Nadie sabe por qué se lo dan, el primero en no saberlo es él mismo. Únicamente lo saben los halcones del Pentágono. “Me siento honrado por el premio –fue su primera reacción-, ¿pero por favor díganme por qué me lo dan? ¿Por qué?” Obama recorre con la mente la posible razón de aquel inmenso galardón que lo ahoga, que le pesa como una plasta de uranio, que parece una burla. ¡Dárselo al presidente del imperio más asesino del mundo, más invasor, más cruel y destructor del ambiente! ¿Por qué? Pasó varias horas considerando que era una triste broma. Hay que decirle a los familiares de los siete italianos muertos en Afganistán que sus vidas las han dado por una causa supremamente heroica, tan sublime que al jefe máximo de la misma, o sea, el representante de esa noble guerra, ha merecido el Nobel de la paz. Toma. Lo mismo hay que decirle a la familia y al pueblo español que su hijo el cabo del Ejército de Tierra Cristo Ancor Cabello Santana, ha fallecido en Afganistán luchando por la más noble guerra jamás vista contra el terror. Los sostuvo claramente la OTAN: “Si la guerra está muy fea en Afganistán, hay que darle urgentemente algún aliciente al Negro; nuestro negro está muy mal…”, y allí estaba, pues, a la mano el Nobel. Con ese Nobel el negro de guiñol cogerá fuerzas morales, mucho ñeque para adentrarse ahora en Pakistán.
En realidad se trata del Nobel de la Guerra: el tipo necesita con urgencia extender la matazón a Pakistán, no es a él a quien se lo conceden sino a la gula insaciable del imperio que está padeciendo de insuficiencia de insulina bélica y la tensión arterial le baja peligrosamente. Al Negro le han metido todas las vitaminas e inyecciones atómicas o nucleares más estremecedoras y aún así el mundo se le viene abajo: lo derrotan en Afganistán, Italia y España quieren salir del “infierno talibán”, el problema de la Salud lo coloca al filo del abismo político, pierde Chicago ser sede de los juegos olímpicos para el 2016, América Latina no come putas como Micheletti, y repentinamente el grupo Bilderberg da la orden: “Al Negro, dénselo al Negro”.
A su mujer Michell simultáneamente sale en la portada de la revista “Vogue”, la más terrific del planeta: “The first Lady The World´s been wating for”. La Primera Dama que el mundo estaba esperando. La colocan por los cielos, la ensalzan como esbelta y delicada, chic y dulce. Tiene un look atractivo, “sabe disimular nuestros defectos y potenciar nuestras virtudes. Y eso es algo que Michelle Obama controla a la perfección… corte versátil y estiloso, fácilmente transformable para adaptarlo a las distintas situaciones. El cabello capeado…”, dicen los expertos en imagen. A su mujer, pues, le han dado el Nobel de la Elegancia. Qué jodedera tan grande, Dios mío, ¿y los tipos será que no se dan cuenta, que siguen el juego? La humanidad es estúpida, ¿pero será que pueden seguir con esa farsa hasta que acaben al planeta o todos estemos comiendo mierda? A fin de cuentas todos los Nobel se lo han dado a furibundos anticomunistas.
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