Han dado muerte a uno de los nuestros. Muerte cobarde, de emboscada, de asesinos despiadados con la ventaja del anonimato y de la sorpresa.
La derecha fascista escogió la víctima entre los líderes más queridos y más respetados de los colectivos del "23 de Enero". Al líder consecuente, trabajador, con muchos dolientes. Con este asesinato pretenden pisotear el compromiso revolucionario, la identidad plena con el proceso bolivariano, la honestidad y la firmeza de principios. Quisieron matar en Juan Montoya la noble valentía de los luchadores comprometidos con una patria nueva, justa, solidaria. Quieren que la justificada indignación que provoca esta muerte se desborde en venganza, haga de la ciudad un caos y sus calles sean regadas de sangre. Anhelan que la rabia salte los diques.
Se equivocaron. La madurez política del pueblo organizado sabrá desenmascar y castigar a los asesinos. Se sienten fuera del alcance de nuestros ojos y de nuestras manos; pero, el pueblo sabrá exigirle a las instituciones nacientes el cese a la impunidad, el cerco a los conspiradores y la aplicación de todo el peso de la ley sobre quienes, aliados a la conspiración internacional, pretenden sepultar los sueños y el derecho a una patria democrática, libre, soberana, justa.
Es un deber insoslayable para todos quienes conocimos de las luchas de Juan -quien siempre supo identificar al verdadero enemigo- unir nuestras voces para exigir justicia. El homenaje que le debemos es la defensa de esta Revolución, derrotar a la derecha fascista y acelerar el paso para construir la base material e institucional del socialismo, en donde sea posible que su familia, sus hijos y sus nietos, puedan crecer en el mundo mejor por el que luchó y entregó su vida.
Han dado muerte a uno de los nuestros, de los indoblegables, de los buenos.