Tuve yo estos días un inquietante intercambio de opiniones con un profesor universitario, al parecer muy “entendido” en cuestiones de “cómo es que se bate el cobre” en los asuntos de política de ingresos al claustro universitario, mediante las tradicionales oposiciones donde se ha de demostrar las competencias científicas y pedagógicas. Que en realidad no son tales, según él, porque antes todo está cocinado, con jurados previamente acordado (¿?).
En esos trámites, formalmente de alto valor académico y de larga data, “tú puedes ser muy Doctor y hasta haber sido Rector accidental de algún centro de altos estudios, pero si no tienes el jurado a tu favor no entras”; palabras más, palabras menos, fue lo que el allegado nuestro por vecindad laboral nos contara.
Por supuesto, le protesté… recordarle que cuando yo concursé tuve por jurado a personas muy calificadas y con quienes no tenía acuerdo alguno. Ellos decidieron a conciencia y valorando adecuadamente los exámenes que modestamente presentara en forma escrita y oral. “Serías la excepción”, me dice y soltó una sarta de consideraciones sorprendentes, cual más altisonante aliñada de anécdotas deleznables e impublicables, a tal punto que me vi obligado a cortar la conversación ipso facto.
Recurrí al viejo expediente, heredado de mi maestra de Catequesis, de hace ya no sé cuántos años: cortar por lo sano y no hacerme solidario con la maledicencia. Poco faltó para que soltara en voz alta aquello de “Apártate de mí Satanás”….
Pregunté, si así es cómo actúan en la universidad convencional, ¿nosotros los revolucionarios y chavistas, tenemos que adaptarnos a semejantes mecanismo perversos? ¿Es con procedimientos viciados en el origen cómo vamos a construir la universidad que requiere el país y cumplir con los lineamientos del Plan de la Patria?
Comento las incidencias de este evento con otro compañero y me responde que no, que este coleguita está profundamente equivocado al realizar esa valoración tan negativa de los concursos de oposición. Agrega que, de hecho cuando él concursó tampoco conocía al jurado y más bien tenía un entorno adverso, sino que vieron que “algo tenía en la bola”, como se dice en Beisbol, que persuadió al honorable jurado; de donde se concluye que no es cierto que para ingresar como docente ordinario en la universidad venezolana la condición necesaria y suficiente sea la de ser amigos del jurado evaluador. No, no es así…
Me hace recordar todo esto, además, de que es en la universidad donde se hace la mayoría de las investigaciones de gran calado u alcance en el campo de las ciencias básicas y aplicadas, lo que es revelador de que los docentes e investigadores en el campus universitario desarrollan altas competencias en sus diversas áreas de conocimiento. Aunque, claro, habrá sus excepciones a esa regla.
Por otra parte, el proceso revolucionario va haciendo surgir una nueva institucionalidad. Entre ellas la Universidad Campesina Argimiro Gabaldón, una experiencia que de tan novedosa a todos nos tiene sorprendidos. E irrumpe contra todo lo establecido y pensado acerque de cómo es una universidad desde la Europa medieval, y de cuya herencia colonial emergen nuestras instituciones actuales de formación terciaria, tan queridas y a las que debemos tanto; pero admitimos que nos cuesta tanto deslastrarnos de sus paradigmas, así llamados; cuyas dimensiones axiológicas son principalmente: búsqueda de la verdad, mediante la investigación científica y la docencia motivadora y edificante, junto a la reafirmación de los grandes valores trascendentales del hombre… (Ley de Educación de Venezuela, 1970, art. 1).
De acuerdo con Naudys Martínez (en “Caso Universidad Campesina de Venezuela Argimiro Gabaldón: La manera de pensar no nos deja pensar”, www.aporrea.org , consulta 24/07/ 2014), una nueva estructura se va desplegando y en cuyo sustrato epistemológico combina e integra los saberes ancestrales y campesinos junto a las prácticas del modelo agroecológico, con una relación amigable con nuestra Pacha Mama, Mater Natura, ¿se dirá? ¿Volviendo a la rerum natura o naturaleza de las cosas? En el marco del ecosocialismo y al V objetivo del Plan de la Patria; agrega el autor citado anteriormente que la axiología de la Universidad Campesina lo representan valores como: “…el amor en la unión, en la solidaridad, en la inclusión, en la cogestión y sobre todo en la consideración de todo cuanto permite nuestra existencia”.
Eso no quiere decir que vamos a renunciar a nuestras universidades tradicionales, como dice Peter F. Drucker en su autobiografía (“Mi vida y mi tiempo”, Planeta. Barcelona. 2007), hasta la persona o institución más convencional puede tornarse fascinante si trasciende los clichés más trillados y habla de lo que hace e interesa. “Lo hará con el ardor y la pasión de un gran poeta lírico”, (p. 11); ergo, no es denostando del alma mater cómo se podrá lograr su transformación. Hay que volver a la inspiración, como nos recordara alguna vez en un texto suyo el Dr. Antonio Fuguet, así como la gente de la Universidad Campesina de Venezuela Argimiro Gabaldón habla con emoción de su nueva institución, no sé si me explico, ¿no podemos hacerlo también desde nuestras universidades tradicionales? En ese sentido, nos han parecido muy nobles y oportunas las recientes declaraciones del ministro Yehyson Guzmán cuando señalara que se ha reunido con todas las universidades de Venezuela, ya que todas tienen un encargo social similar, (www.aporrea.org 14 de junio de 2014).