Ayer en la marcha una pobre señora le decía a la periodista de Ravell: “Yo llevo inyectada en la sangre a Globovisión”, otro lloraba a moco tendido porque él tiene una hija de diez años y ahora no sabe a dónde irse. La furia era bestial, incontenible. Y pues bien, ya nadie puede contra el capo Ravell, el que pregona por todas partes que este es un gobiernito, y lo dice orgullosamente porque él puede hacer lo que le dé la gana, sin problemas. Ayer se volvieron a cagar en el pueblo venezolano, y OJO, por el camino que vamos Ravell va a sacar una buena representación en la Asamblea Nacional. Y los chavistas no le estemos parando bolas a la poca gente que llevan a las marchas porque yo vi personalmente a la gente que asistió a la clausura de la campaña de los escuálidos en Chacao en las elecciones para gobernador y alcaldes y allí no había ni cien personas; sin embargo qué coñazo dieron con el Ocariz y el Ledezma.
Ravell sigue muerto de la risa con su medio que todos los días hace apología del delito, que llama presos o perseguidos políticos a violadores, asesinos, estafadores, paramilitares, narcotraficantes, terroristas,…
La orden que él le dan a los canales privados de televisión es divinizar la INSEGURIDAD; hacerla el dios de todos los días: enfocar con todo la crudeza posible en las muertes diarias, hurgar en los sesos desparramados por cualquier accidente; degustar los coágulos palpitantes de los asesinados, vivir empapados en la lluvia de sangre de los muertos que ellos mismos provocan. Ese es el verdadero candidato y programa de gobierno que la oposición esgrime diariamente a sus seguidores. Ayer vimos a un payaso lleno de pintura roja, que fue presentado como otro agredido por el “ogro desbocado”.
Si un político le mienta la madre al Presidente por un medio de comunicación eso es justo y necesario, so pena de que por cualquier movimiento que haga la Justicia para exigir respeto, se le llame entonces al mismo jefe de Estado, violador de la libertad de expresión. Si llaman ladrona y asesina a la familia del Presidente sin pruebas de ningún tipo como lo hizo el diputado Wilmer Azuaje, eso es maravilloso y hay que difundirlo a los cuatro vientos. Para eso la justicia en Venezuela es muy justa, plena, formal y agradable.
Si se escapan Pedro Carmona Estanga, Carlos Ortega, Lapi, Nixon Moreno, Manuel Rosales, Didalco Bolívar, Manuit, eso para Globovisión está muy bien porque en Venezuela no hay seguridad jurídica, aunque Carmona y Ortega hayan sido sorprendidos con las manos en la masa dando un golpe de Estado; aunque se haya probado que Lapi es un ladrón y Nixon un violador Todo esto producto de esos medios fundados sobre el palangrismo empresarial que por ello mismo no pueden ser catalogados de informativos sino de todo lo contrario. Todas las veces que han mentido a mansalva, y nunca se les pudo aplicar la justicia y ahora pregonan que en Venezuela no hay estado de derecho:
LA MENTIRA DIARIA SIN CONTROL Y SIN LEY
Eveling Trejo de Rosales denunció que los cuerpos de seguridad e inteligencia del Gobierno han hostigado a su familia. QUE LA disip la persiguía y de ahí han surgido montones de auto-atentados en el Nuevo País, El Nacional, el mismo Globovisión, “Así es la Noticia”, en los templos en cuyas cúpulas se encuentran los bastiones más sólidos de estos centros conspiradores; y el caso de la sinagoga en Maripérez urdido por la misma ultra-derecha es de los más insólitos y patéticos.
PASAR FACTURA
Aquí según la lógica de medios como Globovisión y El Nacional, el chavismo le ha pasado factura a Miquilena, a Tobias Carrero, a Luis Velásquez Alvaray, Wilmer Azuaje, Baduel, Acosta Carlez, Ramón Martínez, Eduardo Manuit, Didalco Bolívar, esa es la táctica, siempre proteger a los enemigos de la patria y a los que odian a Chávez.
El show con lo de la periodista Beatriz Adrián quedó totalmente impune: rebasó toda clase de insólitas perversiones. La idiota le batió hasta el delirio el morbo a sus propios locos y alcanzó en los locos escuálidos más popularidad que Cabeza e’ Motor quien ya se perfila como diputado imbatible a la AN.
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