Por un momento dudé: ¿estaré en Colombia?, ¿en Francia? ¿en Caracas?. Un rápido monitoreo a nuestros medios sólo mostraban en sus pantallas a Juanes, Ingrid Betancourt y un gallego infiltrado: Miguel Bosé. Todo aquello frente a la mismísima “Tour Eiffel”. En otro momento se veía también al presidente colombiano, Álvaro Uribe, en una mezcla estético-lúdico-política-sociológica-diplomática-internacional con Shakira, el presidente de Perú, Alan García, el de Brasil, Lula, y un gordito de pelo largo parecido a Carlos Vives, y que luego constaté que efectivamente era Carlos Vives…Y muchas, pero muchas banderas de Colombia.
Me asusté. Pensé que había viajado en el túnel del sueño y que tenía el don de la ubicuidad. Hasta dudé:¿seré colombiana?¿seré colombo-francesa?. Otra imagen me trajo violentamente a la realidad, me llevó hasta la Plaza Chacao, aquí mismo en Caracas, donde también habían colombianos y banderas colombianas: en una especia de templete se veía a la Billo’s Caracas Boys (bueno, lo que queda de ella), Los Melódicos (idem), un grupito de vallenatos, y uno de los inhabilitados:¡Leopoldo López, junto a William Ojeda!.Los dos celebrando el Día de Colombia y dando loas a Ingrid y a Uribe y gritando “¡Viva Colombia!”. Hey, hey, ya va…¿Qué está pasando aquí? ¿Cuánto tiempo dormí, pues?. Claro, era el Día de Colombia, porque el de Venezuela había sido el 5 de julio, y nuestros medios no hicieron tanta fiesta, más bien ponían nuestra bandera al revés…Pero la confusión está clara. Es que ahora nuestros medios tienen muchos días para celebrar los días de otras naciones: 04 de julio, 14 de julio, 21 de julio. Escuché el himno de Colombia que cantó Shakira, pero no era de extrañar que también nos arrullaran con La Marsellesa: “a les enfants de la Patrieeeee” (imaginé que pudiera entonarlo Antonio Ledezma, gracias al frenillo que le acompaña desde su niñez)…Nos están cambiando hasta los valores patrios, pensé, pero Ingrid, la inefable y sufrida Ingrid, me sacó de mis reflexiones. Un grito lastimero se le escapó, dirigido a alguien de las FARC: "Vea a esta Colombia, vea la mano tendida del presidente Uribe. Entienda que ya no es hora de derramar más sangre"…
En una hora pude ver a muchas Ingrid: una que bailaba y movía las caderas sin vestigio de leishmaniasis o tuberculosis; otra que reía; otra que lloraba; otra que llevaba el ritmo juntando sus manos en alto. Su discurso ha ido cambiando con el correr de los días, y su secuestro ha terminado siendo una seguidilla de chismes selváticos sobre sus relaciones personales con algunos de sus compañeros rehenes, especialmente con Doña Clara Rojas. Su marido, Lecompte, literalmente fue abandonado, vestido y alborotado, en Bogotá, mientras observa sorprendido cómo su matrimonio con la ex candidata presidencial, se quedó en las montañas de Colombia. No importa, todavía conserva la Ingrid de cartón, tamaño natural, que le acompañaba siempre. En su soledad, Lecompte, seguramente, también le echará la culpa de su barranco a las FARC.
Los medios ya convirtieron a Betancourt, como a Juanes, en un símbolo “contrahegemónico” y en un objeto de mercado. Para Juanes, nacido en Medellín (como Pablo Escobar), con una fortuna cercana a los 50 millones de dólares (que él niega), y nueve premios Grammy (de factura norteamericana) es fácil decir que lucha contra los campos minados de en pueblo natal, pero no menciona lo que generó esa práctica; Ingrid, en nombre de un pueblo y de más de 80 años de baño de sangre, aboga por la paz pero no se mete con lo que ha causado la guerra en su país, la existencia de la guerrilla colombiana, el paramilitarismo, la parapolítica, lo desplazados y demás males de Colombia que no se taparán con canciones y flores.
De lo que no hay duda es de los indiscutibles dividendos, en euros y en imagen pública, que seguramente capitalizarán estos dos íconos con aquel acto “nacionalista” realizado en París, y donde no hubo ni un solo grito, ni una sola consigna contra el orden hegemónico que manda en Colombia.
Mientras pasan los días, otras mentirillas del mismo caso se van destapando, pero mas bien les llamaremos los “errores de producción” de esa película montada por el Ministro de la Defensa colombiano Juan Manuel Santos llamada “El Rescate”. Resulta que la operación Jaque, ni fue tan jaque, ni tan “impecable” ni “perfecta”. Tampoco fue “ciento por ciento” colombiana.
El ministro Santos es descendiente de la “prócer santanderiana” –ya eso dice mucho de su pedigrí- Antonia Santos, es miembro heredero del poderoso clan de la familia Santos, propietaria de media Colombia y seguramente de su actual Presidente también. El ministro Santos también es un zorro viejo de los medios, ducho en componer y recomponer matrices de opinión. Mientras Colombia se vende como una “marca” internacional, se comienza a develar secretillos de la operación Jaque. Santos sabe que con ello mantendrá vivo el “efecto Ingrid” por mucho más tiempo.
Con el apoyo del saliente presidente Bush, no le quedó tan mal el hecho de haber usado sin autorización el emblema de la Cruz Roja Internacional, pese a que violó con ello normas internacionales, pues esa organización le perdonó el desliz. Luego admitió el uso del logotipo de Telesur, pero descalifica esto anteponiendo la “magnitud” de lo que acontecía. Es decir, en la guerra y en el amor, cualquier cosa vale.
Primo hermano del actual vicepresidente de Colombia, sin duda Álvaro Uribe luce más pequeño, aún más de lo que realmente es, neutralizado por esta poderosa familia que ha contribuido a crear un verdadero monstruo comunicacional. Un show. Un clásico bodeville norteamericano con todos sus ingredientes: guerra, muerte, triángulos amorosos, poder y un poco de música pegajosa para distraer a los desprevenidos.
Es cierto, ministro Santos, usted lo ha dicho. Todo lo que hemos visto es “como una cosa de Hollywood”. Lo malo es que a veces la realidad suele superar a Hollywood…
* Periodista
luisana.colomine@gmail.com