Los Consejos Comunales lograron infiltrar con inteligencia popular un ancianato llamado Fundación Bethania, ubicado en la vía el Rosario, en cuyas instalaciones conviven en condiciones infrahumanas más de treinta ancianos, la mayoría de ellos dejados allí por familiares que seguramente no tendrán como cuidarlo así que cancelan cifras entre tres y cinco millones para su cuidado; pero desconociendo el horror en que viven los ancianos, sobre todo los que no tienen familias y que son utilizados por los dueños de la fundación para recibir donaciones de instituciones gubernamentales. El último coordinador del centro, era un colombiano llamado Cristian Ojeda, de quien se supo por los consejos comunales que se drogaba en el recinto y antes de morir había confesado que cuidaba de los viejos, pero se aprovechaba del dinero de sus pensiones para irse a rumbear. Ojeda murió en extrañas circunstancias y días antes había advertido a los consejos comunales que sería asesinado. Gracias a las evidencias aportadas por los Consejos Comunales y la solicitud de investigación de la diputada Minna de Zacarias, una comisión del CICPC interviene la institución. Los ancianos eran maltratados, algunos dormían en el suelo y por hambre llegaron a comerse sus propios pañales y su excremento. José Astudillo, anciano de 60 años relató su drama. Tiene mal de Parkison, sarna en la piel y está solo en el mundo por ser estéril. Fue sacado por los Consejos Comunales porque su vida corría peligro. La responsable de toda esa barbarie es una supuesta psicóloga llamada Elizabeth Jaime, a quien denuncian parte de sus trabajadores de negar la comida a los ancianos sin familia y suministrar unas pastillas sin prescripción médica que les funcionaba para mantener a los ancianos dopados. Las investigaciones avanzan y la prensa ya reseñó las primeras declaraciones, sin embargo, me hago eco de esta denuncia porque algunas personas están siendo amenazadas de muerte. Los familiares de los ancianos recluidos en la Fundación Bethania deben conocer esta información, pues aunque estén pagando han dejado a sus familiares de la tercera edad en el ancianato de la muerte. Prueba de ello fue una señora a quien llamaban la Nona, una anciana italiana que murió en Bethania sin recibir atención médica, a pesar de que rogaba que la llevaran al médico, pues se sentía mal, tenía las uñas y la boca morada. En el 2008 otras personas interpusieron otra denuncia grave, pero ni siquiera se iniciaron las investigaciones. Y de esa impunidad se jacta la dueña de Bethania, pues asegura tener poder para revertir las investigaciones de cualquier institución.
En Bolívar son pocos los lugares que se dedican al cuidado de ancianos. Todos ellos deben ser sometidos a fiscalización, auditoría y además exigirles algunas condiciones mínimas para atender ancianos. Y aquellos familiares que no desean o no pueden cuidar de sus ancianos, deberían saber que el camino a la vejez es irreversible. No es un delito llegar solo a la vejez, independientemente de los motivos. Pero sí es un delito conocer estas aberraciones contra cualquier ser humano y esquivar la mirada.
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