Una maravilla nos pareció un foro virtual al que asistimos este domingo 31 de octubre del corriente 2021, aunque en realidad no supimos como intervenir vía WhatsApp y nos limitamos a oír, ver y leer las intervenciones del ponente invitado y demás personalidades: el profesor universitario, historiador y editor Carlos Giménez Lizarzado.
Los anfitriones: dos figuras importantes de la educación, la cultura y el activismo ciudadano y quienes tuvieron altas funciones en las áreas académicas y de extensión del Instituto Pedagógico de Barquisimeto en la década de 1990 cuando fuimos estudiantes de esa institución, de la élite local barquisimetana que por más 20 años desarrollan el programa "Aula abierta al ciudadano", práctica típica de lo que el politólogo Alberto Bobbio (Turín, Italia, 1909-2004) caracteriza como propia de los más altos agentes de la sociedad civil; con lo que fortalecen la democracia e hicieron intervenciones, por ejemplo, un reconocido médico e intelectual larense y así muchos otros.
Como un atrevimiento, el subtítulo de esta nota sintetiza la concepción y praxiología de universidad que se desprende de la actuación de El Libertador y el médico, educador y naturalista José María Vargas; es decir, la conocida reforma universitaria de la universidad de Caracas impulsada por Simón Bolívar en visita a su patria chica y que amaba sobre todas las cosas, en sus propias palabras, que por cierto, visitara por última vez; cuando rompiendo una tradición monástica-colonial designó a un civil laico, no un religioso sabio de alguna congregación religiosa, según consagraba el patronato eclesiástico.
Desde entonces la universidad venezolana será republicana –dimensión axiológica o estético y política-, autónoma en lo académico-administrativa y autonomía financiera (la Hacienda Pía de Chuao era la fuente ingresos de la UCV, hasta que Guzmán Blanco en 1873, se expropió; ¿esos rasgos los ha perdido hoy doscientos años después la universidad venezolana? ¿Se cumple entonces hoy lo que otro grupo de académicos ha denominado la destrucción programada de nuestra universidad? ¿Por qué estas distinguidas personalidades del mundo universitario excluyen y al parecer no consideran que también son universidades los nuevos dispositivos que el estado nacional, planes y programas ha venido desarrollando al menos desde 2003?
Que recordemos sobre estos asuntos han escrito los maestros universitarios larenses Abogado y Profesor don Francisco Cañizales-Verde, en un texto de 1968-70, cuando en Venezuela se debatía sobre la reforma de la Ley de Universidades, que desempeño la Secretaria del UCO, UCOLA; igualmente el historiador Dr. Reinaldo Rojas, sobre todo en el libro Historia e historiografía del tema bolivariano (varias ediciones), el Profesor Dr. Alexis Guerra, el filósofo fenomenológico o se diría mejor discípulo de Martín Heidegger, Dr. Ernesto Maíz-Vallenilla, en particular en una obra (El ocaso de la universidad) que recordó en su exposición magistral o Lectio Brevis el Dr. Carlos Giménez-Lizarzado.
Por cierto, nos llamó la atención lo que citó de memoria el Sr. Lizarzado, a saber, que en la historia y de facto ha sido las diversas revoluciones científica-tecnológicas los vectores que han impulsado la transformación de la universidad, lo mismo en el pasado como en presente. En los días que corren y más aún en el actual contexto pandémico, las novísimas tecnologías de la información y la comunicación han afectado la didáctica de todas las disciplinas y los recursos del aprendizaje, así como la interacción docente-alumno; en ese sentido, las universidades de administración privada, como se dice coloquialmente, le llevan una morena a las instituciones universitarias de administración pública. Otro asunto para la discusión y reflexión.
Un aspecto inquietante lo representó una sugerencia del Dr. Giménez-Lizarzado: consistió en señalar que ante la precariedad de los presupuestos universitarios de los últimos tiempos y como un mecanismo de control social por parte del gobierno – es la tesis de un sector de los grupos de presión o de intereses político-electorales-, las universidades públicas pudieran recurrir a los organismos de financiamiento bilateral –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, UNESCO, corporaciones trasnacionales privadas, suponemos- a objeto de que financien proyectos de investigación en ciencia y tecnología.
Ello nos hizo recordar una referencia de un libro del Dr. Arturo Uslar Pietri –Más y mejor educación para la Venezuela, creemos que sea el título; allí destaca su experiencia en la Universidad de Columbia, EE. UU, amplias bibliotecas y archivos, campus tranquilos, además de que son las corporaciones privadas que mediante donaciones y la matrícula estudiantil los mecanismos de financiamiento; por su parte, otro maestro: el Dr. Orlando Albornoz, creo que en su libro Los vértices de la meritocracia, nos parece, señala que la universidad norteamericana carece de autonomía, ni los profesores gozan, se diría, de inamovilidad laboral, el profesor es contratado por su méritos académicos; por lo que el rendimiento de éstos en lo académico-administrativo se torna importante, en nuestro país, en cambio, recuerdo ahora al Dr. José Sanz-Roz, el profesor suele tener bajo rendimiento.
Finalmente, nos peguntamos sencillamente si es que el Sr. ponente aludió con ello a la necesidad de privatizar o cobrar altas matrículas en las universidades, además faltó ampliar su tesis de que el carácter experimental de las universidades sea preferible a la autonomía o sea de igual rango. Asunto para otro foro virtual, junto a que excluyó de la reactivación de la universidad venezolana a todas las nuevas universidades politécnicas territoriales, por ejemplo, y tantas otras, ¿esas tales no hacen parte del proyecto universitario de Simón Bolívar y José María Vargas?
