Mediante documento publicado en la página de Aporrea, un grupo de profesores de la UBV de Maracaibo han cuestionado recientemente los concursos de oposición que esta institución está convocando para formalizar su planta profesoral. Me permito exponer algunos criterios al respecto, surgidos de nuestra experiencia en la Universidad del Zulia (algunos de ellos los expusimos ante las autoridades del MES hace dos años).
SOBRE LA VALORACIÓN DE CREDENCIALES EN LOS CONCURSOS DE OPOSICIÓN:
Aunque de manera general no me opongo a la realización de concursos de oposición como mecanismo de ingreso de los docentes universitarios, si considero que la valoración de credenciales debe tener un peso muy reducido dentro de estos concursos. En todo caso, las credenciales deben limitarse a lo mínimo, como presentar el título profesional certificado.
Quienes han establecido requisitos en materia de “credenciales” actúan presionados por la opinión pública opositora, la cual acusa a la UBV de “piratear” la enseñanza y de contratar profesores no aptos académicamente. Pero debemos cuestionar que por querer establecer una selección adecuada no se puede caer en un extremo meritocrático, que nada tiene que envidiarle a los principios que la “gente del petróleo” impuso en la vieja PDVSA (y que aún no han sido desterrados del todo en la nueva).
Consideramos que tales requisitos abrirán la puerta de la UBV para que ingresen profesores que no estarán en lo absoluto identificados con los fines que la institución se plantea desarrollar. Para nadie es un secreto que la cultura meritocrática se ha impuesto en Venezuela, bajo la influencia del capitalismo globalizado. Engordar el currículum personal es hoy en día una de las tareas de los profesionales que aspiran a obtener mejores cargos en la administración pública o la empresa privada. Para ello se han creado multitud de instituciones de educación superior privadas que facilitan al interesado los diplomas que sean necesarios para escalar niveles en el baremo meritocrático.
El obtener títulos de posgrado, ingresar a círculos de investigación especializada, publicar trabajos científicos y libros, asistir a eventos científicos y dictar conferencias, todo ello se facilita a quienes tienen los recursos económicos suficientes para “adquirir” esos componentes curriculares. Estamos completamente seguros de lo que aquí afirmamos. Basta con comparar la trayectoria de los profesionales que han podido financiarse su respectivo “engorde curricular”, con la trayectoria de aquellos profesionales provenientes de estratos bajos de la población (la gran mayoría), quienes han tenido que dedicarse a trabajar apenas se gradúan, debido a que las necesidades materiales presionan más que las aspiraciones de superación profesional (sobre todo cuando no se cuenta con un ingreso que permita costearse esos estudios).
En las universidades nacionales autónomas, aunque los gastos para cursar estudios de posgrado son menores comparativamente, se presentan otras trabas para los profesionales con compromiso social. El ingreso y permanencia en los posgrados, así como las notas, son sometidas a un rigurosa presión ideológica. Y todos sabemos cuál es la ideología que hoy es mayoritaria en las universidades. En otras palabras, comprobado en 12 años de experiencia como docente universitario, podemos decir que en los posgrados quienes obtienen las mejores notas y logran superar las presiones del profesorado y culminar sus estudios, son precisamente quienes acceden o comparten las posiciones ideológicas más conservadoras y arribistas. En numerosos casos, y hablamos específicamente de todos los posgrados de ciencias sociales y humanísticas, los profesionales críticos, que además en muchos casos mantienen compromisos prácticos con movimientos y luchas sociales, se ven obligados a abandonarlos, sin poder culminarlos, debido a las múltiples presiones que reciben del profesorado conservador que dirigen dichos cursos.
Igual ocurre con el ingreso a los grupos de investigación (única forma de hacerse investigador, y de tener, por tanto, experiencia en investigación). En dichos grupos sólo ingresan los dóciles, quienes repiten como loros las tesis fosilizadas de los investigadores principales, ingresan quienes están dispuestos a servir hasta de secretaria y cafecera con tal de integrar un equipo de investigación. Es obvio que quien no accede a humillarse no entra en esos equipos de investigación. Y esas personas con dignidad profesional, son precisamente las que se necesitan en la UBV.
Por supuesto que en todo esto hay excepciones, pero precisamente son eso, excepciones. La regla general es que la mediocridad intelectual es la que termina accediendo a los diplomas de la meritocracia.
Otro tanto ocurre con las notas de pre y post-grado. Los alumnos que han sido dirigentes estudiantiles de la izquierda revolucionaria, por regla general, no se destacan mucho en sus notas. Sobre todo cuando les toca estudiar en facultades particularmente conservadoras como Derecho o Medicina. En cambio, las notas más altas, son casi siempre de los estudiantes arribistas, que cuentan con influencias por ser hijos de profesores o de profesionales destacados, o que militan en los partidos y grupos que controlan la facultad y la universidad. Por supuesto que hay estudiantes con buenas notas, que además han sido dirigentes y activistas revolucionarios (mi propio caso, cuyo promedio de pregrado fue de 19,41/20 puntos). Pero en un cuadro comparativo los revolucionarios somos minoría abrumadora ante tanto reaccionario con buenas notas en la universidad.
Iguales circunstancias se presentan con las publicaciones. Las revistas científicas realizan un riguroso arbitraje ideológico, obedeciendo a las posturas políticas de los selectos grupos que las dirigen como si fueran feudos particulares. En lo personal recuerdo que en una oportunidad, en 1996, me rechazaron un artículo científico que cuestionaba La Agenda Neoliberal que aplicaba el gobierno de Caldera, y el árbitro en cuestión argumentó para ello que ya se había publicado suficientemente sobre el tema (en esa revista no, por supuesto). En otra ocasión, un artículo sobre la problemática indígena en el Zulia fue rechazado por razones de “pertinencia”, en una revista cuyo instituto tiene una sección de antropología jurídica. Ejemplos como estos, de artículos rechazados por ser críticos al orden dominante, los hay por centenares. En el caso de la publicación de libros, aquí son determinantes tanto los recursos económicos que posea el investigador, para financiarse él mismo su obra, o la relación político-personal con los grupos politiqueros que dominan en las universidades u otras instituciones susceptibles de publicar libros. Podemos estar seguros que las investigaciones de contenido crítico, y más aún si están vinculadas a comunidades y conflictos sociales, nunca son publicadas por nuestras universidades (salvo las excepciones ya mencionadas).
La participación como ponente en eventos científicos también se relaciona directamente con la capacidad del individuo para financiarse la asistencia y la inscripción en dichos eventos. No negamos que mal que bien los profesionales críticos asistimos a eventos dentro y fuera del país, con cierta regularidad, sobre todo si se cuenta con el financiamiento de la propia universidad. Pero el profesional que no es financiado por nadie, difícilmente pueda pagarse una asistencia a un congreso, ni siquiera dentro de Venezuela, por varias sencillas razones: en su trabajo no le dan permiso para ausentarse, no cuenta con recursos para los pasajes y estadía, y tampoco puede pagar la inscripción. Salvo, por supuesto, que su condición económica se lo permita.
Todas las razones anteriores nos permiten sacar algunas conclusiones:
· La obtención de niveles meritocráticos es directamente proporcional a los recursos económicos con que cuente el respectivo profesional. Es decir, los ricos tienen mejores currículum que los pobres.
· La obtención de niveles en dicha escala meritocrática también es directamente proporcional a la ideología conservadora que profese el respectivo profesional. Es decir, los revolucionarios no encuentran mayores espacios en la academia que impera hoy en Venezuela.
· Los profesionales comprometidos con proyectos sociales, han desarrollado toda su labor en barrios, caseríos campesinos, comunidades indígenas, colectivos sindicales. Difícilmente se han ocupado de engordar el currículum como lo exige la UBV.
· En resumen, la valoración de credenciales es, repetimos, una puerta abierta para que el escualidismo más puro y rancio penetre en la Universidad Bolivariana.
Por todo lo anterior me permito rechazar categóricamente la valoración de credenciales como criterios de selección en los concursos de oposición. Si algo debe hacer esta revolución es combatir la cultura de los papeles, la meritocracia neoliberal basada en el pensamiento único.
PROPUESTAS PARA DEFINIR LOS CONCURSOS DE OPOSICIÓN:
A manera de propuesta, me permito sugerir otros criterios para seleccionar a los docentes de la UBV:
Su capacidad profesional comprobada, mediante pruebas escritas y exposiciones orales, que demuestren el conocimiento efectivo del profesional, más allá de la cantidad de diplomas que posea. Este aspecto sería fundamental, pues con las pruebas escritas y orales se puede conocer rápidamente la formación profesional del aspirante.
El compromiso social práctico, demostrable con su participación en proyectos comunitarios a través de los años. Habría que establecer criterios para evaluar esto, tales como la presentación de documentos, medios impresos, etc.
Entrevistas que permitan conocer los valores y creencias del aspirante. Incluyendo entrevistas de orden psicológico. Entendiendo, por supuesto, que la universidad debe estar abierta a la diversidad de tendencias políticas y opciones ideológicas, pero buscando la preeminencia del compromiso social colectivo por encima de los intereses y proyectos puramente individuales.
La evaluación que de los profesores hagan los propios alumnos de la UBV y las comunidades con las cuales se han vinculado esos profesores.
Estos elementos formarían parte de lo que se denomina concurso de oposición, en donde el papel de las credenciales sería un sencillo formalismo sin mayor peso sobre el resultado final del concurso. Considero que estos aspectos deberían aplicarse para los concursos de oposición en todas las universidades públicas del país. Una idea sería incorporar estos criterios en la nueva Ley de Universidades que debería discutir y aprobar la Asamblea Nacional.
Maracaibo, 8 de enero de 2006.
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[*] Roberto López Sánchez. Profesor Asociado a dedicación exclusiva de la Universidad del Zulia. Investigador activo con 35 publicaciones científicas y asistencias a eventos nacionales e internacionales. Miembro del Programa de Promoción al Investigador. Magíster en Historia de Venezuela (LUZ). Actualmente miembro de la coordinación regional de la Unión Nacional de Trabajadores-Zulia.
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