Pandeumonio Económico

Almeria 04/04/2020

Desde el abandono del patrón oro la economía mundial funciona sobre dos circuitos. Uno es el circuito real relacionado con la producción de bienes y su comercio. Ese circuito se ha desplazado del Occidente industrializado al Oriente, donde ahora están las fábricas del mundo.

El otro circuito es el circuito financiero, centrado en New York y Londres, que desde el abandono del patrón oro no puede ser otra cosa que la circulación de un dinero fiduciario. El dinero fiduciario, sin un valor intrínseco, es aceptado por la confianza que inspira quien lo emite o sea que en el fondo no es más que crédito y la contraparte del crédito se llama deuda.

Este simple razonamiento explica porque la parte más abultada de la economía mundial es un circuito financiero, cuyo crecimiento en las bolsas no es más que promesa y deuda.

En Occidente se quedó una economía basada predominantemente en los servicios y con protagonismo del sector financiero; en ambos casos estamos hablando siempre de servicios. Los servicios se caracterizan por ser definidos como actividades intangibles que tienen un valor. Como son intangibles, no pueden, por lo tanto, ser acumulables: servicios son prestaciones tales como llamadas telefónicas, viajes, consultas médicas, distribución y transacciones financieras.

Esa repartición de la economía mundial cuyo valor y equilibrio se contabiliza en dólares, una moneda de circulación fiduciaria que es, por es una moneda que fluctúa según el crédito que merezca y como el crédito depende de las deudas, el uso del dólar es inherentemente inestable. Contabilizar la riqueza mundial en dólares es casi igual a que contabilizásemos y guardásemos toda la riqueza a crédito, lo cual como cualquier tendero sabe es una receta segura para la ruina.

Una próxima ruina mundial causada por excesivo endeudamiento del sector financiero. Sobre esa amenaza nos vienen advirtiendo desde el 2018-19 los informes emitidos por el FMI en Washington, la OCDE en Paris y el IBS en Basilea.

Con un simple almanaque se puede comprobar que cada vez que colapsa el sector financiero sucede una guerra mundial. Suceden para que en medio del desorden que sigue la ruina general, los banqueros puedan hacer de sus deudas; borrón y cuenta nueva.

Estaba previsto que el colapso del circuito financiero mundial debía ocurrir en 2020.

De ocurrir, como era de esperar, una guerra mundial en 2020, necesariamente iba a envolver en llamas el Cercano Oriente, un hecho que no convenía a ninguna de las verdaderas grandes potencias del 2020 (Rusia, China, EEUU).

Por eso en lugar del habitual pandemonio bélico surgió un nuevo virus en el corazón de China que en medio de un insólito despliegue propagandístico en la prensa mundial en dos meses se expandió, por medio de simples contactos personales al resto del mundo hasta alcanzar rango de Pandemia Mundial, todos pudimos ver como de manera orquestada en dos meses se fue aterrorizando a la opinión pública mundial con una contabilidad detallada de la morbilidad fatal del nuevo virus. El objetivo evidente de esa campaña era para que el mundo aceptase, como ejemplo preventivo, el método del gobierno comunista chino para combatir la expansión de la epidemia. Método radical de efectividad discutible, visto que la infección estuvo concentrada al inicio en una sola ciudad. Encerrar bajo arresto domiciliario a toda la población, esa medida radical es posible imponerla en una sociedad libre, con el pretexto de la salud, solo después de una campaña masiva de miedo. Ese hecho, que ahora se quiere presentar como un heroico sacrificio colectivo, igual constituye un pésimo precedente.

Pandemias Mundiales han ocurrido antes, pero es la primera vez que se orquesta una campaña de atemorizar para justificar con el espantapájaros de proteger la salud pública la suspensión de toda actividad económica a escala mundial. Con esa medida sin precedente histórico a quién responsabilizar al COVID-19 por el colapso ya anunciado del sistema económico mundial. Un colapso que en realidad es debido al exceso mundial de deuda impagable del sector financiero. Una deuda que alimenta el uso mundial una moneda basada en el crédito.

Todo el asunto de la Pandemia del CONVID-19 parece un cuento chino que estira las costuras de la credibilidad, cuyo propósito es escudar con otro culpable al actual sistema financiero internacional de cualquier reforma o castigo por su evidente responsabilidad en el anunciado inminente colapso de la economía mundial y la espantosa recesión que vendrá.

La cuarentena mundial es un ensayo y un precedente para reprimir las masivas convulsiones sociales que producirá la próxima crisis económica



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Umberto Mazzei

Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Florencia (Italia ) y Profesor Emérito de Relaciones Económicas Internacionales del Instituto Sismondi de Ginebra (Suiza)

 umbertomazzei2@mail.com

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