El curriculum de un asesino

Roque Dalton
Credito: archivo
Joaquín Villalobos
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La revolución salvadoreña, la del pulgarcito centroamericano, experimentó toda clase de conflictos que hicieron que fuera extremadamente difícil que ese proceso consiguiera el éxito que inmediatamente antes había conseguido la revolución sandinista de Nicaragua. El imperialismo aprendió la lección, e iba a hacer todo lo posible para que no emergiera otra revolución en Centroamérica.

Mientras los sandinistas tuvieron la suerte de encontrar al demócrata y humanista James Carter en la presidencia norteamericana, a los salvadoreños les correspondió la desventura de topar con uno de los pilares de la reacción contemporánea, el inefable actor hollywoodense que fue Ronald Reagan.

Reagan fue, en pareja con la Iron Lady, Margaret Thatcher, un patrocinador del neoliberalismo que, en los tiempos que corren, no solo reduce al hambre a los países más pobres, sino que está quebrando los fundamentos mismos del estado de bienestar del que tanto presumía Europa Occidental.

Se recuerda el brutal asesinato de la comandante Ana María, y el posterior suicidio de Marcial, directamente implicado en el crimen.

La causa del pueblo salvadoreño había arraigado con tal fuerza desde los tiempos de Farabundo Martí, que sobrevivió a estos bárbaros desmanes capaces de sacar de quicio cualquier proceso histórico.

En 1975 conocimos, consternados, la inesperada, absurda noticia de la muerte del amigo, poeta y revolucionario salvadoreño Roque Dalton, “ejecutado” –decían– por la jefatura del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) al que pertenecía, nada menos que por traidor y agente de la CIA.

Pese a que el convulso panorama político de aquel país hacía posible esa explicación, quienes conocimos de cerca a Roque no podíamos aceptarla. No podíamos creer que el autor de Taberna y otros lugares, del impresionante testimonio biográfico sobre Miguel Mármol, el poeta varias veces encarcelado, el amigo de Cuba, fuera un traidor a todo lo que vivió y escribió.

El tiempo fue despejando las incógnitas: se conocieron las discrepancias ideológicas y políticas de Roque con la cúpula que regenteaba el ERP. Los propios “ejecutores” de Roque hablaban de haber cometido un error, porque no querían hacerse moralmente responsables de la muerte de Roque. No revelaban donde quedaron los restos del poeta –el mejor que haya tenido El Salvador–, a quien su país y su familia querían rendirle el homenaje que merecía. La supuesta “ejecución” iba revelándose, cada vez más, como un imperdonable asesinato.


Joaquín Villalobos, el traidor

Empezó a saberse que eran varios los ejecutores materiales del crimen que había tenido, además como autor intelectual, al mismo jefe del ERP, el llamado comandante Joaquín Villalobos.

Cuando llega el proceso de pacificación a El Salvador, y se desmontan las guerrillas izquierdistas, varios de sus jefes pasan a la lucha política pacífica, integrando el Frente Farabundo Martí que entonces participaría en las contiendas electorales, desde posiciones revolucionarias.

El caso de Villalobos era diferente, muy diferente. Desmontó el Ejército Revolucionario del Pueblo y pasó a una misteriosa vida apolítica. Tuvo la oportunidad de ocupar una cátedra en la prestigiosa universidad inglesa de Oxford, ignoro a partir de cuáles méritos académicos. Pero a poco volvía a América Latina, escribía para el diario español El País y se convertía en asesor político de ¡¡Álvaro Uribe!!. Como última noticia –para redondear el currículum del asesino en jefe–, ha escrito hace muy poco un artículo que titula, pragmáticamente, ¿Cómo enfrentarse al chavismo? (*)

Lo que allí dice es lo de menos, pero el propósito del libelo responde una pregunta –no la muy compleja de cómo derrotar al pueblo venezolano– sino otra que nos hemos hecho muchos amigos de Roque Dalton: ¿cuál fue la verdadera causa de su asesinato?

Creo que está muy claro que Villalobos, el guerrillero jefe del ERP, el asesino de Roque, ha sido desde el primer momento un agente de la CIA, un ejecutor de claros y ambiciosos proyectos del imperialismo.

Este supuesto “hombre de izquierda”, tan de izquierda como para considerar traidor a Roque Dalton porque “llevaba una vida bohemia, escribía poesía y amaba la Revolución Cubana”, fue asesor de Álvaro Uribe, el más fiel servidor que, en los últimos tiempos, han tenido los Estados Unidos en América Latina; colabora en un diario que ha girado enteramente a la derecha, pero el asesinato de Roque Dalton fue su máxima colaboración con la CIA.

Como el cubano-americano Félix Rodríguez llevó a Bolivia la orden enviada por la Agencia de asesinar a Ernesto Che Guevara, Villalobos cumplió la tarea de asesinar al poeta, al brillante intelectual, al revolucionario que podía ser decisivo en la toma del poder en El Salvador.

Villalobos ha ido, poco a poco, develando su infamia.

Ahora sabemos sin lugar a duda, dónde estaba la traición. Quién, con el asesinato del poeta, estaba sirviendo a la pura contrarrevolución en América Latina.

De ese estercolero, surge incólume la figura del poeta revolucionario. Un añadido más para la gloria de Roque Dalton.

(*) http://elpais.com/elpais/2014/03/02/opinion/1393795243_401646.html



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Guillermo Rodríguez Rivera


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