Si algo ha sido común e irrenunciable a toda la izquierda venezolana y hasta más allá, es la promoción y defensa de la educación pública y gratuita, que en Venezuela se oficializó con el Decreto de Guzmán Blanco del 27 de junio de 1870.
Aquello se complementa con las decisiones inherentes a la idea del Estado Docente, según el cual es éste, quien tiene la facultad de diseñar y dirigir el proceso educativo en todos sus niveles en conformidad con los intereses del colectivo. El Estado Docente y la gratuidad de la educación, financiada esta por el Estado, son cosas que corren parejas. El hecho que en la Ley se permita la educación privada para nada contraviene la disposición que el Estado sea el diseñador conductor del proceso. Esa permisibilidad sólo está sujeta a la transitoria, coyuntural, incapacidad pública de absorber toda la matrícula por lo elevado de los costos y respetar el derecho de cada quien a decidir dónde quiere estudien sus hijos. Tómese en cuenta que el Estado nunca cede, no le está permitido a nadie, persona o institución, el diseño de un sistema formal a su gusto o conveniencia. Este es y debe ser el mismo para todos. Y eso es lo sustancial.
En Venezuela, la escuela privada, a partir de cierto momento de lo que últimamente solemos llamar cuarta república, por razones que no viene al caso analizar aquí, comenzó a agrandar su matrícula y hasta comenzaron a aparecer o desarrollarse escuelas de este sector de mucha calidad, incluso de superior calidad que las mejores del otro universo. Hay muchas razones para entender eso. No obstante, puedo asegurar que, cuando comenzó a manifestarse esa tendencia y hasta después, los docentes en uno y otro bando, eran los mismos y el mismo el plan escolar, los contenidos y objetivos de aprendizaje. Pero ese docente tenía una conducta en un lado y otra en otro. Los patronos eran diferentes, con distinta lógica y otras las reglas y comportamiento de este y los docentes. Recordemos que esos docentes casi en su absoluta mayoría procedían de la escuela pública.
Voy a atreverme a lanzar una hipótesis que pudiera servir para cualquier investigador sobre el tema, como que las "conquistas" del derecho a contratar de los docentes con el Estado y estabilidad laboral, aparecen coincidiendo o asociadas con el inicio en el descenso de la calidad del sistema público. Por supuesto, el clientelismo político ha tenido su incidencia en el asunto en muy buena medida, como también la masificación escolar en los tiempos de Caldera 1. No hago afirmación ni calificación alguna, solo me limito a llamar la atención de la sociación entre esos elementos.
Pero la izquierda siempre ha defendido, casi que podríamos decir atrevidamente, la escuela pública y gratuita, hasta "por instinto de clase". Siempre había sido así, un principio vital, supremo e irrenunciable. Aunque uno entiende que gobiernos de izquierda, en situaciones como la actual coyuntura venezolana y uno no sabe hasta cuándo, porque eso depende de la realidad, deben seguir admitiendo lo establecido en las leyes ahora vigentes.
Chávez, a nuestro parecer, y esto le venimos diciendo desde mucho tiempo atrás, nuestro archivo de Aporrea eso convalida, fue hasta excesivo y como "ultroso" en eso de defender la educación gratuita. A manera de ejemplo, eliminó o hizo derogar la Ley de las Comunidades Educativas, la que permitía a las escuelas públicas solicitar a los representantes una módica contribución anual para asegurar ciertos gastos de la escuela que normalmente el Estado no asume. Dicha contribución, cuyo monto se establecía en Asamblea de representantes, además no tenía carácter obligatorio. Es cierto que, los dirigentes de las escuelas, le dieron a la norma distintas interpretaciones, como la de asinarle carácter obligatorio, hasta llegar a la consecuencia "lógica" de semejante disparate de negarle la inscripción a alguien por no pagar esa contribución. Pero ante esto es necesario decir otras verdades. Quienes eso hicieron no abundaron demasiado y de haberlo hecho, bastaba que el Estado interviniese por medio de sus agentes, los supervisores, para resolver aquello. Pero también es bueno decir que, aquella contribución en la Venezuela de entonces aparte de no ser onerosa, ya veremos cuanto es esto de verdad, podía pagarse de diferentes manera como por pequeñas cuotas y contribución personal del representante con la escuela, por solo nombrar dos.
Llegó un momento que la matrícula escolar privada comenzó a crecer hasta desmesuradamente. Tanto que los docentes mismos inscribían a sus hijos en aquel sector por el deterioro del cual era objeto la escuela pública, generalmente en paro, primero por motivos salariales y luego por otros de distinta naturaleza, hasta innobles, como que el pago quincenal llegaba con pocas horas de retraso. Sucede que el docente había caído en un estado de desmoralización tal, por asuntos de salarios y mala estrategia de los dirigentes gremiales, entre estos los de la izquierda. Pero muchos de ellos, más de lo que uno hubiera querido, sin percatarse, quedaron atrapados en la trampa tendida por el FMI y la clase gobernante, destinada a favorecer o impulsar aquella tendencia para que los estudiantes en buen número se fugasen a la escuela y privada y se bajase la inversión que el Estado está obligado a hacer. Para eso los gobiernos creaban los motivos, que los docentes se declarasen en huelga casi permanentemente y los dirigentes de estos, muchos de los cuales fueron luego escuchados por Chávez, por decir lo menos, pisaron el peine.
Cierta izquierda le "vendió" a Chávez la falsa idea que aquel crecimiento de la matrícula escolar privada se debió al cobro de la insignificante matrícula de la "Sociedad de Padres y Representantes", como quien le estaba brindando una idea brillante y trascendente. Por eso el nuevo presidente asumió la idea que por el cobro de aquella pequeña contribución "se estaba privatizando la educación" ¡Hay uno muy nombrado, maestro, que muy escasamente estuvo en las aulas, de los agentes de "esa idea salvadora"! Había que justificarse de alguna manera y ofrecerse como dirigente con pertinencia. Fue el resultado de la vieja conducta que sigue vigente de no revisar para corregir los errores y menos autocriticarse ni escuchar a nadie que discrepe.
Eso es un disparate tan grande que, en el segundo gobierno de Pérez, el mismo del Caracazo y contra el cual se alzó Chávez, cada representante recibía por hijo, algo así como una subvención o "bono" mensual, para usar palabra de moda, equivalente hasta treinta veces superior a lo que la escuela le solicitaba de cuota por inscribir a esos mismos muchachos. ¡Saque la cuenta lector! ¿Entonces cómo entender o hallar la lógica de aquel argumento según el cual los padres sacaban a los hijos a la escuela pública, donde recibían una asignación mensual por cada hijo, superior hasta 15 veces a la cuota anual de la "Sociedad de Padres y representantes", para pagar en la privada el equivalente mensualmente a aquella asignación de su propio peculio? Digámoslo así, ¿si el Estado me paga por tener mi hijo en la pública por qué llevármelo a la privada donde debo pagar una cuota similar a expensas de mis ingresos? ¿Tiene eso sentido? Pues no. Porque eso que le dijeron a Chávez fue una mentira y se la metió, entre otros, alguien que llegó a Ministro de Educación.
Pero lo que importa es evaluar como la izquierda venezolana, desde su existencia, ha privilegiado la escuela pública por razones, para decirlo de manera pretenciosa y como gusta a alguna gente, de clase.
Pero rompiendo, no esta lógica, sino una conducta inherente a sus principios tácticos y estratégicos, de repente alguien a quien se le tiene como de la izquierda, el presidente Maduro, aparece dando respaldo a alguna escuela privada, pero no a la que por años se ha hecho, como algunas de religiosas católicas que atienden a matrícula proveniente de un sector de no muy elevados recursos y por mensualidades módicas, lo que he comprendido, sino a jóvenes para que se vayan o queden en la universidad privada, lo que si justificaría decir o afirmar lo que, en su momento hizo, Chávez inadecuadamente por mal informado.
Ayer, el presidente Maduro, ya en el umbral de su nueva carrera hacia la presidencia, sin trámite alguno, ofrece a los estudiantes de universidades privadas un "plan de subsidios y becas".
Estando como estamos, casi en una nueva campaña electoral y ante propuesta inédita, sobre todo desde la óptica de la izquierda y quienes se autocalifican auténticos herederos de Chávez un, como le llamé ,"ultroso" en la defensa de la escuela pública, tanto o más que lo fueron Simón Rodríguez y el otro insigne maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, uno se confunde como en demasía y halla motivos para mucho más que sentirse decepcionado.