¡No mi querido colega! Esto no se trata de una referencia a la excelente película de Stanley Kramer, de 1967 y en la cual actuó brillantemente el actor afroamericano Sidney Poiter. ¡No! Esto tiene que ver con la cultura y el ballet en Anzoátegui, donde usted gobierna, con mi respaldo. El título es sólo una forma inocente de llamar la atención; sobre todo la suya.
Usted y yo sólo nos hemos visto una vez. O para decirlo como corresponde, usted me tuvo delante suyo una vez y no me vio. En esa oportunidad le abordé, porque si no estoy mal informado, es de la especialidad de historia, igual que yo, para hacerle una pregunta sobre un tema que trabajaba para un libro y aparte de no responderme sobre el asunto, me trato de manera muy poco cordial. Seguro que usted no se acuerda de eso. ¡Son tantos los pendejos que se acercan a gente como usted que entiendo la natural predisposición a evadirles! Sólo que no intentaba pedirle nada, salvo lo del conocimiento suyo para divulgarlo. Es decir, según mi humilde parecer, intentaba darle algo; eso insignificante que los pobres pueden y suelen dar en abundancia. Pero yo sí le visto muchas veces, desde cuando estábamos en la FVM de Isaac Olivera; usted era mepista, recién salido de AD y yo era del MIR clandestino.
No obstante, cuando usted llegó al Ministerio de Educación, este humilde maestro de escuela secundaria escribió un artículo que me atrevo, contraviniendo la debida modestia, calificar de bello para exaltar aquel acontecimiento. Pero también he votado por usted varias veces, hasta cuando le propusieron para presidir la CTV o algo parecido. Me alegré sobremanera cuando le nombraron vicepresidente del partido para oriente y le propusieron de candidato a gobernador del estado Anzoátegui. Esta vez, no sólo le hice campaña, escribí abundantemente a su favor y por supuesto le di mi voto, junto al de toda mi familia y amigos.
Estas razones me avalan para hacerle las siguientes preguntas:
¿Recuerda usted el valor que el gobierno cubano le dio al ballet y particularmente a Alicia Alonso? ¿Sabe qué para el gobierno revolucionario de la isla antillana el ballet no es, como no le es en ninguna circunstancia ni para nadie culto y sensato, una práctica inherente a las clases dominantes? ¿No recuerda usted que el ballet fue una de las artes más privilegiados por el gobierno surgido del movimiento bolchevique? ¿Estamos de acuerdo que el ballet, en todo caso, es un arte y como tal debe promoverse sin prejuicios medievales y menos por gente como nosotros?
Estas preguntas o reflexiones mías están asociadas a una circunstancia que usted colega y compatriota y hasta quisiera decir amigo, desconoce.
¿Sabe usted que el ballet en Anzoátegui, practicado no por “pelucones”, sino por gente del pueblo, como mis nietas, le han dado a esta entidad que gobierna una posición envidiable a nivel nacional e internacional?
¿Le han informado que el año pasado en una competencia internacional, realizada en Caracas, las bailarinas de Anzoátegui descollaron y estuvieron en los primeros lugares?
¿Le han dicho que ahora mismo, en Mérida, en una competencia internacional, las bailarinas de Anzoátegui, de la Escuela Integral de Danza de la eminente maestra Carmen Verccelli, obtuvieron más que otra entidad federal, escuela y competidores en general, medallas de oro y plata?
¿Alguien se ha ocupado de informarle que de esa misma escuela recientemente una joven y un joven lograron acceder al ballet nacional de Venezuela, objetivo nada fácil?
¿Sabe usted querido colega y compatriota que la Escuela integral de Danza de Barcelona, ofrece un espectáculo artístico digno de presentar en cualquier escenario del país? Ahora mismo, puede llegarse a la sala de teatro de la calle Bolívar de Barcelona y, como decimos los cumaneses, “matarse por su propia vista”.
¿En fin, colega y compatriota, nadie la ha informado que en Barcelona tenemos una de las más exquisitas y prestigiosas escuelas de ballet de Venezuela?
Sé bien, porque le conozco, pese usted no sepa quién le escribe, de su cultura y sensibilidad. Eso sí, dudo mucho de quienes le rodean. Abundan en la izquierda primitiva, eso bien lo sé, quienes piensan que “esa vaina del ballet es para las clases dominantes” o más pedestremente, “para los ricos”. Hace poco lo pude comprobar. Pero sé bien que usted no es de esos. Es de los viejos maestros como quien esto escribe que sabemos bien de la enorme fuerza de cambio del arte.
Por todo lo anterior, le sugiero, con todo respeto y cariño, el mismo de siempre de cuando le he apoyado y le seguiré apoyando, instruya a los funcionarios del área, subalternos suyos, indaguen sobre lo que le he planteado y tiéndale una mano generosa a esos humildes y bellos personajes que suelen aparecer desapercibidos o porque parecieran no les quieren ver, pero aportan mucho más que los gritones.
Esto que escribo no tiene nada que ver con las aspiraciones e intenciones de la escuela nombrada y las que no he nombrado, sólo lo hago a título personal, porque envuelve la cultura del pueblo y me incomoda que mi gobierno, revolucionario y popular, desconozca lo que aquí acontece y el enorme aporte que gente valiosa, humilde, talentosa, afanosa y discreta hace de manera desinteresada. ¿Sabe usted querido colega lo que significa para unos padres humildes, por el simple amor al arte, soportar los gastos de la práctica del ballet que debería enorgullecer a la entidad que usted gobierna, tomando en cuenta los resultados de los que le he hablado y puede constatar si abre una hasta severa averiguación?
Esta noche compatriota, camarada y colega Prof. Aristóbulo Istúriz, a su mesa, este humilde pero indeclinable luchador, ya viejo, pero no cansado, se toma el atrevimiento de sentar al ballet de Barcelona.
Usted es un hombre culto. Lo sabemos bien. Pero también que habrá quien le diga la monserga según la cual “esa vaina del ballet es propio de los ricos y no merece atención”. Ya lo escuché de funcionarios del gobernante que usted sustituyó y me cansé de escucharlo de carcamales “revolucionarios”. Seguro estoy, en todo caso, que no le parará a tal comentario o evaluación, porque sabe bien que es una mediocridad y manifestación de ignorancia supina.