Es inaudito lo que está ocurriendo con la discusión sobre la prueba de aptitud académica. Los prejuicios y otras subjetividades nublan la mente de personas supuestamente acostumbradas al debate científico. Una ideologización absurda interfiere con el buen juicio de ciertos contrarios a la prueba, quienes desechan trabajos de años sobre la materia, desprecian opiniones basadas en las investigaciones realizadas y banalizan la discusión, recurriendo a suposiciones absurdas, a la burla y a las ofensas personales.
Hemos dicho que las investigaciones realizadas confirman que la PAA no discrimina a los pobres, ni a quienes vienen de colegios públicos, ni a quienes proceden de regiones alejadas y atrasadas; hemos dicho también, que esas investigaciones demuestran que la discriminación es producida por las pruebas internas de las instituciones que, al efectuarse en la sede de éstas, discriminan al pobre que vive lejos, quien no puede costarse pasajes, alojamiento y comida, para viajar a presentarlas (Rev. de Pedagogía XXI (62): p 273, 2000; XXII (64): p 219, 2001; XXIII (68): p 387, 2002; Rev. Venezol. de Gerencia, 7 (17): 36, 2002).
A esa posición seria y substentada, el profesor Sant Roz de la ULA contesta que la PAA es mala porque los rectores París, Sharifker y Ugalde, seguro la aprobaron con facilidad, lo cual no sólo no tiene nada que ver con la discusión, sino que es algo imposible pues la prueba comenzó en 1984, cuando estos rectores ya estaban graduados. Además, la PAA no se aprueba ni se reprueba, lo que denota la ignorancia del profesor en la materia. Argumenta que Nixon, el delincuente acusado de intentar violar a una agente policial, debe haber aprobado dicha prueba con buena nota, otro absurdo producto de su imaginación muy proclive a este tipo de creaciones.
En lugar de presentar datos de algún estudio, inventa que “el 70% de los estudiantes de la ULA no tienen aptitudes para ello”, nueva alucinación de quien, por ser muy crítico, debería respaldar sus afirmaciones y no ser una simple réplica de esos profesores universitarios que tanto desprecia. Presenciamos el nacimiento de una inquisición que, en nombre de la revolución, está dispuesta a terminar con ésta y con los verdaderos revolucionarios.
