Las políticas educativas del Gobierno Bolivariano hasta ahora se han centrado en la ampliación de la oferta en educación formal, como una forma de compensación social por los años de exclusión a que fue sometida la mayoría de la población durante siglos. La exclusión, dicho sea de paso, no la inauguraron los adecos y los copeianos en nuestro país. Esto hay que aclararlo, no vayamos a creer que antes de la IV República las cosas eran diferentes. La segregación en la escuela y la exclusión de los pobres de la educación formal nació junto con las primeras ciudades fundadas por los españoles después de la invasión a nuestras tierras. A pesar de las declaraciones retóricas, los discursos pomposos y las leyes progresistas, las niñas y niños venezolanos hijos de los pobres han sido víctima de un proceso continuado e intensivo de exclusión de los bienes educativos. Porque, además las pocas veces que tuvo acceso a la escuela, se le enseñaba en ella menos que a las niñas y niñas de los ricos.
Para muchos el problema de la educación se reduce al número de días del año escolar, al acceso a alimentación en la escuela, a la duración del día escolar, a la construcción de escuelas, al número de estudiantes sentados en un pupitre por año escolar, al acceso a la educación universitaria, etc. Es decir, se reduce a problemas que se pueden cuantificar de manera simple y directa. Se piensa que se está resolviendo el grave problema de la educación mostrando incremento en esas cifras. Se estaría avanzando en educación si este año el año escolar tuvo más días hábiles que el año anterior, si este año ingresaron más niños y niñas al Primer Grado de Educación Primaria que el año pasado, si este año se repartieron más uniformes y pares de zapatos que el año pasado, si este año se consumieron más litros de leche y más kilos de comida en los comedores escolares que el año pasado, y pare usted de hacer comparaciones de este tipo. Entonces, cuando se llegue al límite de días en el año escolar, al máximo número de niños y niñas en primer grado, cuando ya no se puedan tomar más litros de leche ni comer más kilos de comida en las escuelas, entonces el progreso educativo se habrá detenido. No es que todo lo anterior no sea importante. Se trata de condiciones necesarias pero no suficientes. Tenerlas satisfechas nos provee de la base material necesaria para una mejor educación, pero no la garantizan. Podemos tener niños y niñas que asistan 220 días al año a clases, que estén de 7:00 am a 4:00 pm en la escuela todos esos días, que desayune, almuercen y merienden en la escuela, y que sean unos perfectos ignorantes y malos educados.
¿Qué más hace falta? La pedagogía. Lamentablemente hemos fallado en esta materia. Podemos decir que tenemos esta materia pendiente. Hubo un primer intento con el Proyecto Educativo Nacional (PEN). La derecha, tratando de reproducir épocas pasadas, se alzó en contra del PEN y salió a la calle a protestar. Esa fue la primera excusa que tuvo el oposicionismo para manifestar en las calles en contra del Gobierno de Chávez. Además, el PEN fue elaborado antes de la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana, muchos de sus planteamientos quedaron como inconstitucionales. Pronto quedó en el olvido incluso entre las filas oficiales. Hubo un segundo intento de elaborar una propuesta pedagógica durante la gestión de Aristóbulo Iztúris frente al entonces Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. El Profesor Armando Rojas, entonces Viceministro, estuvo al frente de ese intento. Lograron avanzar en su elaboración y recibieron muy pocas críticas de parte de la derecha. Algunas de esas ideas pedagógicas están recogidas en los documentos oficiales sobre las escuelas bolivarianas, los liceos bolivarianos y las escuelas técnicas robinsonianas. Su concepto central era en el continuo humano. Más recientemente surgió una tercera propuesta, el Currículo Nacional Bolivariano (CNB) elaborado durante la gestión de Adán Chávez al frente del Ministerio del Poder Popular para la Educación. A diferencia de la propuesta elaborada en tiempos de Iztúris, ésta recibió duros ataques de parte de la derecha. Se coló a la prensa versiones previas del documento, circuló por Internet una versión que nunca se supo si realmente era oficial. Se hicieron discusiones en las escuelas y liceos con profesores y maestras. Se publicaron miles de ejemplares de varios documentos curriculares. La derecha atacó con todas sus armas esta propuesta, como siempre, se falseó su contenido y se llegó a ridiculizar algunas de sus partes. Tenemos que reconocer que esos documentos tenían en algunos casos serias deficiencias. Tanto dio la oposición que le propio Presidente Comandante Chávez, tomando en cuenta el escenario electoral, ordenó la paralización de la implantación del CNB e incluso destituyó a su hermano del MPPE. Como vemos, los tres intentos más importantes de establecer una pedagogía que guíe el proceso revolucionario en materia de la educación formal han fracasado. Además, no ha habido continuidad entre ellos, cada uno ha tratado de comenzar de nuevo ignorando lo hecho con anterioridad por el mismo gobierno. Tenemos la tarea pendiente.
Todo lo dicho anteriormente lo digo como una crítica constructiva. Mi intención al señalar estas debilidades es que a partir de su reconocimiento las superemos. He puesto toda mi disposición a colaborar en la construcción de una pedagogía revolucionaria. He colaborado en lo que he podido cuando me lo han pedido y cuando no me lo han pedido también. Soy de la opinión que no podemos esperar más tiempo y que no podemos darnos el lujo de fracasar por una cuarta vez en el intento. Rescato de lo hechos hasta ahora que no nos hemos quedado con los brazos cruzados. Tal vez hemos errado, pero no hemos detenido la búsqueda de un camino mejor. Espero que la Ministra Jennifer Gil se ponga al frente de la elaboración de la pedagogía revolucionaria que necesitamos, de la reforma curricular que la sociedad socialista requiere, de la elaboración de los textos escolares que la soporten y de la formación de profesores y maestras que necesita para instrumentarla, evaluarla y reformarla en la práctica, desde la escuela. Porque educar es algo más que construir escuelas y repartir vasos de leche.
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