Paz y vida o guerra y muerte

Desde que nacemos se nos presenta la disyuntiva entre la vida y la muerte. Estos dos conceptos han sido manipulados por ciertos dogmas de fe y por los políticos. Algunas doctrinas religiosas manipulan la muerte como un castigo y no como un proceso natural de todos los seres vivientes. Comparecemos a la luz con la certeza que este  camino avivado nos conducirá hacia la oscuridad. Tal concepto no es en nada fatalista sino realista, a pesar de que ciertas doctrinas utilizan la voluntad divina como el ente decisorio para ventilar quién vive y quién no. Por otro lado, ciertos políticos utilizan el poder para ellos elegir  la viabilidad de ciertos pueblos de vivir en paz o en guerra. En este caso, si la opción es la última de seguro que miles o millones de seres perecerán víctimas de las atrocidades de una conflagración.

No cabe duda, la paz está asociada a un estado de equilibrio y estabilidad  mental, a la tranquilidad física y psíquica, a la ausencia de desasosiego, a la desaparición de guerra. Es decir, la paz está hermanada con la vida, al derecho de disfrutar, por decisión personal, de las estampas positivas ofrecidas por la naturaleza. Contrariamente, la guerra está relacionada con conflictos sociales entre grupos humanos (familia, tribus, sociedades, naciones…)  desarrollada de manera violenta y cuyo resultado final, consecuencia del uso indiscriminado de armas letales, es la muerte y la desolación.   

Lo ideal es que cada persona optara, por resolución  propia, escoger entre vivir en paz o en guerra. En el primer caso tendría más posibilidad de vivir sosegadamente o en caso contrario, vivir bajo la angustia perenne de hacerle antesala al final de sus días, dado que en una guerra la posibilidad de la muerte está siempre presente.   

Mis lecturas y mi vida me enseñaron que la mayoría de los seres humanos que salimos por primera vez a la luz, cuando llegamos al mundo ya todo o casi todo estaba confeccionado. Es en muy poco de lo que disponemos con relación a nuestra efímera existencia en el hermoso y errabundo globo azul. Lamentablemente en el planeta existieron y existen un grupo de homúnculos(as) quienes deciden sobre la vida de los seres repartidos en esa cosa inventada por los hombres llamadas naciones o países, separados por un punto y una raya de forma estratégica en los mapas. Es decir, son estos bípedos primates, con afanes de ver crecer sus cuentas bancarias, quienes se arrogan el papel de Dios para disponer de quién vive y quién muere en los pueblos, según los intereses económicos de aquellos grupos.

Son los jefes de gobierno, en alianza con los avaros centros empresariales, industriales y financieros quienes conciben las declaratorias de guerras contra otras naciones. No son los pueblos los que instan a combatir contra sus semejantes, albergados o bien al otro lado de la raya o muy lejos del estado agresor. Basta que los intereses  de los ricos cicateros se sientan amenazados para emprender contra otra nación una invasión armada para acabar con sus semejantes.

Por lo general los pendencieros, que no son más que los dueños de los emporios industriales globalizados, respaldados por los poderosos  consorcios de la industria militar quienes reclaman sus intereses, según ellos, violentados por los gobiernos de las naciones agredidas. Leído de esta manera pareciera que las avaras compañías globalizadas son las dueñas de los  patrimonios tantos energéticos y mineros, como los de la alimentación y de los manantiales acuíferos del mundo. Así mismo, cuando el gobierno amenazado desea utilizar sus riquezas internas para solventar los problemas de su pueblo, es declarado enemigo de la democracia mundial. En el caso de producirse una situación de este tenor las poderosas sociedades económicas, es decir la “comunidad internacional” le solicita a sus empleados (los presidentes de los países imperiales) la aplicación de sanciones o bloqueos económicos o en último caso, una invasión militar para torcerle el brazo al pueblo irredento que no se deja despojar sus riquezas. 

Los imperios actúan de forma descarda, aplican sanciones económicas de manera unilateral, acusan a los gobiernos progresistas de falta de democracia, dado que al parecer son las usureras potencias económicas y bélicas las que poseen el modelo único de democracia y es el que debe dominar el mundo. No le dan derecho a la defensa al país agredido, a la instancias internacionales les importa un bledo las amenazas, la masmedia internacional y la redes sociales hacen su trabajo  acusatorio basado en puras mentiras (posverdad) para crear falsos positivos.  En caso de no doblegar a la nación, el país agresor acude, sin pedir permiso a la ONU ni de nadie, a una declaratoria de guerra, es decir a una invasión militar para resolver los “problemas humanitarios”.  

Tal como aparecen escritos los párrafos anteriores el lector juzgará que son evocaciones de un sin oficio que no tiene nada que hacer, es decir, simple generalidades. Pero si a los agresores imperiales les coloco su nombre como EEUU, Reino Unido, Francia, España, Bélgica, Italia, entre otros; además si las empresas multinacionales de energía las nombro como Exxon Mobil, Royal Dutch Shell, Chevron, BP…; cuando la masmedia se reconocen como CNN, grupo Prisa, BBC mundo, Associated Pres (AP), agencia EFE…; cuando las industrias de armas se designan como Lockeed  Martin, Boeing, BAE Sistems, Raytheon, General Dinamics…entonces podremos reconocer quienes son lo que deciden sobre la guerra y la muerte de millones y millones de seres humanos, ante la mirada impasible de otros miles de millones de personas.

Tampoco son generalidades al referirme a las víctimas causadas por las decisiones tomadas por los entes señalados en el párrafo anterior. Si a los mártires los ubico en Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Ucrania y si en cada país se puede reconocer cada finado, consecuencia de los estragos de la guerra, con un nombre y un apellido que deja huérfanos, viudas, padres desconsolados y una patria afligida, además de niños inocentes desmembrados, entonces el lector tendrá una idea de la existencia de inhumanos viles, hombres que aparecen retratados en Forbes, quienes deciden sobre la guerra y la muerte de sus semejantes. 

Lamentablemente los venezolanos entramos ante la fatídica realidad de una aciaga beligerancia.  Parecía que algunos de nuestros compatriotas pensaban que la guerra de la cuarta o quinta generación o que eso de la posverdad no eran más que mentiras de mi comandante Chávez y del ahora presidente MM. A pesar del decreto de Obama, quien declaró a Venezuela como una amenaza inusual para los EEUU. Actualmente estamos soportando las consecuencias de una escasez y acaparamiento de alimentos y medicinas generada por las empresas privadas al servicio de EEUU; complejos problemas financieros concebidos por la banca internacional; inflación inducida; acometidas reiteradas, basadas en mentiras, de la prensa internacional contra el presidente MM; conspiraciones de presidentes sumisos al Departamento de Estado de USA; complots instados por el Secretario General de la OEA para derrocar al presidente MM. Si a todo  lo anterior le agregamos la violencia desatada por mercenarios facinerosos que consumaron todo tipo de delitos sobre la cosa pública y privada, violando los derechos humanos de millones de venezolanos causando la muerte de más de un centenar de personas con el apoyo de partidos nacionales (PJ, VP, AD y otros) y de los gobiernos de EEUU, Colombia y el reino de España, nos percatamos de quienes son los responsables de la guerra y de los muertos. Todo esto consecuencia de las  acciones violentas más recientes de la oposición venezolana.

A todo lo anterior le debo agregar las deplorables declaraciones del presidente bufón de EEUU, Donald Trump, quien dice tener muchas opciones para Venezuela, entre estas la de invadirla militarmente para resolver “los problemas humanitarios” y restituir la democracia; la declaración de Lima de los presidentes rastreros y borregos de ciertos países suramericanos para aplicar sanciones económicas para solucionar la crisis; las repetidas amenazas de los funcionarios del Departamento de EEUU, empeñados en doblegar el ánimo de los venezolanos para que le entreguemos nuestra riquezas a las grades corporaciones internacionales. Como se puede notar, este escrito no es un ejercicio literario, tómenlo como un mensaje de alguien que conoce de la maldad de ciertos impíos quienes deciden sobre la paz y vida o la sobre la guerra y la muerte de millones  de seres humanos.  

Por último hago mía las palabras de nuestro padre de la patria Simón Bolívar, en el mensaje al Congreso Constituyente de Colombia, en Bogotá, el 20 de enero de 1830: “La independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás. Pero ella nos abre la puerta para reconquistarlos…con todo el esplendor de la gloria y de la libertad”. Mi voto es por la paz y la vida, no sé tú. Lee que algo queda.  



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Enoc Sánchez


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