La copiosa y legendaria diversidad de métodos, artes, técnicas, añagazas, estratagemas y demás embelecos atávicos del puntofijismo para mantenerse de pie durante medio siglo en Venezuela (dándose golpes de estado para tumbarse entre ellos, jodiendo al pueblo, acicalar la postal de un país dueño de todo y de nada, pero entreguista; rico pero pobre, de plácemes con el Imperio y confeccionando la Gran Venezuela, la del capital y el espejismo petrolero), debe haber sentido una súbita crisis de naftalina, concentrada en los anaqueles donde reposaba como un peluche lagañoso en las respectivas casas (perdón, residencias) de Ramón Guillermo Aveledo, Omar Barboza, Ledezma, Ramos Allup, Paulina Gamus y vaya usted a saber de cuántos más zombis con derecho a salir de sus sarcófagos para, al estilo de Gonzalo Barrios, dictar cátedra en la MUD.
“¡Que vaina con estos párvulos”, le diría Doña Isabel Carmona a Madame Corina Parisca de Machado, “no nos paran ni media bola!”. Y la verdad es que las comprendería si yo fuera Andrés Velásquez y no Pablo Medina. Si mi lengua fuera (dios me salve el lugar) la del Walesa de la antigua Fábrica de Tubos de SIDOR, mandaría a la porra a estos chamos que se han cosido la boca a media, y esgrimiría ante la MUD(a) un anatema con basamento psiquiátrico forense para introducir en la agenda (siempre) golpista el tema de las mitades (o el de la puntica, o el del “sólo la cabecita”, porque lo demás es para el vaya y vuelva). La mitad no es siempre garantía de expansión. Miti y miti es una verdad aplicable a la disolución de un pacto, de una comunidad de intereses amorosos, económicos, estrictamente familiares y convencionales y hasta sacramentales. “Dame la mitad”, “te doy la mitad si me das el resto que no has mostrado”: así se expresa en el bar, en el intercambio del secreto lúdico. Vamos a relativizar las cosas!
Claro, Velásquez sólo tiene su globo terráqueo, así que no tiene como competir con estos carajitos que para radicalizarse escogieron coserse la mitad de los labios superiores, esperando que, como pioneros que son de esta fase superior de la huelga de hambre, Ramón Guillermo o Ramos Allup, o en su defecto María Corina Machado, irían a tejerse con pabilo la boca (¡falta que les hace!) Pero todo ha sido en vano. Sólo Juan José Caldera ha advertido en secreto el riesgo que corren los asalariados de la MUD si, en vez de la boca, deciden coserse la mitad de los glúteos, pues no podrían deponer los cachitos de jamón de pavo con queso crema y esa, muchachos, tampoco es la idea. A menos que hagan huelga de hambre de verdad verdad y sólo así tendría sentido la costura de los glúteos hasta la mitad, porque habría que conservar una rendija para la ventilación de los pedos que se almacenan en la cavidad toráxica.
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