Aunque los adversarios del Gobierno venezolano no quieran admitirlo, es innegable que uno de los mayores logros de la Revolución Bolivariana es el proceso de inclusión y masificación del sistema educativo en todos sus modalidades y niveles, cuestión que es comprobable cuando en las más difíciles o remotas regiones de la geografía nacional hoy día cursan estudios de Básica, Media Diversificada y Superior, cualquier cantidad de ciudadano de todas las capas sociales, pero mayormente los de menos recursos económicos.
Obviamente que existen errores y seguramente en algunas partes las cosas no se dan como deberían en el mejor de los casos o tienen fallas; cuestión que sucede en todas las acciones propias de los terrícolas que habitamos el planeta tierra… “errar es de humanos”, aunque se tengan las mejores intenciones. Lo cierto es que son muchos los que habiendo desertado del sistema escolar desde hace muchos años, ahora pueden incorporarse y un lote numeroso ya se ha graduado de bachillerato o en varias profesiones universitarias.
Pero siempre hay un “pero”; y, en nuestro llano cuando se está haciendo algo y surge algún asunto desagradable se acostumbra a expresar: “le cayó una mosca al guarapo”… pues bien, en el caso de la Educación ha “caído la mosca en el guarapo”; ésta se traduce en una práctica muy negativa por parte de algunos docentes que ejercen en Media Diversificada y Superior. La situación es ocasionada por la misma dinámica de la masificación educativa que ha incorporado profesores sin una buena preparación para dictar clases o, los mismos son de aquellos que ejercen la docencia tipo “mata tigre”, es decir, atienden varias responsabilidades a la vez dejando la de dar clases en Segundo o Tercer lugar. Tal hecho implica que para “cumplir los objetivos” descargan en los estudiantes un sinnúmero de responsabilidades no congruentes con los contenidos curriculares. Así entonces encontramos asignaciones que consisten en organizar eventos por parte de los estudiantes, cargando éstos con todos los gastos, que incluyen con carácter de obligatoriedad: Confección de uniformes, promoción mediática, decoración de ambientes, alquiler de Mobiliarios y aparatos de sonidos, así como la elaboración de diversos tipos de comidas y bebidas en cantidades similares a un banquete de reyes.
Con lo anterior no pretendemos caer en la generalización mediocre y negar entonces los eventos culturales al cierre de año o semestre escolar, lo cual es muy bueno y gratificante. Aquí queremos puntualizar en aquellos hechos que lesionan el escaso patrimonio económico de las familias de muchísimos adolescentes, jóvenes y adultos, quienes desean caminar hacia el horizonte de un mejor porvenir y salir adelante mediante la conquista de un título y el ejercicio de la correspondiente profesión.
Consideramos una falta de ética profesional exigir a estudiantes de muy limitados recursos económicos que eroguen cuantiosas sumas de dinero para organizar eventos que les permitan lograr 10 % o 20 % de la ponderación establecida para aprobar una asignatura. Eso es un atentado contra las oportunidades de estudio de los sectores más populares y es una práctica miserable que lamentablemente, también es implementada por los propios hijos de las clases populares, quienes habiéndose graduado se dejan llevar por la ambición, la mezquindad y el oprobio. Estos “malos hijos” una vez profesionalizados creen haber trasmutado en seres superiores y sus títulos los utilizan para explotar y someter a su propia clase social. No se dan cuenta que los títulos no hacen a la gente, es la gente la que hace los títulos.
No soy anticlerical ni intolerante religioso, pero tampoco soy de los que al estilo de la parábola de Epulón, el rico y Lázaro, el pobre, esperan los dictámenes de un ser superior, que castigue en el más allá la conducta de los que disfrutan en este mundo a costa del sacrificio de los pobres, mientras en contrario los oprimidos deban esperar el fin de su existencia sufrida – “que estiren la pata” - para que disfruten del edén y la abundancia. En consecuencia es necesario que los estudiantes y profesores rescatemos la esencia de las organizaciones que nos agrupan y hagamos resurgir aquellos valores que nos caracterizaron en los momentos más significativos de la historia venezolana y latinoamericana; recordar por ejemplo el manifiesto de la juventud de Córdoba en Argentina, (21/Junio/1918) y decir: “Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y por consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden.”; “La única actitud silenciosa, que cabe en un instituto de ciencia es la del que escucha una verdad o la del que experimenta para crearla o comprobarla.”
Nuestra Democracia Revolucionaria, Participativa y Protagónica, implica asumir la corresponsabilidad del texto constitucional y en consecuencia debemos combatir, desde cualquier lugar y en cualquier momento, la falsa moral o la moral falsa de algunos que ejercen el fariseísmo profesoral y son la máxima expresión de la “indigencia de ideales.” Esa tarea es común para estudiantes y profesores, los primeros por ser afectados directamente y los segundos porque esa práctica crea máculas sobre la profesión que escogimos como forma de vida e instrumento de lucha para vencer al oscurantismo y el oprobio, haciendo posible luego la insurgencia del progreso, la justicia, la paz y la alegría de una sociedad socialista.
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