La relación de lo ético que he venido tratando, la crisis de las universidades (que son crisis de sus autoridades o dirigentes, pues los edificios ni la instituciones tienen la crisis negativa) i el caso del Dr. Humberto Fernández Morán, casi totalmente expuesto, ya que mi biografía premiada no se difundió por la escasa edición que tuvo, la que debería tener, según las bases del concurso, de 3.500 libros, solamente se publicaron 1.000, la mayoría consumidas por las relaciones de Fundacite con otras instituciones científicas nacionales e internacionales. Además, me duele decirlo porque sus dirigentes han sido excelentes amigos que me aprecian, las limitaciones económicas han impedido cumplirme dos promesas: primero, reeditar la primera edición solamente variando el tamaño de la letra del prólogo que, no sé por cuál causa, fue más pequeña que el resto; i segundo, reeditar el libro con algunas correcciones o agregados, especialmente un capítulo más, (Capítulo XI) narrando mi visita a Estocolmo ya próxima la muerte del gran venezolano narrando sus sentires de los últimos meses o días, i luego del deceso, la traída de sus cenizas a Maracaibo, porque por voluntad suya, había exigido reposar en la tierra que lo vio nacer, al lado de sus padres. Debo aclarar sí, que durante la Asamblea Nacional Constituyente, como no pude ver personalmente al presidente (que la gente de oposición decía que todos los días iba a influirnos), le entregué un ejemplar autografiado para el mandatario i su esposa e hijos, precisamente con la constituyente i esposa Marisabel Rodríguez de Chávez a quien conocía i tenía amistad desde la campaña electoral. No sé qué pasó, pero el libro no llegó a manos del presidente, porque estimo que me hubiese manifestado su recibo i algunas palabras de consideración. Lo mismo que un álbum de muchas fotos de los instrumentos, microscopios, libros, depósitos en distintas ciudades, etc., que entregué a su hermano el Prof. Adán Chávez Frías i de lo que nunca supe absolutamente nada. Solamente que, cuando llega una oportunidad como esta decisión de la viuda del sabio venezolano, ayer el Brujo de Pipe, ayer ignorado aunque ganara el premio científico más grande que existe, el “John Scott”; ignorado cuando ocupó la cátedra de Biofísica de la Universidad de Chicago con carácter vitalicio, en la que ejerció docencia Enrico Fermi, ignorado cuando la Universidad de Cambridge le designó el científico más destacado del año o cuando el invento del bisturí de diamante, olvidado mientras estuvo enfermo en varias oportunidades i olvidado casi hasta morir, ahora todos quieren ser lo que apenas en el Zulia, durante años hizo por su obra el Dr. Manuel Matos Romero o el Prof. Henry Valbuena un notable profesor de Secundaria, i al final el rescate narrado i los pocos venezolanos que estuvieron a su lado hasta el final. Luego han aparecido otras cortas biografías, algunas de valor, pero que entre los personeros i científicos que trabajaron a su lado, durante años nada hicieron por apoyar los sueños i proyectos de este verdadero sabio de Venezuela i el mundo.
Precisamente, el poco conocimiento que nuestros profesionales universitarios tienen de la ética, cuando al lado de lo científico en constante progreso, sobre todo en la cirugía i en la tecnología que ayuda de manera maravillosa al diagnóstico, el profesional olvida que el acto médico i la Clínica Médica, que sigue siendo reina en medicina, el encuentro primero con paciente, o el hombre enfermo con el profesional de la medicina, con el médico, es obvio en ese momento, que no entran para en nada estos adelantos, i siempre le pregunté a mis alumnos: ¿Por dónde empieza la relación médico paciente, de lo cual hai libros estupendos como el de Laín Entralgo (La relación Médico-Paciente) i la mayoría decían que por hacerle la historia, por hacer un buen interrogatorio, por exigirle que exponga con claridad su padecer, prometer dejarse examinar correctamente, etc., i yo les respondía: todo eso es cierto como etapas de comienzo; pero lo primero es estrecharle la mano, saludarlo como persona, mirarlo como un ser humano que sufre i necesita ayuda i hacerle sentir que se establece no una simple simpatía, sino que lo ideal es la empatía, situarnos mentalmente en el lugar de ese ser humano especialmente situado en la existencia, como decía Blanco Soler o Weizsäcker. Así nace una confianza i una responsabilidad, que son la base de toda relación en el afán de curar, aliviar i consolar, porque siempre llegará el momento en el cual la muerte es inevitable, como seres mortales que somos. Por eso les recordaba la valiosa contribución de la Dra. Kübler-Ross al trato esencialmente humano, con los pacientes terminales. Entonces, como este escrito no pretende ser parte de una clase, sino una referencia básica, la otra condición de los hombres buenos (recordemos a Osler) para ejercer la medicina, es verla desprendida de los más bajos intereses sociales, especialmente en lo referente a los honorarios profesionales que, precisamente por ser una necesidad incuestionable para el profesional que necesita una buena calidad de vida i de ingresos (donde por ahora estamos fallando), no se les llama pago, ni cancelación monetaria o cobro de servicios, sino honorarios, en el sentido que deben responder a hacerle honor a esa relación humana que se establece entre paciente i profesional de la medicina. Por eso, en los regímenes donde el Estado pueda ver en gran parte de la salud de su pueblo, come se intenta en el socialismo, el médico se sentirá mejor, como me sentí personalmente trabajando en el Seguro Social (durante 30 años) i no teniendo que estar pendientes de las fluctuaciones de honorarios. Fernández Morán, como investigador, i científico, no vivió esos problemas, excepto en un período relativamente corto, recién graduado i en el Hospital Psiquiátrico de Maracaibo (el Manicomio, como se decía), pero siempre que podía influir en sus alumnos en el campo de lo ético, pensaba que la profesión médica jamás puede tomarse en el sentido capitalista como una fuente de grandes ingresos. Personalmente comprobé en Estocolmo, la sobriedad i modestia con la cual vivía, cuando ya era una figura universal, i un hombre de cultura, apasionado por el arte (escribió sobre Arturo Michelena) por la poesía (escribió sobre Ramos Sucre), así como por la literatura i la música. Recuerdo la sencillez i humildad con la cual nos dijo en su pequeño apartamento en Estocolmo, su vida Anna Browallius: “No sé qué pensará la gente, pero estoi convencida de que mi marido, era un genio”. I algo similar le dijo a Rodríguez Mota, en una entrevista grabada, allá en la bella ciudad de islas i de frío. Por todo esto pienso que, la crisis universitaria es de los hombres que llegan al poder universitario, más por figuración que por amor a la patria, a sus valores i especialmente a los hombres más notables en cualquiera de la faenas creativa que ofrece en oportunidad la vida. Si todos pensaran un poco más, en lo corto que es la vida, aunque se viva lo que Saramago o Ernesto Sábato que llegó a los 99 años de edad faltándole mui poco para llegar a los 100 años, dijo esta frase hermosa i lapidaria:
“la vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse”.
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