El acto u obra dramática, porque el asunto tiene todos los rasgos de eso, ensayada y montada para un público determinado y unas cámaras previamente instaladas, se desarrolló en la ciudad de San Carlos, Estado Cojedes, una zona del país usualmente pacífica y nada ensordecedora y el local, un restaurante, curiosamente llamado Moringa.
De la Moringa se dice que es una planta oleífera "llamada a menudo el árbol milagroso, el árbol de la vida, el árbol del aceite de ben o el árbol del rábano picante."
Según los entendidos en el asunto, tiene propiedades antimicóticas, antivirales, antidepresivas y antiinflamatorias.
El lector, debe poner énfasis en estas cualidades de la planta, cuyo nombre lleva el local donde Guaidó se reunió, según el video, donde se le hace aparecer como una víctima de unos escasos personajes, tan pocos que sobra espacio en aquel pequeño lugar, quienes le sacaron a empujones y hasta le rompieron la camisa, sin que nadie pusiese ningún empeño en defenderlo y menos en resistir la "agresión".
Guaidó como si fue allí en busca de una manera de oxigenar o darle ánimos a su vida política que ya se le agota y no es nada extraño que, por la depresión que eso genera, necesita para ello de la moringa. Pero las depresiones pueden a la vez generar hongos entre los pies y hasta expandirse por el cuerpo todo, lo que la depresión acelera, generando a su vez inflamaciones y creando caldo de cultivo para que los virus lleguen a recrearse.
Nada mejor para Guaidó en estos momentos que un espacio tranquilo como San Carlos y guarecerse bajo una mata de moringa, para buscar la vida y curarse de todos esos males que le aquejan. Sobre todo, después de haberse deprimido al no ser invitado a la "Cumbre de las Américas", lo que implica un adelantado desconocimiento a su rol inventado, sólo por joder, de presidente interino y quizás un prematuro aviso que ya "te llegó tu cuarto de hora". Y esto es muy malo y deprimente, pues a él, que poco sabe, hasta de cosas muy resonantes, pero de escaso valor, dados los personajes inmersos en eso, ya alguien le habrá advertido lo que le pasó a Noriega, el panameño.
Dado pues que no fue invitado a Los Ángeles, sintiéndose picado o mejor con ganas de ser picado, fue a un pueblo tranquilo, pacífico, lleno de buena gente y se metió bajo una mata también llamada "el rábano picante". Quizás pensó que las picazones que allí le dieran le animasen y fortalecieran, dado que en él y su entorno, todo declina. La depresión lo está matando y los avisos que le llegan lo empeoran.
Mirar el video, donde una pequeña fila de hombres, sigue dentro del local al "presidente interino", el hombre que se tomó para sí, con la anuencia del gobierno de EEUU y la colaboración de Colombia, empresas de altísimos capitales, por sólo nombrar dos, como Citgo y Monómeros, y le empuja como a cualquier mortal solitario y taciturno, sin que nadie intervenga en su defensa, no sugiere otra cosa sino un muy mal montaje de una obra bufa.
Es elemental pensar que habiendo en este país, como suelen decir, el propio Guaidó y los suyos, una dictadura y sabiendo que la mayoría de la gente, tanto del gobierno como hasta contrarios o simples discrepantes, claman para que esa comparsa y farsa ofensiva y denigrante de la presidencia interina hay que acabarla y sobre todos ellos caiga el peso de la ley, no luce recomendable que ande por allí solitario, sin guardaespaldas, protección garantizada, más teniendo tanto real y apoyo estadounidense. Y además ir a así, como desamparado a San Carlos, que si bien es una ciudad modesta, de no muy alta población, donde el gobierno goza de suficiente respaldo, es un enorme riesgo; como salir en busca "de lo que no se te ha perdido", aunque le dé mucho valor curativo a la moringa.
Es poco creíble que, Guaidó, pese ya no sean muchos quienes le apoyan, tanto como para aspirar a ser presidente, aunque sea "interino", ande por allí casi en solitario. Más si los reales le sobran y abundan quienes le repudian por inmoral. Menos si es del conocimiento público que. en aquella pequeña ciudad estaba de visita, pues allí fue, según su sueño, a recoger los respaldos derivados de su eficiente gestión.
El video muestra como de los pocos que en el local, bajo la mata de moringa había, la mayoría le empuja, gesticula agresivamente contra él y el resto le sigue como en una comparsa, un acto ensayado o acordado, de manera casi pacífica, sin que nadie intente defenderle, lo que alude a una muy mala actuación del colectivo o peor el rol de quien todo aquello dirigiera para que fuese filmado. Más si se está bajo una mata de moringa que, como ya sabemos es aceitosa, picante y hasta antidepresiva.
En fin de cuentas, Guaidó muestra una vez más que es un pobre tipo a quien esas cosas azarosas de la vida pusieron a jugar un rol para el cual no reúne la menor de las cualidades necesarias. Él era y sigue siendo sólo aquello, lo que fue, integrante de un grupo, vamos a llamarlo malamente escénico, usado en las guarimbas, una copia de lo que antes se hizo en Europa, destinado mostrar en pelo las nalgas y un discurso gaseoso, para llamar la atención a los más desprevenidos y simples. Y siendo sólo eso, por un desorden o simple despelote, se encontró en la fila de primero para escoger a la fuerza al interino.
Es como aquella irónica escena de una película de Charlie Chaplin, donde su personaje, Charlot, mientras deambula por una calle de una ciudad europea, donde en aquel momento y espacio se produce una gigantesca manifestación de obreros, por una enorme confusión, ante la arremetida de las fuerzas policiales contra la protesta, él recoge una bandera, camina en medio de la calle con ella enarbolada, cual niño que porta un juguete y, de repente, la masa obrera reorganizada, ordenada, aparece tras él como si fuese el dirigente y líder. Pero Chaplin puso hacer aquello a Charlot sólo a manera de chiste y lo inocente que su personaje, tanto que cualquiera pudiera creerlo idiota.
Lo de Guaidó parece sólo un montaje y hasta provocado y ex profeso para llamar la atención en un momento crucial de su vida, cuando viene en descenso alocado, porque que le están quitando las alfombras y debajo de estas apenas queda el vacío; pues nunca fue nada y pese el dinero que ahora tiene, que también pudiera perderlo, nunca ha tenido la menor pizca de talento y destreza para volar y valerse por sí mismo. Tanto que, aun siendo "presidente interino", no ha podido desprender del yugo de quienes detrás de él andan y le empujan, pese nada de valor y talento tienen como para entender lo más elemental. Tanto que terminaron derrochando todo y opten por montajes baratos, como ese de un Guaidó, todo un "presidente interino", sacado a empujones de un restaurante o de debajo de una mata de moringa por unos pocos, mientras otro grupo, tan escuálido como el que lo expulsa, se limita a observar casi indiferente y seguir detrás como toda una comparsa.
Es la ya acostumbrada y desgastada idea de hacer de víctima, producir lástima, para llamar la atención e intentar ganar respaldo, cuando ya no queda nada.
Si no fue un montaje, un vago y poco inteligente intento de llamar la atención, sino algo cierto, entonces el desnudo es mayor, el pobre ya no tiene quien por él "saque la cara".