No nos afecta que nos califiquen de desconfiados, escépticos e incluso pesimistas. Pero hasta ahora no podemos dejar de sostener que la política del presidente Barak Obama es una vuelta de tuerca de los planes colonialistas yankees en el mundo. Que se trata de un cambio gatopardiano; de modificaciones en la forma, pero que el contenido sigue siendo el mismo. Que pueda “eventualmente” sacrificar su relación con su aliado histórico Israel para mantener su control en el Oriente Medio, pero a cambio de reacomodarse con el fin de no perder el espacio ganado a sangre y fuego.
El gobierno de Obama, títere del imperio corporativo está reacomodando sus fuerzas, y para ello utiliza todas las herramientas y los actores posibles. Sabe a ciencia cierta que no puede permitir en la actual coyuntura que Israel siga avanzando en su posición como fuerza militar hegemónica en la región, porque tampoco le interesa que Irán ocupe ese lugar.
Washington sabe que la tozudez de Israel servirá a Irán para avanzar en sus planes de neutralizar esta fuerza que ha masacrado a pueblos enteros del mundo árabe y que amenaza con exterminar al pueblo palestino.
No puede el gobierno yankee permitirse un conflicto entre Israel e Irán, mientras se mantiene la ocupación de Palestina. La experiencia de Irak no fue del todo positiva para Washington.
En el escenario actual, justo cuando se están cumpliendo 61 años de Al Nakba (la catástrofe que significó la ocupación del territorio palestino por parte de los invasores del ente Israelí) aparece la propuesta de dos estados en territorio originario de Palestina, que sólo puede ser posible sí Israel accede a respetar la soberanía e independencia de la nación árabe sobre sus recursos naturales; su territorio y su población. Ello significaría que la fuerza israelí deberá retirar a sus cientos de miles de colonos de Cisjordania. Pero esto sólo puede ocurrir en un episodio de ficción.
La solución al problema, lo saben palestinos y judíos, es una nación laica, verdaderamente democrática, donde se respete la diversidad de pensamiento y criterio. Una nación con Jerusalem como capital, sin discriminación por credo o nacionalidad. Como antes de la invasión, como cuando convivían sin conflicto judíos, musulmanes y cristianos. Ello como inicio para el camino de la paz. Porque sabemos que ésta sólo se conquistará cuando las clases dominantes dejen de serlo.
Detrás del reacomodo del imperio en el Medio Oriente y su supuesto interés por fomentar la paz en esa región convulsa del planeta, se esconde lo que han calificado algunos teóricos como “la crisis terminal del capitalismo”,un sistema u orden económico, político y social que se basa fundamentalmente en el lucro, a través de la explotación. Para el capitalismo es igual invertir en alimento que en bonos. Si los últimos son más rentables que el primero y nos multiplican la ganancia más rápido, allí concentro el capital. Esa es una de las razones de la situación que vive el planeta y el origen de la hambruna.
Pero no es la primera vez que el capitalismo ha sufrido. Marx plantea las crisis cíclicas del capitalismo y ésta es evidentemente una de ellas.
Y bien explica Marx que para contrarrestar la baja de la tasa de ganancia se procura la destrucción de capitales, con guerras o por la vía económica, aumentando el desempleo y afectando la calidad del trabajo. Pero en el proceso de recuperación se “invierte” en política, mientras que se procura el saqueo de los pueblos.
He allí donde juegan un papel importante los gobiernos imperiales, como el de Barak Obama, que no por negro es bueno.
Los gobiernos de Estados Unidos, cumplen con un plan de expansión desde siempre, incluyendo el Medio Oriente. Bien lo señaló el líder egipcio Gamal Abdel Nasser en 1970, unos meses antes de ser asesinado por los traidores de la propuesta de unidad de los países árabes “El procedimiento agresivo fue el sistema adoptado por Israel, y la concreción viva de las reivindicaciones del movimiento sionista fanático y del imperialismo que le apoyó desde el principio hasta el final”. Esta afirmación aún está vigente.
Estados Unidos apoya pública o solapadamente la devastación y el gobierno actual no puede ser la excepción. Esta crisis le obliga a no quitarle de encima la mirada a las naciones de donde éste depredador pueda sacar los recursos que carece, como petróleo, gas, agua, entre otros. No le queda otro remedio que reacomodarse para no morir, por lo menos hasta que pueda recuperarse y ganar fuerzas para lanzar su siguiente estocada.
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