La soberanía alimentaria

En este artículo me referiré a un problema que nos preocupa desde hace muchos años y que lamentablemente no lo hemos podido resolver, a pesar de los esfuerzos de muchos "especialistas", se trata de la soberanía alimentaria. No cabe duda que, cuando se intenta solucionar una dificultad y se han escogido varias vías y no se llega a la solución adecuada es porque se no se escogió el camino apropiado. Tal como lo he referido muchas veces, no soy especialista en nada, mi título de "doctor en ignorancia" me obliga a no hablar sobre tema que no conozco. El escrito a continuación es el aporte de un amigo residenciado en Almería (España), el señor Francisco Cantón, experto en producción de alimentos, quien intenta proporcionar una ayuda a los interesados en el tema. Para tal fin utilizará un recurso muy ameno, como un cuento llamado "Amor conuquero". Les dejo a continuación el relato.

AMOR CONUQUERO

Si algo está claro a estas alturas del siglo XXI, es que no hay actividad más digna sobre la faz de la tierra que dar de comer a los demás. Sin embargo, y en función de que el reconocimiento social, esta labor no está al nivel de que entendamos lo que corresponde. Cabe preguntarse ¿qué hacer para que haya una justa correspondencia? Aún con anterioridad, también cabría que formularse la pregunta ¿Qué podemos estar haciendo mal para poder corregir? En su día, nuestra reina del Conuco trasladó una pregunta al grupo de wasap que aún espera respuesta, y que se concretó en, ¿Qué puede hacer el pequeño agricultor desde su parcela para reivindicar el papel histórico que le corresponde como productor de alimentos y que tenga el reconocimiento social que históricamente debería tener? Creo que ha llegado la hora de tratar al menos, de encontrar una respuesta coherente; de esto tratan estas líneas. Desde la modestia de estos párrafos y esperando los aportes correspondientes, dos aspectos son cruciales en este momento. Hay que poner todo el empeño en recuperar la soberanía alimentaria, entendiendo por esta que no pueda haber un solo compatriota que se vaya a la cama con el estómago vacío. Una segunda cuestión no menos importante que la anterior, es que de una vez por todas, sea el pequeño agricultor y el ganadero, conuquero al fin, el verdadero protagonista de su historia, y que no sean otros quienes la escriban. Para esto, no queda otra cosa que es organizarse, y como no, con compromisos personales y propuestas concretas, vayamos a ello.

Nuestros jóvenes, y particularmente nuestros hijos, no ven un futuro cierto en el relevo generacional; solo atisban en el horizonte un mundo de incertidumbres e inseguridades que para nada son una invitación a convertirse en agricultores porque consideran que, dedicándose a esto ni siquiera cubren sus necesidades básicas, mucho menos otras, que aunque desde nuestra percepción adulta las podamos considerar superfluas, como pueda ser disponer de un celular inteligente en el bolsillo. Es evidente, ellos las perciben desde otra óptica. ¿Cómo afrontar el dilema que se nos ofrece a la vista con tantas dificultades externas y las más cercanas, como son la falta de hábitos de cooperación con nuestros iguales más cercanos? Partamos de la base, que espero compartirla con la mayoría de los lectores, que "el órgano más sensible del cuerpo humano, es el bolsillo", no admite desacuerdo posible. Aceptada esa premisa básica, tenemos que abordar la pregunta más importante que podemos hacernos, la cual se focaliza en: ¿cómo acortar el diferencial de precios que percibimos por nuestras frutas y hortalizas, y el que finalmente paga el consumidor final por esos mismos productos? La conclusión definitiva pasa por reconocer que el legítimo receptor de ese diferencial de precios debería ser aquel que produce el alimento con sus propias manos. Es desde éste punto de partida que nace el "cuento" basado en una historia real y paralela, del "Conuquero enamorado".

Había una vez un conuquero cuya finca no distaba de su aldea más allá de una hora de caminar, mañanas y tardes consecutivas, desde su humilde vivienda al conuco y viceversa. El joven era soltero y aunque sus necesidades personales no se extendían más allá de lo básico, mantenía una cierta diversidad en la producción que pasaba por frutas y verduras variadas y la cría de animales menores. Así mismo, incluía algunos patos y truchas que nadaban en un pequeño reservorio que alimentaba de agua sus sembradíos. En ocasiones se encontraba con situaciones excedentarias de algún que otro rubro; pero a su vez contaba con la dificultad añadida de no disponer de medio de transporte para poder ofrecer a sus vecinos, en su retorno al hogar, sus frescas frutas y hortalizas sobrantes para su sustento...Limítrofe a su conuco, había un compañero de profesión, que si bien disponía de menos superficie, también gestionaba bien sus cultivos, y aun estando casado generaba producción suficiente para la cobertura de las necesidades básicas de su vida conyugal; porque además contaba con el burrito Platero como medio de transporte. En ocasiones ambos vecinos se visitaban, e intercambiaban huevos por truchas, o cambures porzanahorias; resultado de todo esto fue que ambos domicilios y basados en el trueque, contaban y disponían de una diversidad de frutas y hortalizas, ausentes en otras casas de la aldea.

Finalmente, ocurrió algo muy importante en el ir y venir juntos compartiendo el mismo trayecto día tras día, cuál fue el reconocimiento propio en la figura del otro, ¿avatares del destino? o ¿consecuencia de compartir los mismos problemas? La cuestión es que llegaron a un acuerdo, utilizarían al burrito Platero como medio de transporte común, trasladarían cada día sus excedentes a la aldea, y Mery, así se hacía llamar la compañera del vecino casado, se ocuparía durante las mañanas del día siguiente de las ventas y recoger los pedidos para la siguiente jornada de sus vecinos, convertidos también en clientes. Ante los buenos resultados económicos de su colaboración y de los progresos evidentes de la fórmula empleada, otros conuqueros se interesaron por la experiencia, y se fueron sumando a la iniciativa de suministro a toda la población de la aldea, generando al paso, nuevos puestos de trabajo, evitando con esto la emigración de las nuevas generaciones a los ranchos urbanos. Con el paso del tiempo fueron ocurriendo sucesos que cambiaron la escenografía colectiva e individual de cada uno de los involucrados, años atrás. Por poner un ejemplo, no había niños correteando por las calles de la aldea, ni en otras aldeas había conuqueros organizados a la manera de los protagonistas de nuestra historia. De manera que este relato que terminó felizmente, se la conoce en su ámbito geográfico como el enamoramiento conuquero, porque, aunque nunca fue declarado de viva voz, la inoculación del amor se fue introduciendo en el quehacer cotidiano de los habitantes de la provincia y tanto productores como consumidores se fueron reconociendo en el abrazo fraterno del reconocimiento mutuo de justicia. Mención aparte merece el nacimiento de la primera niña y sucesivas en la población, ausentes por años en aquella aldea desconocida, fruto de la seguridad y estabilidad económica que fueron percibiendo con el paso del tiempo Mery y Magüel, padres de la niña, y pareja dueña de Platero.

En cuanto al futuro de su hija, a la niña la bautizaron con el nombre de Esperanza y de ahí que esta historia derivará en conocerse con el nombre la cual se le señala, y que está resaltado en el título al comienzo y en estas mismas líneas...Que ningún lector que haya llegado a la lectura final de ésta historia, tenga la menor duda de que será gente pequeña, aún dispersa, la que haciendo cosas pequeñas de manera coordinada, cambiará el mundo...solo hay que creérselo ¿quizá por aquello de que la fe mueve montañas?...manos a la obra. Colorín colorado, esta historia se ha acabado...

Esto es mío: gracias a Francisco por su aporte. El relato anterior muestra los logros de un colectivo con intereses comunes, siempre y cuando las personas estén dispuestas dejar de lado el individualismo y reconocer el valor de la jornada del compañero en función de una meta. Bien lo refirió mi comandante Chávez: "Ahí está el futuro, ahí está el más grande potencial para el desarrollo, a través de la agricultura; y no solo para producir alimentos, sino para producir". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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