Todas las doctrinas venerables, desde el cristianismo hasta el marxismo, desde el patriotismo hasta los Derechos Humanos, corren el riesgo de servir a sus propios violadores. Dícese de la hipocresía que es el homenaje del vicio a la virtud. También la hipocresía es su sombra más tenebrosa, la que la sigue siempre, precisamente por su belleza. Cristo sirvió para dar "bendiciones" como el genocidio americano, el exterminio de mujeres inteligentes y hombres de audaz pensamiento acusados de ser brujas y herejes cuando la Inquisición, para bendecir los armamentos macabros de Franco, Hitler, Pinochet y Somoza. Desde mediados del siglo XX, la invocación de los Derechos Humanos ha servido para violarlos.
Ahora es el turno del candidato al premio del adulante principal del imperialismo norteamericano a nivel continental, Lenin Moreno, fuerte finalista para el galardón del más grande traidor de la modernidad latinoamericana, el que se ha llenado la boca con los Derechos Humanos, al desenterrar un adefesio jurídico, la llamada "Doctrina Roldós", para justificar una especie de llama helada o virgen prostituta que sería esa "intervención humanitaria sin lesionar la soberanía nacional" en Venezuela y Nicaragua. La tal "Doctrina" fue un adefesio jurídico que se le ocurrió al presidente ecuatoriano de tal apellido, ante la Comunidad Andina de Naciones, en 1980. Como el mundo fue y será una porquería, como dice el tango, en aquel entonces ya se usaban los Derechos Humanos para justificar cosas como "acciones en comunidad" contra las naciones donde se estarían violando los mencionados Derechos. Algún ingenuo como uno aplaudiría, porque en esa época todavía existían feroces dictaduras militares en nuestra América. Pero el caso es que no se usó para eso. En aquellos tiempos, fue algo así como colocarse la mano extendida a la altura de la frente o hacer la señal de la cruz con la mano frente al mar. Una bella inutilidad. Una trampa para cazar estúpidos.
Por supuesto, los Derechos Humanos ya le servían a los Estados Unidos para acusar a las naciones del Bloque soviético de algo que sus aliados y protegidos también hacían, y sabroso, pero que los norteamericanos no veían porque no querían ver. A los hechos de los aliados norteamericanos como los árabes saudíes, los qataríes, israelíes, etc., me remito. La Guerra Fría, como toda guerra en fin, estuvo llena de mentiras e hipocresías, y los Derechos Humanos fueron un lugar común, el sermón pro virginidad de los sádicos.
Venezuela se salió de la Comunidad Andina de Naciones en 2006. No es lugar este para balancear los logros y fracasos de aquel intento integracionista, contrastándolo con los haberes y deberes de los impulsos latinoamericanistas de Chávez y su combo latinoamericano, que entonces el Comandante tenía acompañantes tan virtuosos como él. El caso es que el "descubrimiento" de Moreno de la citada "Doctrina Roldos", demuestra su acuciosidad y diligencia, no sólo en la traición y la infamia, sino también en el arte ya definido por un lamentable presidente peruano, de moverle la colita de perrito cariñoso a los funcionarios de Washington.
Pero la circunstancia, de por sí bastante lamentable y vergonzante, también muestra una cosa, una muy incómoda para todos estos farsantes. Y es la existencia, el mero "estar ahí", del principio de la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos. Estos leguleyos están buscando y rebuscando recursos jurídicos en su baúl lleno de infamias añejas, lleno de polvorientas telarañas, para justificar y legitimar una invasión, como las que hacían los norteamericanos en su época de mayor esplendor sin tanto galimatías de abogaduchos. Pero esos tiempos ya pasaron y la cosa se dificulta. No sólo por el peligroso jueguito geopolítico en el que los pollinos latinoamericanos sólo llevan las de perder ante el enfrentamiento de esos tigres de garras nucleares que son Rusia, China y los propios Estados Unidos; sino también porque hasta los que harían el trabajo sucio, es decir, los ejércitos de los países fronterizos, Brasil, Colombia y Guyana, no están como muy apurados en obedecerle al amigo Elliot Abrams. Para no hablar de la opinión pública norteamericana que ya le ha bateado varias hazañas a Trump, desde el famoso muro mexicano, hasta la enredada cuestión de los misiles norcoreanos, para no hablar del fracaso sirio y la situación económica y social que, me cuentan, está de un pavoroso subido.
De modo que vivimos en un empate estratégico destructivo que sirve de escenario a estos desgraciados payasos para acariciarle las gónadas al sentado en Washington. Esas vergüenzas continentales, esos vomitables espectáculos, son los que nos hacen insistir en que el momento es para reiterar con fuerza que los venezolanos y venezolanas somos capaces, por nosotros mismos, de resolver nuestros problemas. La mayoría estamos de acuerdo con una negociación política cuyo objetivo es restablecer el funcionamiento institucional expuesto en la Constitución Nacional, marchar a un referendo Consultivo con un nuevo CNE, que garantice unas nuevas elecciones generales.