La sentencia, tan contundente como equívoca, que encabeza esta nota volandera más bien hubiéramos preferido no haberla oído nunca ni tener que comentarla con indignación, como lo hacemos ahora. Pero hizo parte de una arenga reciente del actual Ministro de Educación, Profesor Rodulfo Pérez, en un encuentro con docentes de la “Micromisión Simón Rodríguez” en las hermosas y bien cuidadas instalaciones del Centro Nacional de Formación Simón Rodríguez; ubicado en San Antonio de los Altos, lugar de un clima inmejorable, en el que nos encontrábamos incidentalmente como simples participantes del 13vo Congreso Nacional de Historia Regional y Local; y un colega y amigo después de la cena, que un grupo de trabajadores prepara con increíble esmero, nos dice: “Luís, ven que el ministro nos va a decir algo”, y otra colega también nos invitó: “Luisito, no vaya todavía a su habitación, venga que el ministro de educación va a hablar a los delegados”.
Más bien que no. Oír esa frase: “La upel es un veneno” nos produjo una gran desazón en el momento y días después aún nos perturba. No puede ser que el Ministro de Educación del Gobierno Revolucionario sea tan, tan, no sé, sesgado. Y esté tan desencantado con su alma mater, que es cosa muy grave porque según Simón Bolívar: “La ingratitud es el crimen más grande que puedan los hombres cometer”… (Carta al Cnel. Vicente Aguirre, 9 de enero de 1824).
¿Veneno ideológico? Ah, que la UPEL no necesariamente expresa en su diseño curricular las políticas educativas del gobierno bolivariano sino que guarda cierta autonomía o que sus egresados no tienen el perfil ideológico que la revolución requiere pero sí la formación científica técnica relevante y pertinente, según el estado del arte contemporáneo y actual. Es un asunto a resolver pero no descalificar, que es otra cosa.
Que el nuevo diseño curricular y el que aún se implementa solo tenga, como dijo también el Prof. Rodulfo Pérez, un solo semestre dedicado al estudio currículo, cuando es materia fundamental. Qué en el currículo de la UPEL no aparezca ya asignaturas vinculadas a la historia de la educación y la pedagogía o se quiera eliminar también la enseñanza de la Filosofía de la Educación, de acuerdo, ahí coincidimos, son cuestiones que deben discutirse. Porque, ¿qué se quiere formar? ¿Un pedagogo o un científico?
¿Qué el ciudadano Rector y el Consejo Universitario no respalda entusiastamente la asignación exclusiva de cupos universitarios a los estudiantes de nuevo ingreso por la OPSU? ¿Qué la comunidad de la UPEL sea plural y se exprese en ella la diversidad de ideas y corrientes políticas que hacen vida en Venezuela actualmente? ¿Qué esa población sea en un alto porcentaje adherente a los factores de la llamada MUD? ¿Qué los revolucionarios chavistas y demás miembros del Gran Polo Patriótico no tengan la hegemonía de las fuerzas políticas en ese recinto universitario?
Todo eso anterior dicho vendría a ser el contexto pragmático que contó para la emisión de la referida sentencia del Prof. Pérez, en quien hay que reconocer su amenidad para dirigirse al público, tradicional habilidad de un típico docente de aula en Ciencias Sociales, así como no se puede poner en duda su compromiso con la revolución bolivariana.
Pero para no ser completo, pues, nada menos que el actual ministro de educación considera y suelta, vox populi, que “La Upel es un veneno” nos produjo una gran desazón. E intentamos refutarlo amablemente ahí mismo, diciéndole que cuidara sus palabras y no fuera tan injusto hasta con él mismo en tanto que egresado del Instituto Pedagógico de Caracas y para con otros dos o tres otros colegas upelistas que también se encontraban allí y de vaina no cayeron como Condorito, largo a largo; sobre todo una vez que se ha internalizado el ethos upel, o los fundamentos de nuestra cultura organizacional, y se ama nuestra casa, se torna poco tolerable que hable mal de la familia. Y la verdad es que nos impresionó negativamente semejante juicio, signado por el prejuicio, el sesgo, la generalización inadecuada o reduccionismo vulgar. ¡Qué lamentable! Nos dijimos dentro de nosotros.
No dio tiempo de refutar el ministro porque se fue intempestivamente, pues lo llamó el ministro de la Secretaría de la Presidencia o el mismísimo presidente Nicolás Maduro, para asignarle tareas políticas en relación a las parlamentarias del 6 –D, que hay que ganarlas como sea… y menos mal que así fue y nos librarnos de semejante silicio… (O tal vez sean ingenuidades de uno, quien sabe).
Los griegos inventaron algo que es el diálogo, según el filósofo español Fernando Savater en su Diccionario Filosófico; y el ministro Rodulfo convendría que invitara a su despacho a las más altas autoridades de la UPEL, rector, decanos de docencia, investigación y postgrado o secretaría para expresarles su inconformidad y, antes que veneno, podrían acordar crear y desarrollar, hablando metafóricamente, el elixir de la vida para tener en Venezuela más y mejor educación en Venezuela.
Tantos años en esta querida universidad, en su Instituto Pedagógico Luís Beltrán Prieto Figueroa de Barquisimeto, UPEL-IPB (al menos 10 años como profesor ordinario, 2005-2015, ya en la categoría de Agregado y se han introducido los documentos para ser Asociado, sin contar los años de estudios del Pregrado en Ciencias Sociales, mención Historia, 1990-1995; de la Maestría en Educación, mención Enseñanza de la Historia, 1998-2002 y la escolaridad completa del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, 2013-2015, en la UPEL-IPB, Doctorado en Ciencias de la Educación, egresado de la Universidad Fermín Toro, 2005-2010); genera, necesariamente, cierto aprecio por la discusión intelectual de altura y sentimientos de identidad y pertenencia hacia la organización educativa a quien uno le debe mucho; y por otra parte se espera que un ministro hable con un lenguaje cónsono y no repita lugares comunes.
Porque si a ver vamos, ¿alguien vio u oyó alguna vez al comandante Chávez hablar mal de la Academia Militar de Venezuela, la “Casa de los sueños azules”? ¿No era que siempre hablaba de ella con unción y rendida reverencia? Otra cosa es que impulsara su transformación para adecuarla a las demandas del momento actual, eso queríamos decirle al ministro formalmente allí. No se pudo y usamos este medio y aunque sabemos que no nos leerá el mencionado ministro Rodulfo Pérez, expresamos nuestra protesta, digamos; porque no nos vamos a callar y aunque alguien pueda decir que cometemos una infidencia, ahí había mucha gente con sus celulares de última generación y no era una reunión tipo petit comité, sino abierta y lo dicho cada cual lo administrará a cuenta y riesgo, siendo responsable con lo que se diga; además, no somos borregos de nadie, ya se sabe con Alí Primera que: “Al chivo manso siempre lo arrean y eso no pasa si es montarás”.
Contrario a lo que muchos creen, una de las cualidades más resaltantes del comandante Chávez venía a ser su capacidad para campear tempestades y para lo cual siempre tenía, citando a Shakespeare en La Tempestad, espacio para maniobrar, replantearse lo que existe y encausar, en este caso la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, UPEL, hacia lo que Boaventura de Sousa en “La Universidad en el Siglo XXI” (Centro Internacional Miranda, Caracas, 2005), da en llamar alianza Universidad-Estado, ya que:
“La universidad es un bien púbico íntimamente ligado al proyecto de nación. El sentido público y cultural de este proyecto y su viabilidad, dependen de la capacidad nacional para para negociar de manera calificada, la inserción de la universidad en los contextos de transnacionalización. En el caso de la universidad y de la educación en general, esa cualificación es la condición necesaria para para no transformar la negociación en un acto de rendición y con él, el fin de la universidad tal como la conocemos. No habrá rendición si existen las condiciones para una globalización solidaria y cooperativa de la universidad (…). La dirección que tome la reforma de la universidad será la dirección que tome la reforma del Estado. De hecho, la disputa es una sola, algo que los universitarios y los responsables políticos deben tener siempre presente”, (p. 129).
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