I
Tengo a mano dos pequeños libros: “¡Indignaos!”, de Stéphane Hessel, (Prólogo de José Luís Sampedro. Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica. Ediciones Destino. Colección Imago Mundi. Volumen 195. Barcelona. 2011); el otro librito es: “¡Comprometeos!”, (Stéphane Hessel. Conversaciones con Gilles Vanderpooten. Ya no basta con indignarse. Destino. Imago Mundi. Volumen 206. Barcelona. 2011).
Debo leerlos y preparar una charla acerca de las contradicciones del mundo actual pero, conocedor de mis limitaciones para escribir y desenvolverme en público, me digo que debo cuidar especialmente la forma y el fondo de la cuestión.
Son esas mis cavilaciones cuando en ese instante me llaman: Que dónde estoy, inquieren con voz angustiada, pues sabedora la colega que desde días atrás paso por problemas respiratorios, me pide que no me acerque al Instituto Pedagógico de Barquisimeto. No me deja preguntar y espeta que: ¡Hicieron explotar bombas lacrimógenas en las oficinas de la Dirección y la Secretaría! ¡Hay además una riña! ¡Que eso parece más bien un evento marginal y sangriento, similar a los que la prensa decía que se formaban en Uribana! La tétrica cárcel esa de occidente de Venezuela, situada en las adyacencias de Barquisimeto…! ¡A dónde hemos llegado por nuestra indiferencia, falta de resolución y compromiso!
Sin mayor respiro sigue reflexionando y acota que en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto desde hace ya un largo tiempo ha venido descollando una como especie de subcultura de la violencia, hay frecuentes profusiones de palabras, gestos y actos destemplados. Pero sobre todo y recordado unas conmovedoras palabras de Martín Luther King, suelta que: “No me duelen tanto los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”; “No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”…
Diversas versiones circulan para la narrativa de la violencia inusitada que tuvo lugar este 4 de marzo de 2015 en el querido Instituto de Barquisimeto, tanto orales, audiovisuales como escritos; todas con su respectiva carga de subjetividad, toma de posiciones y juicios… La institucionalidad debe imponerse, también se oye clamar. Basta de anomia social en una institución en que la juventud se forma para el magisterio.
II
Al respecto algo nos pueden decir, las siguientes palabras del Libertador Simón Bolívar, el Libertador, o algo puede ayudar a reflexionar invocar su clara memoria, sobre todo por la relación maestro discípulo a que alude, por lo que resulta tentador seguir la metáfora:
“Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad…”, (Simón Bolívar, 1819: “Discurso de Angostura”).
¿Ah, que la cita está descontextualizada y no aplica al contexto este, de los tristes eventos del Instituto Pedagógico de Barquisimeto? Bien, pero como este no es un ensayo histórico sino una reflexión más bien de talante moral y que bordea las dimensiones atinentes a la Antropología y la Ética en el marco del proceso social de la educación y la pedagogía, puede que sí.
Ello porque, si recordamos lecturas y conversaciones en ciertas clases informales de filosofía acerca de los procesos disciplinarios propios de la microfísica del poder en el interior de las organizaciones y en los controles más cotidianos, que deben ser persuasivos y pedagógicos; edificantes, no violentos y de facto.
No se diga ya que los dispositivos institucionales deben de estar conectados a la gestión individual excelente y no inferir heridas, sino guiados por las posibilidades y límites de la cotidianidad moral, que tienden al cuidado de sí como del otro Y/o la protección; todo lo cual debe potenciar la socialización productiva. Pero, cuando ese plano axiológico es abruptamente interrumpido, ¿No es lógico que se activen las alarmas y haya que exigir lo que Foucault denomina “prácticas de sí”, que es el dominio de la ética?
III
Stepahn Hessel (2011) en su opúsculo ¡Indignaos! Señala que existen en este mundo actual, ciertas cosas o eventos por las cuales la juventud puede y debe indignarse, una de ellas es la iniquidad, la falta de oportunidades que la sociedad ofrece a los jóvenes, el abandono de los adultos, los desequilibrios ecológicos y, en general el retroceso del llamado Estado de Bienestar; mediante el cual el Estado-Nación garantiza la seguridad social a los trabajadores, salud, vivienda, pensiones y educación gratuita y de calidad a la juventud, en la perspectiva de una escuela republicana. La democracia ha sucumbido a la dictadura del mercado financiero…
En el campo de la cultura, la educación y el pensamiento, denuncia Hessel, vivimos también la dictadura del pensamiento productivista: “El pensamiento productivista, auspiciado por Occidente, ha arrasado al mundo a una crisis de la que hay que salir a través de una ruptura radical con la escalada hacia adelante del siempre jamás, en el dominio financiero pero también en el de las ciencias y las técnicas. Ya es hora de que la preocupación por la ética, por la justicia, por el equilibrio duradero prevalezca. Puesto que los más graves riesgos nos amenazan. Y llevar a su término la aventura humana en un planeta que podría verse inhabitable para el hombre”, (P. 45-46).
Esa indignación, sin embargo debe generar una amplia movilización y concientización, pero actos de violencia en la juventud, llevar a una insurrección pacífica, dice Stepehne Hessen (2011) en Indignaos: “…apelamos todavía a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas, que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos. A todos aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestro afecto: CREAR ES RESISTIR. RESISTIR ES CREAR”, (O., cit., p. 48).
Pero como también la juventud frente a la injusticia se indigna y cree hallar en la violencia un recurso para superar aquello que es más inicuo, Hessel señala: “Estoy convencido de que el porvenir pertenece a la no violencia, a la conciliación de las diferentes culturas. Es por esta vía que la humanidad deberá superar su próxima etapa. Y aquí coincido con Sartre, no podemos excusar a los terroristas que tiran bombas, podemos comprenderlos: Sartre escribe en 1947: “Reconozco que la violencia, cualquiera que sea la forma bajo la que se manifiesta, es un fracaso. Pero es un fracaso inevitable puesto que estamos en un mundo de violencia. Y si es cierto que el recurso de la violencia contra la violencia corre el riesgo de perpetuarla, también es verdad que es el único medio de detenerla”. A lo que yo añadiría que la no violencia es un medio más eficaz de detenerla…, (Op., cit., p. 41).
IV
La violencia política, en este caso, no es suficiente y resulta ineficaz, por eso en su otro libro de Stephane Hessen (2011), ¡Comprometeos! Acota en una parte que en verdad hay que rechazar las imposiciones en este mundo desestabilizado que vivimos, principalmente por la tiranía financiera y la hegemonía que quieren imponer los grandes centros de poder mundial, con sus políticas guerreristas, pero también la juventud debe comprometerse a transformarlo: “Hay que transformarlo lo más rápidamente posible en otro donde la justicia, la igualdad para todos, la libertad para todos puedan encontrar sus cimientos”, (P. 51).
¿Cómo habrán de acompañar a la juventud en ese sentido los profesores y directivos de liceos y universidades? ¿Habrá quienes reconozcan en su conciencia, que es un recinto sagrado, que en realidad son perniciosos maestros y que sus prácticas son destructivas? Porque dado el maremágnum de eventos acaecidos en los últimos días, alguna responsabilidad por acción o por omisión pudieran tener: “Hemos callado muchas veces, cuando debimos hablar, hemos sido indiferentes, cuando en realidad debimos comprometernos…”, nos decía esa colega que nos llamó angustiada, y cuando se normalicen las clases en cátedras como Sociología, Pedagogía o Filosofía los estudiantes pudieran leer y discutir las tesis de Stephane Hessen, un savant formado en la Escuela Normal Superior de París, que en los últimos años de su provecta existencia nos dejó esas reflexiones, ello además porque el Comandante Chávez también nos dejó como legado pedagógico la importancia de la lectura para iluminar las conciencias.
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