Fui invitada recientemente a un acto académico de premiación a investigadores por la Asociación para el Progreso de la Investigación Universitaria (APIU). A estas alturas de mi vida no asisto ya a estos eventos, a menos que el condecorado sea un amigo y quisiera agasajarlo también. En esta oportunidad asistí porque me interesaban las dos charlas que versarían sobre “Diálogo Agro Sociedad” encontrándome, luego de la jubilación, con las responsabilidades de una actividad agropecuaria sobre la cual necesito adquirir conocimiento para mejorar la producción. La decepción fue mucha cuando un reconocido profesor universitario, docente incluso invitado por el IESA, dedicó la mayor parte de su ponencia a arremeter contra el Gobierno y sus políticas aplicadas en el campo. Mientras yo esperaba obtener conocimiento sobre “el perfil agroalimentario de Venezuela”, un conocimiento serio, objetivo, académico de última generación, este investigador aseguraba que el concepto de propiedad del presidente Chávez descendía directamente del concepto que, sobre la propiedad, tenía la reina Isabel La Católica (¿?).
Mientras enfatizaba que Venezuela ocupa el último lugar, entre los países de América Latina, en las exportaciones de alimentos, yo ansiaba conocer sobre su experiencia en el desarrollo de la agronomía en Venezuela y sus recomendaciones, probablemente creíbles debido a una larga trayectoria, de cómo mejorar la agricultura, conocer sobre las recientes tecnologías aplicadas en otros países exitosos en esta materia, etc. Y mientras aseguraba que el campesino es una especie en extinción, yo esperaba oír sobre sus ideas de cómo mejorar la vida en el campo y hacer más atractivo el duro trabajo de hacer producir la tierra.
La segunda ponencia, “El campo salvado por la ciudad” dictada por un reconocido arquitecto ucevista, también dejó mucho que desear. Enfatizando las bondades de vivir en las ciudades, defendió a ultranza la permanencia en las mismas, criticando y restándole importancia a la necesaria vía férrea que el Gobierno Bolivariano adelanta para unir las inmensas regiones de nuestro país. Sobre el campo, y de los avances europeos para transformarlo y descentralizar las ciudades, este académico no dijo nada. Sólo elogió el diseño arquitectónico de las escuelas inauguradas en el estado Miranda, por el candidato opositor.
Lo más interesante en relación al título de este artículo es que, luego de las premiaciones, en el momento de compartir lo que ahora se llama el vino de honor, conversé con una investigadora en veterinaria, que forma parte además de la directiva de APIU, sobre sus continuos viajes desde el estado Cojedes, mencionados en su presentación. Resulta que este Gobierno Bolivariano pidió el apoyo de los investigadores preparados de la UCV, para asesorar y guiar a un grupo numeroso de productores del estado Cojedes. Estos productores recibieron un gran apoyo financiero, sin retorno, por medio del programa de Redes de Innovación Tecnológica del Ministerio de Ciencias y Tecnología. En este caso para mejorar la ganadería de leche y hacia la ansiada seguridad alimentaria en nuestro país.
¿No es demasiada disociación en un solo acto universitario? ¿En esto se ha transformado el recinto académico que vence la sombra? Esperaría que tampoco sigamos disociando nuestro hermoso himno universitario, donde el campesino que está en la tierra, más que una especie en extinción, es una persona que necesita de la ayuda de todos nosotros, universitarios, para poder marchar triunfalmente hacia el país que todos deseamos.
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