Quien vive la lectura no es fácil de manipular

Creo, con bastante fe, como decía el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, que “Cuando desde el hogar y la escuela  primaria se ha despertado en el niño la afición por los libros, la selección se facilita. Una buena biblioteca escolar será, por ello, un elemento indispensable en la formación del espíritu y en el fenómeno de la lectura”.
 
Siempre estaremos curioseando, en cualquier sitio donde vamos, quién ojea un libro. Es una curiosidad que tenemos hace décadas y nos estamos consiguiendo en los últimos años, con jóvenes que parecieran apartar de sus vidas cualquier tipo de lectura mientras se sumergen en el mundo tecnológico de los celulares y las tabletas, enviando y recibiendo mensajes de textos, por lo general algunos muy mal escritos, antes que leer un buen libro.
 
Y para comprobarlo solo basta observar y hasta extender la mirada en los andenes y vagones del subterráneo (en Caracas el Metro) o echar un vistazo al interior de la mayoría de las unidades del transporte colectivo de las ciudades.
No es una opinión que circula ahora porque el Maestro Prieto Figueroa decía que si bien en ocasiones nos asombramos  porque los jóvenes no leen, “Nos produce desconcierto ver a los adultos pasar con displicencia su mirada apenas, sobre el diario donde buscan la noticia sensacional o la lista de espectáculos”.
 
La búsqueda de la noticia sensacional entre algunas personas es algo que hemos visto con mucha frecuencia en los vagones del Metro, no así en algunas plazas y parques, donde la lectura pareciera tomar otro carácter y deslizarse por aguas distintas. Es bueno aclarar que se trata de una conducta inducida en las personas a través de ese proceso de transculturización, lo cual tiene un propósito muy claro y definido: apartar al ciudadano de sus verdaderos problemas y de aquellos que se viven en su entorno social y lograr que la persona haga suyas las informaciones que le interesan a los medios de comunicación o a sus asociados. Si tenemos a una persona leyendo o viendo y escuchando sobre deportes y la vida de los artistas, novelas y demás espectáculos, la mayor parte de las veces en que podría prestarle atención a la lectura, lo mantendremos alejado de los principales problemas y demás realidades que le afectan personalmente y al país donde le toca vivir.
 
¡Es un asunto sencillo!
 
Y es aquí donde encontramos un factor importante de la cuestión, porque una persona que es orientada hacia la lectura desde muy pequeña en su casa y en la escuela primaria, esa persona transcurrirá la ruta del bachillerato, de la escuela técnica o de la universidad de un modo diferente, fortaleciendo sus conocimientos generales y específicos y conociendo esos mundos extraordinarios que la lectura le da a quien abra las páginas de un texto.
 
La lectura tiene un rol más importante de lo que las personas puedan imaginar; Suministra cientos, miles y millones de datos que los lectores van adquiriendo y guardando e sus cerebros y a la vez le permiten enriquecer su acervo. El caudal de conocimientos que ofrece la lectura es amplísimo pues abarca el conocimiento humano. No todos los seres humanos tenemos las mismas inclinaciones en lo que concierne a la lectura. Algunos favorecen la lectura de los poemas, otros se emocionan con los acontecimientos históricos, la geografía de su país o mundial, la ecología, las realidades de la naturaleza, los mares, ríos y lagos, las características de los manantiales, el clima, la vida animal, las aventuras en el desierto o la montaña y la magia que nos ofrece la inventiva de un elevado número de creadores en el mundo entero y que dan lugar a miles y millones de libros en todos los idiomas. Y la lectura tiene tanta fuerza, que nos sumerge en el pasado, en el presente y en el futuro y por si fuera poco, nos permite desarrollar el pensamiento y la creatividad.
 
Es necesario decir que, quien vive la lectura no es una persona fácil de manipular, de engañar y, en otro orden, la lectura permite la consolidación de la fuerza moral de las personas que acostumbran a hacerlo metódicamente. Es muy importante capturar una recomendación que hizo Luis Beltrán Prieto Figueroa en 1938 e internalizarla: “Pero si falta el libro, si nadie guía y prepara al adolescente, si no encuentra la idea elaborada que impulsa para los altos vuelos, desgraciadamente caerá en la procacidad negadora de todo ideal, se entregará en los brazos del vicio, arrastrado por sus instintos sin frenos modeladores y sin canales conductores. Prevenir esta caída es un deber que no podemos rehuir”.


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Pedro Estacio


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