Es necesario insistir que el sistema educativo puede y tiene dentro de sus misiones pedagógicas hacerse de su propia industria, y hacerlo con base en el pensamiento robinsoniano: "Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las cosas". El sistema educativo es responsable de enseñar, desde la edad más temprana hasta la misma universidad, que un país si no es capaz de producir lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas como, su propia comida, su propio vestido y calzado, es un país vulnerable, con altas posibilidades de no seguir haciendo historia.
La soberanía y la independencia cognitiva dependen fundamentalmente de que podamos desarrollar nuestra propia inteligencia nacional para elaborar las respuestas concretas a nuestros concretos problemas como sociedad. La escuela entonces está en la obligación de generar el clima emocional tanto en el estudiantado y en consecuencia en la familia y en toda la sociedad de que para ser libres pasa por producir autonomamente los productos materiales y espirituales que necesitamos para vivir.
No voy a ocupar espacio en este artículo, para refererirme a los intringulis del nefasto y jugoso negocio de la importación, porque eso es ya de manejo público. Es menester intentar aquí exponer los argumentos que validan la propuesta: "La escuela y su propia industria". El objetivo es diseñar salidas que nos liberen de los moldes de la sociedad dependiente y subdesarrollada y en este caso especifico rompiendo con la educación recolonizada que desde los centros del Capital-Global-Financiero se nos quiere seguir imponiendo con la aprobación de algunos administradores criollos de la educación.
El gran reto que debe enfrentar una política educativa es instalar en el imaginario social la necesidad de construir un país verdaderamente productivo, creador de valor y no simple beneficiario o parasitario de una renta producto de la explotación petrolera del suelo venezolano.
La educación y más concretamente la escuela venezolana debe formar los técnicos,los cientificos,los artístas la nueva clase intelectual encargada de sacar al país del pozo del subdesarrollo y dependencia del modelo capitalista, que fracasó internacionalmente, que se sostiene generando desgracias como las distintas guerras que acontecen en la actualidad y que pagan los pueblos y los más pobres. Que tiene pasando hambre a millones de seres humanos en el planeta, y que la concentración de la riqueza se centraliza cada vez más en una oligarquía financiera global que no pasa de 150 empresas transnacionales.
En esta linea de reflexión,entonces, no puede haber un solo argumento que se oponga o niegue la viabilidad de que el sistema educativo venezolano a través de los mismos territorios escolares erijan su propio sistema productivo donde se coseche el alimento, donde se fabriquen los utensilios escolares,el uniforme y el calzado no solamente de los estudiantes también el uniforme de los docentes, y del personal obrero y administrativo. Pero que además, esas unidades productivas sean al mismo tiempo espacios pedagógicos y de investigación tanto para los educandos como para los docentes,obreros y empleados y al mismo tiempo se tranformen en lugares de ejercicio del ocio creativo,del esparcimiento de las familias y de las comunidades en general, para generar el tejido emocional necesario para construir una sociedad que viva, como canta Mercedes Sosa, una cultura diferente.
Deben ser lugares en los cuales se desarrolle la lógica del mundo del trabajo, la solidadridad y la fraternidad. Y sea enarbolada en la conciencia del estudiantado venezolano la capacidad de apreciar el valor de las cosas, tal como lo expresó con vehemencia el maestro Simón Rodríguez.Estamos convencidos que otra educación es posible.