El control de cambio es una política económica instrumentada por muchos países para proteger su moneda frente a las llamadas monedas fuertes de las naciones altamente industrializadas y una forma de compensar las asimetrías económicas derivadas de la capacidad y el poder que ellas tienen para imponer precios en el mercado de bienes y de capitales. Al mismo tiempo, el control de cambio permite a las naciones que lo practican tener la posibilidad de manejar el valor relativo de su flujos monetarios, evitar la fuga de capitales en divisas e incentivar la producción de su industria nacional haciéndola competitiva en el mercado mundial.
De allí que no sea conveniente para un país de relativo o escaso desarrollo económico sustituir su moneda nacional por una moneda extranjera, sobre todo, porque esto significaría la perdida absoluta de su capacidad para emitir masa monetaria y para controlar las fluctuaciones de precios que se dan en toda economía. Por eso resulta inconveniente e inviable la propuesta de dolarización absoluta planteada por algunos sectores políticos y económicos, en el sentido de adoptar como moneda única nacional el dólar estadounidense.
La economía venezolana tiene una doble debilidad; ser dependiente de una sola fuente de ingresos de divisas y ser dependiente en más de 70 por ciento de materias primas e insumos para la producción de bienes y servicios dentro del país.
Estas debilidades se convierten en vulnerabilidades crónicas de nuestra economía, sobre las cuales, en cualquier tiempo, pueden actuar las fuerzas contrarias al interés nacional. Obviamente, la drástica disminución del ingreso de divisas petroleras aceleró las condiciones para la ofensiva económica destructiva de las fuerzas externas con el fin de derrocar al Gobierno Bolivariano.
Hemos dicho que el control de cambio es una política protectora de la economía.
Poco tiene que ver con la ideología de los gobiernos que la han instrumentado, así pues, no es un dogma que pertenezca a ninguna corriente ideológica determinada, de forma que el control de cambio no es sinónimo de socialismo como algunos afirman.
En Venezuela el vigente control de cambio se estableció en medio del Paro Petrolero del 2002-2003, para frenar la salida de divisas y administrar escrupulosamente la asignación del ingreso existente. Dicho control se ha mantenido desde entonces con distintas modalidades, siendo poco eficiente en evitar la fuga de divisas petroleras, por diversas razones que no son el objeto de este análisis.
En la situación actual de escasez crónica de divisas que ha agravado terriblemente la realidad económica, sostener el control de cambio total, no parece tener el sentido que tuvo cuando se estableció. Porque la pregunta lógica que debemos hacernos es: ¿si el Estado no posee suficientes dólares para inyectarlo en la economía que sentido tiene controlar férreamente el cambio de estas divisas?. Junto a esta podríamos hacer otra pregunta: ¿qué sentido tiene obligar a quienes reciban remesas desde el exterior a venderlas a una tasa de cambio controlada?, ¿quién en sano juicio va a vender un dólar a 2.500.000 Bs. si alguien está dispuesto en el mercado a pagarla a 3.500.000 Bolívares?.
No tengo duda que lo que hoy se impone es un proceso de desmontaje progresivo y ordenado del control de cambio, hasta que podamos lograr el normal funcionamiento de la economía haciéndola más real y menos postiza.
Una de las primeras medidas urgentes que debe instrumentarse es la llamada despenalización del dólar, que hoy circula con prohibiciones que nadie respeta ni cumple. Legalizar esas operaciones que se dan en el mercado, en registros y notarias y cobrar el impuesto en divisas. Permitir que quienes reciban remesas en divisas las transen en el mercado con arreglo a la oferta y la demanda.
Sincerar el valor del dólar que oferta el Estado para eliminar la brecha cambiaria que se convierte en un subsidio monumental para los negociantes de divisas y se transforma en un poderoso estímulo a la corrupción.
El corolario de estas medidas es el aumento del precio del combustible hasta llevarlo en los estados fronterizos a precios internacionales para evitar que a través del contrabando se transforme en divisas que luego entran al país como marcador de las transacciones en el mercado cambiario. Esta medida se acompañaría con un subsidio al consumo en bolívares en el mercado nacional.
No dolarizar oficialmente nuestra economía es una cosa con la que estoy totalmente de acuerdo, pero no reconocer la realidad que vivimos, no aceptar que el dólar criminal y no criminal, nos ha impuesto una dinámica que deriva de nuestras vulnerabilidades crónicas estructurales que no hemos podido superar, y que dentro de esta realidad estamos obligados a movernos con flexibilidad y realismo es otra cosa muy distinta, es colocarse de espalda a la realidad concreta de todos los días y actuar en contra del sentido común. Es desconocer aquella sentencia de un brillante economista, la economía es la práctica más sofisticada del sentido común.