Para tener el dominio de las armas,
hay que tener el dominio de las tripas".
Don Quijote.
Septiembre es como decir, mañana mismo o a la vuelta de la esquina. Más es el tiempo que uno tarda pronunciando el nombre del mes, uno de los más largos, que lo que falta para que él llegue. Y es así ahorita y lo era días atrás cuando Aristóbulo anunció tenían pensado reiniciar el año escolar en el venidero mes, que como ya dije, es ya, ahora mismo, y con clases presenciales.
Como docente y en cierta medida dentro del pensamiento de educadores como Simón Rodríguez, Paulo Fiere y Luis Beltán Prieto, sin olvidar que pasé unos muy largos años de maestro en el aula, antes en la militancia política, de cuando el militante, entre tantos fines, se reunía para estudiar y no era tanto el "tonto útil", manejado por celular, para marchar, salir a prestar apoyos y sólo ejecutar tareas, a fuerza de bonos, bien sé del valor casi indispensable de la actividad presencial en el proceso de aprendizaje y muy particularmente entre niños y adolescentes.
Pero la cuarentena pareciera, si no contradecirse con lo presencial, si por lo menos, poner un límite y hasta un inconveniente. Estaría como demostrado, es un magnifico proceder para contener la pandemia; como se suele decir, cortarle los hilos, es mantener la distancia y particularmente evita los encuentros colectivos, como esos propios de los espectáculos, sitios públicos y la escuela. Los niños, supone uno, porque está vivo y ha vivido por años entre humanos, estando juntos, son muy dados, por ser niños y gregarios, Dios les bendiga, a no ser estrictos, cuidadosos, en eso de mantener las distancias. Si hasta a los adultos les cuesta mantenr las reglas, cómo será con los niños.
El llamado a reanudar las clases de manera presencial es un riesgo y, hasta el gobierno mismo que, en principio, hizo el llamado y como percibiendo el temor de los padres y el suyo de no ser atendido, lo ha entendido así, ha optado por elaborar una encuesta para tomar la decisión definitiva. Es decir, para el gobierno y el ministerio de educación, la decisión dependerá no de un análisis conveniente, pesando juiciosa y hasta científicamente, sino de una encuesta, como decir una elección donde el votante pudietra poner toda la carne en el asador en función de sus preferencias y hasta deseo de respaldar de la misma manera que pudiera votar en diciembre. Más que la carne misma, el votante pondría en las brazas sus vísceras.
El gobierno y sus partidarios, y con ellos en eso, la mayoria de la gente sensata, estaba por todas las medidas que fuesen necesarias para mantener a raya al Covid-19. Había que pararlo y exterminarlo por la salud de la gente y, porque si se desborda, en este país no habría como combatirlo y hasta cómo enterrar a los muertos. Por eso, ese universo ha rezado y hasta aplaudido, cuando las cifras se mostraban insignificantes. Los enemigos a ultranza del gobierno, empezando por esa especie de Joker, la contraparte de Batman, que es Juan Guaidó, cruzaban los dedos, cada vez que aquél anunciaba las cifras, para que estas subieran como la espuma. Esperaban que, ya que de todo lo que habían hecho no les sirvió para nada, pues Maduro siguió en Miraflores, fuese el virus, en lugar de Trump, quien les sacase las patas del barro y a Maduro de palacio.
Pero de repente, las cifras comenzaron a subir. Primero el gobierno, como tísico alegre, anunciaba algo así como, "no importa que suban, todo lo que sube baja, pues ellas, las cifras y los contamnados, son importados. Y para más de Colombia".
Era pues una alegría de tísico. Lo importante según ellos, estaba en que los comunitarios eran pocos. Y era como bueno eso que los contaminados venían de fuera y mucho más porque eran de Colombia. Era una extraña manera de consolarse e intentar consolarnos. Los comunitarios eran pocos. Sin percatarse, digo yo de buena fe, que alimentaban la pandemia xenofóbica entre dos pueblos hermanos.
De repente, las cosas comenzarona cambiar. Las cifras de comunitarios a subir y para sufrimiento del gobierno, las inherentes a los procedentes de Colombia a bajar.
Y según el ritmo, esas cifras de contaminación comunitaria suben, quizás un poco lentamente pero de manera sostenida. No hay un día que haya muestra de tendencia a detenerse y menos al descenso.
Estando así, de repente, acercándose septiembre, la fecha tradicional del comienzo de clases, la posibilidad que los docentes replantearan sus luchas por el crimen que contra ellos se comete en materia salarial y derechos, el gobierno optó por introducir otro debate, un como distractor, el inicio de clases de manera presencial. Es mejor este debate del cual pudiera sacar una ventaja, como optar por no llamar a clases presenciales, si la mayoría eso desaprueba y dar la idea que sigue cuanto diga el Poder Popular, un asunto en el cual el gobierno está muy desacreditado, más cuando en diciembre habrá elecciones. Y si la mayoria estuviera por el inicio presencial y se desata el Covid con furia, pues la culpa sería de quienes eso aprobaron; pues ellos, los del gobierno, no hicieron más que sujetarse a la decisión del "Poder Popular". Dicho en lenguaje coloquial, éste sería el pagapeo.
Porque hay otras escenas en el cuadro o en el escenario. Un debate electoral, un deslinde y una confusión. Y hay que poner el caldo mientras más "moráo" mejor para que nadie sepa a qué atenerse y ni que cosa con exactitud reclamar, por lo menos primero. Los maestros olvidarán lo del salario por no volver a clases, no vaya a ser se contaminen ellos y hasta sus propios hijos para completar la vaina, algo así como que el hambre y la necesidad se junten. Los representantes, por cuidar a sus hijos, estarán en la lucha para que por ahora no haya clases presenciales y, todos a ese debate, se entreguen. Y el gobierno terminaría, si sus cálculos a eso llevan, a acatar "la voz del pueblo, que es la de Dios", desmintiendo con eso a todos aquellos que le acusan de apartarse de lo participativo y protagónico. Y además, pasará el tiempo y, el hambre, en medio de la feorcidad del debate, terminará distraída, olvidada y hasta muerta.
Se dice que toda copia es mala y los copiones nunca serán exitosos y hasta quizás tampoco al cielo por pecadores lleguen. La originalidad, ya de por sí, tiene rasgos de arte. Ser uno mismo, que lo hace distinto, diferente, lo covierte en un punto de referencia, en algo y, siendo algo, se vuelve uno atractivo, en una referencia y en uno.
China ha programado empezar el año escolar en septiembre. Eso, lo supo Aristóbulo. Estando donde está y por los contactos que con las autoridades chinas tiene, no le fue nada dificil saberlo antes que la prensa lo hiciese público.
¿Entonces si China inicia el año escolar en septiembre por qué no hacerlo nosotros también? Eso pensó Aristóbulo. Porque ellos en eso de copiar no tienen límites. Y se dijo, si ellos toman esa decisión, "algo bueno debe tener y traer ese mes". Los chinos, pensó el maestro, ahora de ministro, son capaces de saber dónde y cuándo reventará ese terremoto que se anuncia desde el fondo más profundo de la tierra, dos y tres meses antes. Y por eso desalojan ciudades donde saben el movimiento telúrico saldra a buscar respiro. Y salvan centenares, miles, y hasta millones de vidas.
"¿Algo se trae entre manos septiembre que los chinos llaman para ese mes a clases presenciales?" Pensó Aristóbulo. Si a alguien se le perdió el mes de abril, Aristóbulo se encontró a septiembre.
Y es bueno, se dijo Aristóbulo y se lo dijo al presidente, presto a escuchar toda cosa azarosa que le digan para salir de esta locura y no habiendo más nada qué hacer, "llamemos a clases en septiembre y matamos tres, cuatro y cinco pájaros de un tiro. A los maestros para que olviden hasta su propia hambre y sus salarios, se dediquen a reclamar solamente que no haya clases presenciales y en eso se metan todos los padres y todos ellos maten su hambre con lo que sea menester y se distraigan".
Programar para enero, mientras se aclara el panorama, como que la vacuna se anuncia, las cifras nuestras suben y septiembre nos arropa. Mientras tanto, mediante un programa eficiente, bien pensado, a distancia, que a nadie deje desamparado, pudiera ser lo más sensato y sin demagogia ni poner de por medio el proceso electoral. Eso sí, si quieren al maestro volcado en esa tarea, para que rinda al máximo y así mismo ayude a sus muchachos, habría que ponerle el sueldo al nivel que merece, pues sería insensato pensar que habiendo tanta hambre en la vida de un maestro y su familia, pudiera este cumplir su labor con eficiencia. ¿De dónde saca fuerza y entusiasmo para enseñar un maestro teniendo a sus propios hijos y estando él mismo macilentos?
Como dijo el Quijote, "para tener el dominio de las armas, hay que tener el domio de las tripas".