Ledezma se fue. No está mal que se haya ido. Es muy malo estar preso aun cuando sea en su casa, siendo todavía relativamente joven, pues en comparación conmigo lo es. Si el tipo no tiene hábitos como esos que permiten a la gente vivir aislado, disfrutar de ese estado y hasta sacarle provecho, vive más bien cual torturado. Si para ser feliz, estar tranquilo y a sus anchas, necesario es andar en la calle, de aquí allá, más si se tiene hábitos, deseos noctámbulos y hasta diurnos ocultos que se satisfacen en la calle, acostumbrado a verse rodeado de gente, aunque sea de adulantes, estar preso "es una pena muy honda". Y a Ledezma, como el mismo ha dicho, le gusta peregrinar y a eso va.
Dice que se hará peregrino. Es decir, recorrerá el mundo, para lo que se requiere mucha plata, denunciando a favor de los derechos humanos. Derechos estos que mientras gobernó para nada le importaron. Quizás viva momentos de arrepentimientos y de soñar con monstruos. ¡Dios es justo!
Si, es dura esa lucha. Sobre todo esta que ahora inicia Ledezma. Irá a España, por ejemplo, limpio cual talón de lavandera, sin ayuda de nadie, ni para el autobús, peregrino a lo Simón Rodríguez, Bolívar, Bello, quienes solían recibir portazos, en busca de ayuda para la causa. Rajoy, no sólo no le recibirá, sino que pondrá a su policía a seguirle los pasos. La CIA, el FBI y hasta la DEA lo marcarán de cerca por donde vaya. Aunque para él no habrá visa. ¡Cuánto sufrimiento por carecer de visa! ¡Qué dura es la vida, cruel el peregrinar de un político de su catadura!
Menos mal que va ligero de equipaje. Eso ya es un alivio. Porque imaginémosle como el Quijote, de aquí a allá, dando vueltas con un enorme equipaje encima, sin hallar un pórtico siquiera para descansar músculos y huesos, con el enorme peso que significa todo el hondo y largo pensar del peregrino. El equipaje del Quijote, su adarga, escudo y casco, todo eso de metal ya era pesado. El mismo rocinante se doblaba. Pues el mayor peso estaba en el cúmulo de cosas que ocupaba el pensamiento del caballero andante y peregrino. Sancho llevaba sobre el borrico que montaba la poca ropa de aquel audaz aventurero.
Va liviano, pues en gesto perspicaz y hasta premonitorio, sin que resulte innecesario advertir lo de ladino o viejo lobo, sacó de su baúl todas las banderas, para empezar las de Alianza Bravo Pueblo (ABP). Como en política, en cualquier tiempo, banderas, programas, principios es todo un conjunto como envuelto, una multitud de palabras escritas o no, gritos, pensamientos, sobre todo promesas hechas e inéditas para ofrecer al elector, en el caso de esa organización tan creativa debe formar no un enorme baúl sino más de un grande conteiner. Y si nos ponemos a inventariar lo que de la MUD, cual socio es, corresponde a Ledezma, sobre todo en eso de banderas y las viejas de AD de las cuales muchas todavía tiene guardadas y hasta en los bolsillos, como decir a mano, para sacarlas ante cualquier contingencia, uno comprende "su desprendimiento", eso es demasiada carga para un peregrino, que como Francisco de Miranda, se propone recorrer el mundo, para tocar puertas donde hallar algún mecenas dispuesto a apoyar su causa libertaria y por demás justa.
Ledezma, como aquel Pablito, ha optado por dejar su pistola, o mejor sus banderas aquí. Y es bueno para él que eso haga. Sus hábitos oratorios, aquellos que comenzó a lucir, como es habitual ahora, habiendo llegado al poder apenas se asomó a la política, que forman parte de su bojete de banderas, lo denunciarían donde vaya, precisamente por lo pesado. Cuando AD se quedó huérfana de jóvenes o mejor se hizo más vieja de lo que la pintaban los "bueyes cansados", por la estampida de miles de jóvenes talentosos que habíanse hasta graduados de héroes en la lucha clandestina contra la dictadura, tras los discursos por el cambio y la revolución, llegó Ledezma y se cobijó tras la figura, la práctica soberbia y represiva de Carlos Andrés Pérez. Esa fue su escuela y allí comenzó a recolectar sus banderas. Por eso mismo, fue cómplice de toda aquella barbarie que torturó, persiguió, desapareció gente y hasta llegó a reprimir viejitos, cuyas banderas, mojadas por las ballenas, agitaban para reclamar les pagasen sus pensiones del seguro. Esas que ahora casi todos ellos cobran, aunque devaluada, al día y hasta adelantadas.
Las banderas de Ledezma pues forman un bulto muy grande y pesado. Pero sólo es tela, colores y astas que algunas veces hasta de cabillas son, pues ideas discursos se esfumaron como el agua en la cuenca de las manos. La cultura en la cual se formó Ledezma es aquella expresada por un viejo dirigente sindical compañero suyo, quien solía decir, "si alguien quiere que le hable o mejor muestre mi doctrina, la de mi partido AD, le doy un cabillazo por las costillas para que no la olvide nunca".
Ledezma pues se ha ido, ¡cuántos se han ido! El pequeño Pedro Carmona Estanga también se fue y allá está en Colombia. Nadie nunca lo ha buscado y menos reclamado. Es más, nadie supo y menos interesó quiénes le dejaron ir. Posiblemente razones de estado lo prefirieron lejos que encerrado en su casa. Leonardo Ruiz Pineda cuyas banderas no eran de tela y menos para formar aspavientos, nunca se fue. Lo echaron y apenas hubo traspasado la frontera, entró con su corazón y conciencia como banderas, sentimiento y razón, a dejarse matar por una dictadura de verdad, tanto como feroz, gesto propio de un valiente. Afuera, aquellos como Carmona y Ledezma, los hechos lo demuestran, no molestan; son puras banderas y esas las dejaron aquí.
Ledezma ha dejado en herencia a María Corina sus banderas. Es como para no envidiarla; pues se trata de una pesada herencia y hasta una obligación exigente. Tendrá que lavarlas, pues de tanto uso por lo menos y tomando en cuenta los espacios donde ellas se agitan y los deseos y "sueños" que ellas portan, no dejarán de estar reclamando una ducha, refrescamiento y hasta el agitarse en espacio donde el aire además sea tan limpio como respirable. Pese lo que uno crea que es María Corina y esto es una señora que dice lo que es y piensa, ha tomado las banderas de su clase, seguro que no saldría aventajada si esas banderas, las suyas, por descuido, las mezcla con las abundantes y de larga historia de Ledezma. Porque por el tiempo, María Corina es de una generación más reciente y la historia que envuelve los compromisos y complicidades, y sus banderas podrían salir perdiendo si las mezcla y hasta confunde con las de Ledezma.
Ledezma pues dejó el pelero. No creo, me cuesta pensar que el gobierno es tan distraído y pata e´ rolo de lo que normalmente parece, haya sido un Houdini, un escapista que no deja huellas, sino que fue otra cosa. Se fue a peregrinar tal como dice, a esperar por mejores tiempos. A vivir su vida, la que cree merecer después de tantos años de lucha, creatividad y "sacrificios". A AD, le llamaron, por su heroico pasado en la lucha contra el pérezjimenismo, en lo que Ledezma nada tuvo que ver, sino que llegó después a comerse las maduras, el partido de la resistencia, de los sacrificados. Quizás Ledezma crea que ese pasado se hereda y a él le tocó su parte. ¡Y acaso no hay muchos carajitos que se creen herederos de Chávez!
El espíritu "heroico" de Ledezma, ese que casi emula a Leonardo Ruiz Pineda, ha declarada a la periodista que llegó a Colombia después de pasar 29 alcabalas; y le sugirió el temor que eso causa en la vida clandestina; experimentó Ledezma, sólo un momento, lo que los revolucionarios cuando ellos gobernaban, tiempos de Betancourt y Leoni, vivimos de manera cotidiana, tanto que ya no producía miedo. Ocultó que como Jonathan Marín, le protegieron en cada punto. ¡Para eso está el efectivo que uno no halla! Pero también del sacrificio que hará al ponerse a organizar los venezolanos en el exilio. ¡Cuánto trabajo le espera! Pero no el de organizar lo organizado sino el hambre, persecución y atropello de lo que será víctima en EEUU o España. ¡Qué tipo tan heroico!
Como tampoco creo que María Corina haya sido favorecida con ese arrume de banderas mohosas. Para empezar nunca fueron frescas ni tuvieron brillo. Además, Ledezma, no sólo dejó banderas calamitosas sino también el pelero. A la heredera ¡no le arriendo la ganancia!