No sé cómo tomar lo de la amnistía a unos presuntos “políticos”, si en broma o en serio. Leí a mi profesora de Ética y Legislación de Prensa, y, la lógica, me indica que hay un camino desviado por esos lados.
En una –políticamente sabrosa – conversación con el camarada Guillermo Mejías, nos remontamos a los años sesenta, años candela en los que si había una guerra entre políticos revolucionarios y quienes manejaban una conducta disfrazada de política democrática, pues el amo siempre fue otro, el mismo que tildó de loco a Simón Bolívar, es decir, la Derecha estadounidense.
Me decía Guillermo –varias veces custodiado por la Digepol, por decir una palabra diplomática que nada tiene que ver con la tortura- que si algunas extrañas conductas estaban pidiendo amnistía por Simonovis, por qué no pedían amnistía por los familiares de los asesinados en la avenida Baralt ese mes de abril, no solo el once sino días después también. Pero hay un planteamiento que me hizo Guillermo Mejías, que tiene una validez política nacional extraordinaria y que lo doy a conocer al país :
¡Tráiganos al ex Alcalde Alfredo Peña y le damos amnistía a Simonovis!
Es un planteamiento válido, porque definitivamente Peña debió haberle dado órdenes a Simonovis y a los demás oficiales que participaron en la conspiración para derrocar a Chávez. Es un terreno que los expertos en inteligencia saben la manera como ocurrió. La Derecha, espero que mi profesora de Ética lo entienda, no tiene maneras de explicar cómo soltaron –después de arrestarlos- a los francotiradores que iniciaron la masacre en la avenida Baralt. Por eso es que uno se pregunta, ¿En qué lugar ubicamos a la ética?
¿De cuál ética hablamos?
En los sesenta la guerra era clara y de frente y los revolucionarios de izquierda padecieron bastante y mi profesora de ética sabía lo que estaba pasando, pero aquellos, esos jóvenes de los años sesenta, fueron y son personas decentes, luchadores por el ideal bolivariano y no entregados al imperio por dádivas que no duran mucho en los bolsillos.
Les digo a los lectores que la conversación con Guillermo Mejías fue sabrosa –políticamente hablando- porque su casa y la de sus vecinos contiguos, fue una casa de comunistas, donde hasta los padres estuvieron presentes en la lucha revolucionaria y eso lo saben Pompeyo y Teodoro, hoy sujetos del lado antirrevolucionario, pese a que militaron en la lucha revolucionaria. Por eso no es bueno escribir fantasías al estilo de Hollywood, intentando vender verdades fabricadas.
Lee el siguiente blog: wwwpertinentes.blogspot.com (Premio Aníbal Nazoa/2010) Mención Opinión)