Ibéyise, el Efecto Piñango y la verdad

Hace unos cuantos años peleaba un boxeador venezolano llamado Carlos Piñango; buen peso Pluma el muchacho. Una vez, entrevistado para la televisión, tuvo un momento sublime que no podría precisar si fue de candidez o cinismo, pero en todo caso fue inolvidable. Piñango reveló un "secreto", una insólita táctica utilizada por los peleadores habilidosos cuando sentían que estaban frente a un rival muy superior. Sus palabras fueron más o menos las siguientes: "Tú le pegas un derechazo en las bolas y le dices exquiusmi (excuse me)". Eso es filosofía: pides perdón, dices que lo lamentas profundamente... pero el golpe queda allí. Para mí fue una tremenda revelación; no tardé mucho en darme cuenta de que la táctica de Piñango es aplicable no sólo en el boxeo, sino en todas las actividades en la cuales se debe lidiar con adversarios.

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Me cuesta un poco, porque la conozco y aprecio (fui su Jefe de Información en Así es La Noticia), referirme al caso Ibéyise Pacheco como un termómetro bastante preciso de lo que ocurre con el periodismo venezolano desde hace unos pocos años (¿siete, tal vez?). Pero es inevitable. Ibéyise ha sido conminada a pedirle disculpas públicamente al coronel Angel Bellorín por haber publicado un chisme o rumor como si fuera una información: dijo que este hombre había falsificado documentos para "inflar" su récord académico, lo cual resultó ser mentira. Cuando el coronel procedió a demandarla, ella y el sistema de medios privados hicieron lo que ya ustedes saben: decir que la acción contra Ibéyise formaba parte del acoso que el Gobierno le tiene al periodismo y a la libertad de expresión. Véalo desde esta otra butaca: o ese coronel permitía que una periodista lo difamara, o iba a ser acusado también de formar parte del plan gubernamental para acabar con la libertad de prensa. Así de arrechos son los periodistas y los medios de este país.

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Cuando uno hace periodismo está expuesto a varios riesgos. Uno de ellos es el de dar informaciones falsas o erróneas, y esto puede pasar porque no las confirmamos adecuadamente antes de publicarlas, o porque tenemos mala fe y mentimos a conciencia para fastidiarle la paciencia y la imagen a alguien. Creo, sinceramente, que a Ibéyise le sucedió lo primero: recibió un dato, lo dio por cierto y lo divulgó sin constatar la veracidad de ese dato. Volverle mierda la carrera a un militar es una tentación muy grande para cierta prensa. A Ibéyise, entonces, yo no la catalogaría de mentirosa pero sí de negligente A una periodista de su experiencia no deberían sucederle estas cosas, y ya le ha ocurrido dos veces: hace un par de años tuvo que pedirle idénticas disculpas públicas a Alí Rodríguez Araque, por haber dicho en su columna que su hijo andaba en triquiñuelas con la asignación de concesiones para regentar bombas de gasolina. La persona que le facilitó la "información" no le dijo que el hijo de Alí Rodríguez tenía diez años. Y que había muerto dos años antes de publicada la calumnia.
A Marianella Salazar le pasó exactamente lo mismo: le dijeron que cierto suboficial activo estaba metido en no sé qué trampas dentro de su fuerza, y a la semana siguiente escribió que la cosa era inexacta; el suboficial acusado no podía haber hecho equis triquiñuela porque estaba muerto. Ah, pero por la herida tenía que respirar: dijo que ella había sido víctima de una guerra sucia que le tenía montada el Gobierno.
¿No te digo yo?

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Los casos de Ibéyise, Marianella Salazar y Alicia La Rotta (la periodista de El Universal que acusó a Jesse Chacón de haber comprado un Reverón en nosecuántos millones, cosa que resultó ser falsa, por lo cual fue despedida del diario) figuran, entre muchos otros, en la lista que organismos como la SIP, el Bloque Venezolano de Prensa y otros clubes de viejos verdes ansiosos de escándalo, catalogan como "ataques y amedrentamientos contra periodistas" por parte del Gobierno de Hugo Chávez. Así va el mundo.
Pero lo más triste, lo preocupante, lo que hace hervir la sangre de rabia e impotencia, es lo que queda en el ambiente, que no es otra cosa sino el Efecto Piñango: dentro de dos semanas ya nadie se acordará de que Ibéyise Pacheco reconoció públicamente haber mentido, y mucha gente seguirá recordando la acusación inicial. Muchos venezolanos, de esos que ven Globovisión y leen El Universal, seguirán creyendo corrupto e innoble al coronel Bellorín. Porque el exquiusmi de Ibéyise no es suficiente para curar el patadón por las bolas que representa el ser insultado por el poder más insolente que galopa en estas tierras: el poder comunicacional al servicio del poder económico.


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José Roberto Duque


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