Medida necesaria de recuperación económica: el fin del gobierno de Maduro

 

No es una exageración, ni una ligereza de lenguaje. Tampoco un "tremendismo". Realmente sentimos y lamentamos que así sea. ¿Por qué? Quizás el béisbol sirva parcialmente de ejemplo: cuando un equipo – el país, en el caso de Venezuela – va muy mal, normalmente suele cambiarse de manager. Se busca cambiar el clima del "dugout" (la "cueva" en español) e intentar que el equipo gane confianza en sí mismo y recupere su ritmo ganador. La realidad nuestra es más grave, y lo señalamos con seriedad y sin ninguna intención de ironía: el manager es malo y el equipo es igual de malo o peor. Y ese es el mayor de los dramas que estamos viviendo.

No es un problema de antipatía hacia el Presidente Maduro o su gobierno. Ellos mismos se han venido hundiendo en sus propias limitaciones y torpezas: desprecian el trabajo y el conocimiento como valores fundamentales de una sociedad, se niegan al diálogo salvo cuando éste es complaciente, son incapaces de hacerse autocrítica y rechazan cualquier atisbo de crítica. Y, eso los lleva consecuentemente, a ser extremadamente soberbios y ciegos. Y alguien dirá: "pero siguen en el poder", sin duda pero a costa de la destrucción del país.

Ninguna persona con "dos dedos de frente", por más defensor del proceso político que se inició, con grandes expectativas, en 1998, puede pensar, a estas alturas, que el Gobierno de Maduro está en capacidad de resolver la inmensa crisis que aqueja el país. Nosotros, desde la UPP 89, hemos intentado hacer, terca y porfiadamente, un intento extremo de llamar al diálogo, más que por convencimiento propio, por obligación moral hacia el país. Creemos firmemente que, a pesar del abismo de diferencias que tenemos con el gobierno, hay que hacer un esfuerzo de entendimiento en función del bienestar nacional. Y, sin embargo, sólo hemos conseguido silencio e indiferencia, los cuales eran de esperarse.

¿Por qué somos tan negativos o pesimistas ante los recientes anuncios presidenciales? Porque cualquier Plan de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad, más allá de su coherencia conceptual, que el propuesto por el Presidente Maduro no la tiene en lo absoluto, debe cumplir, cuando menos, con los siguientes requisitos:

  1. Re – industrializar el país y reimpulsar la agricultura; es decir, reconstruir el aparato productivo nacional.
  2. Conseguir financiamiento externo con el propósito señalado en el punto anterior.
  3. Propiciar la entrada de inversión extranjera directa que complemente la inversión nacional.
  4. Tener la capacidad de convocatoria del país, en su conjunto, para lograr el éxito de un plan de ajustes económicos.

Lo hemos dicho, y repetido, un país que no produce nada o produce muy poco no podrá frenar la inflación, ni sostener el poder adquisitivo del consumidor. No se trata de encontrar "fórmulas mágicas", ni de "descubrir el agua tibia". Ni se requiere ser economista. Es un asunto del más elemental "sentido común". Así de simple.

Para lo antes señalado es necesario tener CONFIANZA en el gobierno, en su capacidad, en su honestidad, en su propósito de enmienda, y – lamentablemente – el gobierno del Presidente Maduro la ha perdido. Y, a estas alturas de su gestión, ya nadie, o casi nadie, le cree, independientemente de una votación electoral que ha obtenido, por vías quizás legales pero nunca legítimas desde una perspectiva ética. Por eso decimos que la primera, y la más necesaria, medida de recuperación económica es el FIN DEL GOBIERNO DE MADURO. Y que venga otro gobierno, como el arquetipo del héroe mitológico, con el alma pura e inocente, el espíritu temerario y valeroso, que no conozca el miedo, y que esté dispuesto a asumir una tarea que requerirá de una fuerza y una voluntad inquebrantables.

Realmente a pesar de las inmensas diferencias que tenemos y nuestra indignación constante hacia lo que el Gobierno y el PSUV representan como negación – diríamos, casi absoluta – de lo que es la VALORACIÓN ÉTICA DE LA POLÍTICA, nuestro verdadero deseo es que el proceso político actual, que tanto hemos defendido, no hubiese llegado a los niveles de degradación irreversible a los cuales ha llegado. Y nosotros no tenemos la culpa de ello, más bien hemos luchado para que no sea así, mientras muchos otros han callado por cobardía o por conveniencia. Allí está el testimonio sombrío, la herrumbre y el óxido, de la corrupción, de la claudicación moral, de la arbitrariedad, de la impunidad, del usufructo y del abuso de poder, de la mentira, del desorden, de la improvisación, de la indolencia.

En política, es una premisa inmemorial y eterna, cuando se han hecho pactos y compromisos oscuros, se es esclavo de dichos pactos. Siempre tengo presente, como temprana enseñanza de la práctica política, la sentencia del dios de los dioses, Wotan, de la mitología germánica, cuando exclama con dolor, y con resignada sabiduría, ante los errores cometidos: "Por los pactos Señor, de los pactos, esclavo soy". Y la única redención posible, como lo decidió conscientemente, con inmensa grandeza de alma, era su fin, el de él y el de los demás dioses.

Hace rato que el gobierno y su dirigencia política le vendieron su alma al diablo, por codicia y ambición, y el camino también lo dice la literatura, no sólo la mitología, en el "Fausto" de Goethe, en "El retrato de Dorian Gray" de Oscar Wilde o en "La piel de zapa" de Balzac es el FIN de lo que ya no tiene posibilidades de redención.

No olvidamos la tremenda exclusión social del período 1958 – 1998 pero lo que fue la principal virtud de los últimos 20 años, saldar la inmensa deuda social heredada, es hoy sólo un recuerdo frustrado, luego de muchos logros alcanzados. ¡Qué vengan nuevos "incansables trabajadores", con el "alma invicta", "que comenzarán por los horizontes donde el otro se ha hundido (A.R.)", a labrar el destino que Venezuela demanda!

"Los gavilanes que gritan sobre los precipicios y giran buscando su presa son la única imagen que se me ocurre para evocar a los hombres que (hoy nos) juzgan, legalizan y gobiernan (A.M.)"



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Reinaldo Quijada


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