La lucha de clases, es un escenario que va dejando importantes enseñanzas a sus protagonistas: trabajadores/trabajadoras y patronos. En recientes declaraciones, el excandidato Capriles Radonski se manifestaba contrario a las medidas de paro de actividades en el ámbito universitario y, en tal sentido, recomendaba a las y los profesores universitarios: "Hagan jornadas de 24 horas, den clases a las 2.00 de la madrugada, hagan una corrida de 48 horas de clases para que vean que ustedes están allí para formar al futuro de Venezuela y los estudiantes los van a acompañar" (El Universal, 11-05-2013). El que esté en contra de los paros no debe sorprendernos, ya con motivo de la celebración del primero de mayo del año pasado, el excandidato ante la pregunta de una periodista sobre si participaría en la marcha tradicional de las y los trabajadores respondía sin cortapisas que “Yo no participo en eso porque soy empleador”, valga decir, un patrón. Definía con ello, su posición en la acera de enfrente a la clase trabajadora. Así que, cuando se manifiesta contrario a los paros de actividades se entiende su postura, habida cuenta su condición de burgués, la familia Capriles Radonski es propietaria de un emporio empresarial que se inserta en diversos escenarios como el del entretenimiento con la cadena de cines CINEX, en el sector inmobiliario y en el sector de alimentos, representando en el país los intereses de las empresas transnacionales Kraft y dirige en Caracas la empresa Kraft Foods Venezuela, C.A., la cual distribuye galletas Oreo, Queso Phliladelphia, Cheez Whiz, mayonesa Kraft, galletas Club Social, gelatina y polvo Royal, jugos Tang, chicles Trident, galletas Belvita y Reinitas, entre otros productos. Lo que bien pudiera explicarnos, la efectividad que viene teniendo el golpe económico en curso. Las y los patronos les niegan a las y los trabajadores toda posibilidad de paro, mientras ellas y ellos se abrogan esa posibilidad cuando un gobierno no les es afecto, como ocurriera en la Chile de Allende, aquí en la Venezuela de finales de 2002, con el paro-sabotaje petrolero.
Lo que, en todo caso, criticamos de las expresiones del excandidato de la derecha fascista es que las mismas politizan el Conflicto Universitario, confluyen con la de cierto sector derechista enquistado en la Revolución Bolivariana. Tal es el caso de Carlos López, vicepresidente de la Central Socialista de Trabajadores y Trabajadoras, CBST. Quien, días atrás, se manifestaba en los mismos términos, cuestionando las paralizaciones de universidades, calificándolas de “golpistas” y tendientes a “derrocar al presidente electo Nicolás Maduro”. Viniendo de un dirigente sindical, palabras tales, sin duda, nos llaman poderosamente la atención el nivel de coincidencia de un trabajador y un destacado representante de la burguesía local. ¿Qué lleva a coincidir a los extremos de la lucha de clases?, ¿será que Carlos López no tiene conciencia de clase?, o ¿será un burgués agazapado?
Hemos definido a Carlos López y cierta dirigencia sindical, de viejo cuño, como parte de una nueva aristocracia sindical que se ha venido conformando en esta Quinta República. Su propósito no es la defensa de las reivindicaciones de las y los trabajadores, sino la defensa del Estado Burgués que les da sustento político. Su ansiado anhelo no es otro sino ocupar un alto cargo en el aparato de Estado, recientemente, el Presidente Maduro designaba a Francisco Torrealba, presidente del IFE, con lo cual, el presidente de la Federación de Trabajadores de los Ferrocarriles y diputado, lograba su ansiado deseo de incorporarse como un burócrata más al aparato de gobierno. En la cuarta república Carlos Ortega y quienes ocupaban cargo directivos en la extinta CTV, tenían los mismos propósitos. Dirigentes sindicales sí, pero, con una vida de ricos, de burgueses. Esa dirigencia sindical que se autoproclama de “bolivariana”, no tiene nada que ver con las bases de trabajadores y trabajadoras que dicen representar, aunque se llamen legítimos. Se han elevado por encima de la clase trabajadora y, sus intereses, hace tiempo que no son los mismo que de aquellos y aquellas que dicen representar, he allí del por qué coinciden con representantes de su enemigo de clase, la burguesía. Forman parte de una quinta columna que se ha insertado en el seno del movimiento de las y los trabajadores y actúan como correa de transmisión de las ideas de la patronal en el seno de trabajadores y trabajadoras. Juegan a la división del movimiento de las y los trabajadores para, con ello, facilitarle al patrón la derrota de los conflicto de clase. La aristocracia obrera es una cabeza de playa de la burguesía en el seno del movimiento de las y los trabajadores. Al igual que las clases explotadoras del pasado, la burguesía conoce y aplica el viejo principio: DIVIDIR PARA REINAR. Liberar a las y los trabajadores de la influencia de esos oportunistas y mantener la unidad del movimiento de la clase trabajadora es una tarea de todo aquel/ aquella, que se digne en llamarse revolucionario/revolucionaria.
La aristocracia sindical actúa en contra de aquella tesis sostenida por Marx: “La gran industria aglomera en un lugar una masa de gentes desconocidas entre sí. La competencia divide sus intereses. Pero el sostenimiento del salario, interés común que tienen contra el patrono, les une en una misma idea de resistir" (Marx, Miseria de la filosofía, 1847, cit. en Hyman, 1978: 16). En efecto, como demuestra el conflicto universitario, la lucha por el salario, por condiciones dignas de vida, ha unido a obreros/obreras, empleados/empleadas y profesores/profesoras, esa masa de trabajadores y trabajadoras, en esas condiciones va adoptando conciencia de unidad, constituyéndose en clase "en sí" que se va a transformar en clase "para sí", en la lucha por defender sus intereses frente al capital y la tecnoburocracia. El verdadero resultado de esa lucha, no sería el éxito inmediato de la acción misma, sino la creciente unión de los obreros en una clase. La aristocracia sindical trabaja por lo contrario, dividirlos.
El hecho de que Capriles y López coincidan en su postura de negación de los paros, delata la postura de clase que asume éste último. Por demás, quienes deben estar alertas es la clase trabajadora universitaria, ya que, López pretende erigirse en su negociador de la Contratación Colectiva Unificada. Imaginémonos -por un instante- sobre qué postura adoptará ante una cláusula contractual en que el Gobierno manifieste estar en contra o rebajar sus alcances, la respuesta es automática. Por ello, estimamos procedente proponer a la clase trabajadora universitaria, la realización de un referéndum para verificar si, las y los trabajadores universitarios, consideran pertinente que este personaje les discuta su contratación colectiva unificada, su ajuste salarial.
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