"Hijo mío, que suerte te dé
Dios, que el saber nada te vale"
Expresión muy usual en la
Paraguaná prepetrolera
En la teoría política clásica, gobierno significa "tener a cargo la dirección de un Estado", independientemente de su signo ideológico. Cuando se habla de gobierno capitalista, se refiere un modelo de poder que funciona apegado a los principios del liberalismo, favoreciendo los intereses de una clase social conocida como burguesía que, aunque porcentualmente pequeña, logra acumular mucho capital mediante la apropiación que hace de una parte del trabajo no remunerado a sus trabajadores. Mientras menos salario paga, más aumentan sus haberes y fortunas. Por tanto, mal puede esperar la clase obrera que en un sistema semejante, sus condiciones de vida sean las deseadas y menos aún si esa esperanza la deposita en gobiernos como el venezolano, socialista en su discurso pero neoliberal en sus ejecutorias, al punto que hoy los trabajadores del sector público, a diferencia del privado, conforman una especie de esclavos modernos que devengan por su labor un pago muy por debajo del necesario para la reproducción de la vida. Y aunque esto parezca una paradoja increíble desde la perspectiva del pensamiento crítico de izquierda, todavía encontramos intelectuales que en medio de ese desastre prefieren vivir, como decía Pio Gil, comiendo y callando y llenando de elogios y felicitaciones a quienes hoy martirizan a los venezolanos. La bestial depauperación salarial que hoy sufre la clase obrera nacional es inocultable, angustia la vida cotidiana de cualquier grupo familiar en nuestro país, desde que el sol se levanta hasta que se oculta, y no hay publicidad ni discurso oficial posible que la pueda maquillar.
Todas las afirmaciones previas son tan ciertas que recientemente leí en facebook, una desgarradora noticia. Su autoría se le atribuye al doctor Mario Bonucci, rector de la histórica UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, una de las más prestigiosas casas de estudios de Venezuela y de este continente. Informaba la autoridad universitaria, aproximándonos a la exactitud de sus palabras, que una ONG humanitaria había recogido y donado zapatos y vestimentas usadas para ser entregadas a los profesores que más lo requirieran, además de convocar a los potenciales beneficiarios a concentrarse en un determinado lugar dentro de dicha alma mater para recibir parte de la filantrópica remesa. A esa noticia se sumaba otra no menos espeluznante y conmovedora que la anterior. Se trataba de la respuesta indignada que, con sobrada razón, daba un académico de la UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL FRANCISCO DE MIRANDA (UNEFM) de Coro, estado Falcón, a su Vicerrector
Administrativo quien, en aviso oficial de esa institución educativa, había declarado que "...gracias a los esfuerzos y buena gestión del gobierno bolivariano, a sus trabajadores se les estaba cancelando la primera quincena del mes de febrero de 2021". El molesto profesor, con categoría de asistente y dedicación tiempo completo, fundaba su queja en la pulverización sufrida por los salarios debido a las políticas económicas del Ejecutivo Nacional y mostraba tanto la imagen de un depósito hecho a su cuenta bancaria donde se apreciaba la cantidad correspondiente a su pago de apenas 2.600.000,00 bs, así como las de una zanahoria, tres pimentones, una naranja y una cebolla, cuyos productos habían sido lo único que a duras penas logró comprar con la escuálida suma. Otro caso terrible, de los miles que a diario suceden en el país, es el que nos contó un obrero de la Universidad Politécnica Territorial Alonso Gamero (UPTAG) de Falcón y quien enfermo de una fuerte alergia en la piel, presuroso y esperanzado de poder resolver el inesperado trance de salud, acudió de inmediato al ambulatorio más cercano a su residencia y una vez allí el médico de guardia le prescribió como tratamiento, entre otras medicinas, una ampolla que debía colocarse sin demora. Lamentablemente, su costo de 15 millones de bolívares le ha impedido adquirirla y cumplir con lo indicado, pues, su remuneración mensual apenas ronda los 2.600.000 bolívares.
Pero lo anterior ni siquiera resume toda esta espantosa desdicha que arropa a quienes hacen vida en este contexto laboral concreto, desde donde tanto han aportado y aportan a su país. Y es que muy triste resulta encontrarse en cualquier tienda del comercio árabe, definitivamente adueñado de Coro, a profesores universitarios hasta con categoría asociados, maestros, médicos, ingenieros o de otras profesiones, haciendo de vendedores para esta suerte de vampiros y especuladores que actúan a sus anchas, en esta tierra sin ley ni autoridad. Muchos de estos venezolanos laboran casi en condición de servidumbre, sin que esas relaciones estén siquiera regidas por la ley del trabajo. De todo esto resulta una insólita distorsión que nadie pensó pudiera haber llegado a suceder en el país y ello se explica porque con el salario que reciben los trabajadores, no le es posible sobrevivir junto a su familia en este criminal estado de cosas que impera como proyecto político que un pequeño grupo, sostenido por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, se empeña en imponer, a como dé lugar, a la mayoría de este pueblo bregador, inteligente, creativo y luchador que nos los quiere.
Esa realidad, es desgarradora y abominable, un infortunio que en su tiempo hubiera ofrecido incomparables argumentos al escritor valenciano José Rafael Pocaterra para escribir la trama de alguno de sus cuentos grotescos y así mismo a los libretos que hicieron famoso al guionista y director inglés de cine terror y suspenso, Alfred Hitchcock. Esto es un verdadero crimen de lesa humanidad, según la convención internacional sobre el genocidio realizada en diciembre de 1948 y en la cual, entre otros conceptos formuló como eventos de tal naturaleza: "Provocar la sumisión intencional de grupos a condiciones de existencia que hayan de original su destrucción física total o parcial". Cuando escucho a la dirigencia gubernamental asegurar que nadie los detendrá, que no podrán con ellos, y a su alrededor lo que va quedando y se observa es desolación y destrucción, recuerdo aquella famosa amenaza lanzada contra sus
adversarios por Adolfo Hitler, jefe de la banda fascista que durante la segunda guerra mundial ensangrentó a la humanidad, en donde aseguraba que su proyecto de dominio universal se haría realidad por encima de cualquier oposición, por lo que arrogante y soberbio sentenciaba: "Incluso, si no podemos realizar esta conquista, al perecer nosotros destruiremos medio mundo (...) Nosotros no capitularemos".
Y es precisamente a eso a lo que ha conducido la desaparición casi absoluta de una justa remuneración salarial de los trabajadores. Semejante absurdo es el más grande atropello que se pueda cometer contra la familia en cualquier formación social del planeta, ya que un buen ingreso es la única garantía que tiene la clase obrera de poder adquirir, para él y los suyos, unos más que otros, parte de los bienes de consumo necesarios para atender sus inaplazables necesidades de alimentos, vivienda, vestido y acceder a los servicios básicos de salud, recreación, educación y otros. Si sus ingresos son míseros, los creadores de la riqueza material y cultural y sus parentelas quedan condenados a enfrentar, en las peores condiciones de indefensión, inimaginables carencias y sufrimientos.
Cuesta creer que un liderazgo en ejercicio de gobierno, sobre todo aquél que en sus propagandas partidistas se autoproclama obrerista, socialista y revolucionario, no vea ni entienda que su práctica política-social ha ocasionado un tremendo daño al país y a sus pobladores. Las luchas históricas del proletariado mundial y venezolano en particular, siempre empezaron por la exigencia de una remuneración "justa", que al menos estuviese en correspondencia con lo producido por su fuerza de trabajo, hasta que finalmente comprendieron que la única forma de poner fin a esa expropiación de la que eran víctimas por parte de su patrono, privado o público, era pasar del reclamo social-reivindicativo por aumentos de sueldos y salarios, a la confrontación de clase para alcanzar el poder político y organizar un Estado que representara sus intereses. En la descripción que hicieran Carlos Marx y Federico Engels (Obra: Trabajo Asalariado y Capital) acerca de la pobreza en la que se encontraba el proletariado en Europa en la segunda mitad del siglo XIX, se lee: "De un lado, riquezas inmensas y una plétora de productos que rebasan la capacidad de consumo del comprador. Del otro, la gran masa de la sociedad proletarizada, convertida en obreros asalariados, e incapacitada con ello para adquirir aquella plétora de productos. La división de la sociedad en reducida clase fabulosamente rica y una enorme clase de asalariados que no poseen nada, hace que esta sociedad se asfixie en su propia abundancia, mientras la gran mayoría de sus individuos apenas están garantizados, o no lo están en absoluto, contra la más extrema penuria. Con cada día que pasa, este estado de cosas va haciéndose más absurdo y más innecesario. Debe ser eliminado, y puede ser eliminado". Y aunque ese contexto histórico no tiene nada que ver con Venezuela ni corresponde al momento actual, muy bien pudiera servir para caracterizarlo tal cual es hoy, lo que se puede explicar no como una repetición de la historia, sino sencillamente porque las condiciones y modos de producción que ocasionaron aquella barbarie, aún están allí, naciendo todos los días del mismo vientre maligno del capital que lo engendró y lo regó por el mundo, reproduciéndose y actuando ahora con mas bríos, en medio de distintas realidades y
acompasado con los cambios de escenarios y personajes que han traído los nuevos tiempos.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela refrenda, en su artículo 91: "Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para si y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales. Se garantizará el pago de igual salario por igual trabajo y se fijará la participación que debe corresponder a los trabajadores y trabajadoras en el beneficio de las empresas. El salario es inembargable y se pagará periódica y oportunamente en moneda de curso legal, salvo la excepción de la obligación alimentaria, de conformidad con la ley. El Estado garantizará a los trabajadores y trabajadoras del sector y del sector privado un salario mínimo vital que será ajustado cada año, tomando como una de las referencias el costo de la canasta básica. La ley establecerá la forma y el procedimiento".
Sin embargo, esto ni siquiera se aproxima a la realidad. Es increíble que los venezolanos hayamos permitido recibir tanto atropello y humillación por parte de un grupo de gobernantes y opositores a quienes el 90% de la población reprueba sus comportamientos y actuaciones. Es indignante que el primero de ellos haya identificado a las universidades como enemigas de su proyecto autoritario y las tenga como objetivos estratégicos a destruir; en tanto que el segundo las haya utilizado como carne de cañón para impulsar planes golpistas y contra la soberanía nacional. En medio de ese pugilato entre gobierno y oposición, las casas de estudios universitarios han sido minimizadas, se les han negado los recursos necesarios para desarrollar sus programas de docencia, investigación, extensión, adecuación de infraestructura, tecnológica, laboratorios y ambientes de trabajo. No es preciso hacer mucho esfuerzo para comprender que la intención que está detrás de todo esto es lograr que se arrodillen, no luchen, no piensen, no denuncien y mueran de mengua al igual que van haciendo con el país. Y por otro lado, en donde la oposición mantiene ascendencia, las ha convertido en centros de sus activismos político-partidistas y sin vínculos o de espaldas a una nación que espera de ellas respuestas científicas y académicas para atender con las mejores decisiones sus problemas y urgencias.
Las denuncias que encabezan este artículo, son evidencias dolorosas de la terrible situación de empobrecimiento que hoy viven los docentes e investigadores en Venezuela. Una fuente estadística (UCV-FAPUV.UC) sobre el histórico salarial de un profesor titular universitario, habla crudamente por si sola: en el año 1974, su remuneración recibida era equivalente a 1.884 $; en 1988, llegó a 3.472 $; en 1988, bajó bruscamente a 667 $; en 1998 se incrementó sustancialmente a 1.144 $; en el 2001, continuó su ascenso y se ubicó en 2.573 $; en el 2012, disminuyó nuevamente a 1.126 $; en el 2015, comenzó una estrepitosa caída y llegó a 56 $; en el 2019 continuó en picada y casi alcanzó el piso del barranco 8,75 $ para, finalmente, en el 2021 desaparecer como ingreso de vida y llegar a 5,80 $.
La ULA, la UNEFM, la UPTAG y las otras universidades del país, en cuyas aulas
se han formado miles de talentosos y brillantes profesionales venezolanos y han laborado y laboran profesores estudiosos, con bien ganado prestigio y de una talla intelectual, profesional y ética cuyos aportes al conocimiento han hecho posible el desarrollo de la educación, la investigación, la ciencia, la técnica, las humanidades, las artes y todo lo extraordinario que tiene la patria de Simón Bolívar, no merecen encontrarse en la situación de pobreza que la actual administración les ha provocado.
Que absurdo resulta todo este lamentable episodio de nuestra historia. Nunca antes vivimos un cuadro tan lamentable de menesterosidad, estamos no en el umbral de las puertas del infierno, sino en su propio centro, en donde los demonios tienen montado un festín con nuestra agonía. Peor aún resulta escuchar al presidente Nicolás Maduro, siempre amenazante, ofreciendo lo que nunca cumple y arrimándole culpas de cuanto nos afecta a cualquier otro adversario, menos a su gestión o la de los suyos. Rodeado de un séquito de hombres y mujeres terribles, despiadados e insensibles, que piden al pueblo y a la clase obrera sacrificios que ellos ni encarnan ni están dispuesto a asumir, y así nos va transcurriendo la vida a los venezolanos, consumiéndonos en carencias de todo tipo, angustias interminables y en un viaje infeliz y azaroso que nos lleva camino al cementerio. Son la copia desmejorada, más ruin y malintencionada, de los dictadores militares de los viejos tiempos que martirizaron a todo el que de cualquier forma se les oponía. Sus planes antidemocráticos de perpetuación en el poder, colocó prioritariamente en la mira de su control un programa de envilecimiento ideológico de todos los cuerpos en armas y no pierden ocasión para visitar cuarteles y destacamentos castrenses para llenarlos de halagos, llamándolos herederos de lo que en realidad nunca han sido: "los ejércitos libertadores". Ésta es la Venezuela lamentable y de las incertidumbres de hoy y en la que millones de personas tratan de no morir por hambre o por cualquier enfermedad. Mientras que sobre esos despojos se yerguen la ostentación y el bienestar sin límites del reducido grupo de altos y medianos funcionarios de gobierno, civiles o militares, legisladores, alcaldes y gobernadores, muchos de ellos, antes personas muy pobres, de condición social modesta, y hoy muy prósperos, algunos hasta empresarios e integrantes de la nueva burguesía local, regional y nacional venezolana. En tanto todo eso ocurre, como si fuese cosa sin importancia, los trabajadores, verdaderos constructores de la vida de la nación, ya no tienen salarios ni medios de existencia que les proteja de no ser víctimas de la indigencia. Ya no disfrutan siquiera de un buen servicio médico, seguro social o de suministro de medicina y alimentos. Sin protección y traicionados por la dirigencia sindical, han quedado condenados a la incertidumbre y a merced de cualquier atropello.
Por supuesto, la excusa presidencial para justificar esa desgracia siempre ha sido la guerra económica, el bloqueo y las sanciones financieras impuestas por las administraciones al servicio de los grandes capitales occidentales, norteamericanos y europeos, sin dudas existentes e históricamente criminales. Se dice que el asalto perpetrado a esos recursos del país por el pillaje internacional y opositores de la derecha venezolana, alcanza la suma de treinta mil millones de dólares, cantidad que seguramente hubiese corrido la misma suerte a lo interno, de haber dispuesto el país de
ellos, pues, habrían sido engullidos, como si se tratara de una estrella tragada por un agujero negro del universo, por las mafias que han transverzalizado nuestra sociedad desde arriba hasta abajo.
Esa tragedia nacional debe ser superada y solo con la lucha de los trabajadores eso será posible. Es tiempo de conquistar un porvenir con bienestar y felicidad para todos los hijos, donde quiera se encuentren, de esta patria hermosa, grande y generosa.