Las universidades del país ha sustentado su conocimiento en la lógica de la reproducción del capitalismo y en principios de subalternidad. No ha logrado des/colonizarse y mantiene una dinámica basada en la colonialidad del poder.
Debemos salir de la condición de subalternos que se trasmite a través de las Universidades neocolonizadas. Transitemos hacia el pensamiento y acción desde la originalidad de nuestras culturas y no desde una orientación basada en la modernidad occidental y su consecuente centrismo. La revolución no ha entendido que salir de la colonialidad del poder es establecer una política científico/técnica que deje de estar al servicio de la subalternidad del conocimiento y eso no se logra con nuestras universidades que navegan en las aguas capitalista. Lo esencial es construir modelos educativos para y desde nuestra realidad cultural y geográfica. Establecer líneas claves para la producción de conocimiento más allá de las Universidades devoradoras de presupuesto.
La universidad venezolana se ha caracterizado en los últimos 25 años por mantener una práctica científica desde el eurocentrismo de la modernidad, que no es consecuencia de la negligencia teórica por parte de los europeos; no ha sido producto de un error de cálculo o de método. Es una visión colonialista y colonizante, consciente y premeditada, cuyo objetivo ha sido alterar y conducir el proceso histórico de las sociedades periféricas hacia formas supuestamente más "civilizadas" y "cultas"; con lo cual se impusieron sistemas políticos al estilo europeo como única solución a los problemas y desafíos de los tiempos. Todo esto ha servido para mantener la cosmovisión occidental discriminatoria de pueblos "superiores" e "inferiores".
Esta misma perspectiva eurocéntrica se ha constituido como forma de producir conocimientos para la reproducción de la sociedad dominante. Todo esto para justificar los intereses de los países hegemónicos. Sin embargo, debemos buscar salidas cuestionadoras y subversiva para salir de la lógica de la subalternidad. Por consiguiente, no debemos hacer lecturas de nuestra realidad a partir de las definiciones y conceptualizaciones etnocéntricas de Europa occidental y sus ramificaciones (USA, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Rusia, entre otros). Se requiere de un cambio de rumbo en el cual la periferia difunda sus estudios y –dentro y fuera de ella– se consideren tan válidos como los del centro hegemónico. La ciencia debe servir para resolver problemas de manera democrática y no para envanecerse de ella con erudiciones sectarias y aisladas del complejo societario. Se deben deconstruir los niveles epistemológicos hasta hoy conocidos y con los cuales hemos mirado la ciencia bajo parámetros prejuiciados. Para ello debemos reafirmar una ciencia que posibilite analizar lo diverso, la diferencia, lo múltiple, lo discontinuo. Invocar la pluralidad, la diferencia, la heterogeneidad y la hibridación como forma de reconocimiento de la alteridad presente en el mundo.
Dentro de los nuevos parámetros científicos, lo importante es encarar al otro occidental en el terreno teórico/práctico enfatizando la diferencia como punto esencial de cualquier análisis. Además, la periferia debe pasar de ser objeto de estudio para replantearse un rumbo investigativo desde nuestra mismidad.
Para que la ciencia no se sumerja en un éxtasis snobista, acomodaticio y esquizofrénico, pasa por una revisión seria y un re/planteo riguroso, es decir el rescate humanista como esencia científica.
Ya que nuestras universidades neocolonizadas jamás harán algo por transformar sus estructuras arcaicas, el Ministerio de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología debe encaminar una política de transformación educativa, que contemple planes curriculares y programas con sentido práctico/humanista y que articule con políticas de producción de conocimiento socialistas.
En el Estado capitalista se considera la educación como algo de tercera, sin importancia para la marcha del país. La revolución no puede seguir cayendo en ese error grave, pues en lo educativo debe sustentarse el proceso revolucionario.
Debemos ir hacia una educación liberadora consolidando la formación del hombre nuevo, con sensibilidad social. Para ello se necesita una transformación educativa estructural y no cambios de nombre y de forma, sino ir en búsqueda de la transformación educativa para construir a los educadores necesarios para la revolución.
Las universidades -incluidas las creadas por la revolución: UBV, UNEFA y UNES- siguen reproduciendo los vicios del capitalismo manteniendo una dinámica de conocimientos integradores del capitalismo con una educación neocolonial. No podemos incentivar, contribuir e inculcar la ideología dominante de menosprecio a la educación, ya que de esta manera la ponemos al servicio de los intereses de la burguesía y la explotación.
La transformación Universitaria debe ser el camino de una política revolucionaria que nos catapulte hacia la universidad liberada del yugo del coloniaje intelectual. Esto sólo se logra con la participación de los universitarios comprometidos con el Socialismo. No hay marcha atrás el rumbo es hacia la producción de conocimiento descolonizado.
Johnny Alarcón Puentes.
Docente/investigador. Universidad del Zulia. Licenciatura en Antropología.