de herrero, cuchillo de palo. O los guerrilleros “buenos” son los nuestros, así como “malos” los de afuera. O son unos bichos terroristas hasta que terminan siendo ministros o presidentes de la Asamblea Nacional. O a Caldera y el puntofijismo hay que denunciarlo, pero complazcamos a Santos. O sea... Tienes razón Conrado, pero igual vas preso.

Camaradas Alí Rodríguez y Fernando Soto, miren el retrato de Julián Conrado: se verán ustedes mismos 40 años atrás. Se que, con lo años y por la ley de la gravedad, las caras se arrugan y los cojones se aflojan, pero, a la inversa, hagán también este ejercicio de conciencia: véanse al espejo, ¿no está Conrado allí, con una sonrisita pícara, lanzándoles un guiño? Hasta me parece estar escuchando el perturbador y jodedor reflejo cuando dice: “¡A carajo mis Comandantes...! ¿Y me van a echar esa vaina? Ustedes allá, libres y en la crema; yo aquí, jodido y preso... ¿No dizque eramos internacionalistas pues y la lucha es una sola desde el Río Bravo hasta el confín de la Patagonia? ¿Será que los de Turbaco nacimos pendejos o qué?” Por el espejo de la conciencia, pudieran pasar tambien Julio Escalona (hoy Embajador Alterno en las Naciones Unidas), Carlos Lanz y, porqué no, ¡hasta el mismo Diosdado !, entre otros de un numeroso grupo de legionarios que se alzaron en armas contra la democracia burguesa, que hoy son vara alta en el gobierno y no dicen ni pío sobre el asunto, o cuando pían, argumentan la injusticia contra el camarada colombiano, como hizo Escalona en un desafortunado artículo.

Valga el emplazamiento, mis queridos viejos comandantes. Lo hago, justo por admirarlos tanto. A Julián Conrado, mis mejores deseos de paciencia, que yo espero, calmadamente, escucharle en la calle las canciones que compone ahora en el encierro. Afuera lo esperamos muchos, luchando por su libertad, enredados en tantas paradojas.

arturoramos1970@gmail.com

 

 

 



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Arturo Ramos


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