Mientras más tiempo tardemos en disponernos en salvar la educación más se hunde el país en el atraso, el subdesarrollo, la dependencia y la desigualdad. Ser indiferentes, como sociedad, frente a las luchas que vienen librando los trabajadores de la educación, nos hace cómplices automáticos de quienes quieren destruir la educación pública. Tal actitud de indiferencia, como madres, padres o representantes, significa también permitir que nuestro sistema educativo nacional siga fracasando como resultado de las políticas erradas y entreguistas que el gobierno de maduro viene aplicando en educación.
La crisis de la educación en Venezuela se traduce concretamente, en el más lamentable fracaso escolar de nuestros hijos, viéndose de esta manera frustradas sus esperanzas de crecimiento y realización personal. Y en términos generales, todo el país se precipitaría hacia una catástrofe cultural poniéndose en peligro nuestra soberanía e independencia nacional.
No vamos a dedicarnos en este artículo a examinar los escombros a lo que fue reducido nuestro sistema educativo en los últimos 10 años, no, sería una experiencia muy deprimente constatar que algo parecido a una cruzada barbárica marchito nuestra educación.
Lo que si vamos a hacer es concentrarnos en insistir de persuadir a las madres, padres, al movimiento estudiantil y al conjunto de la sociedad, de que aún tenemos tiempo de salvar nuestra educación, pero que para lograr este objetivo necesitamos juntar y articular todas nuestras energía como colectivo nacional por medio de la escuela, la familia y la comunidad, porque si no es así, entonces la corrupta política y las fuerzas oscuras que vienen actuando sobre Venezuela terminarán por conseguir su objetivo de destruir la educación pública y en consecuencia la brutalidad se impondrá a toda la sociedad.
Es urgente la unidad de todo el pueblo para salvar nuestra fuerza productiva creadora más importante, la más estratégica; nuestra educación nacional. El pueblo venezolano debe hacer conciencia de que sólo podrá salvarse y salir de la pesadilla que está viviendo si produce colectivamente una insurrección moral y política que le arranque de las manos a las fuerzas malignas los destinos del país.
Esa es la razón por la que debemos, sin más tardanza, empezar a construir un Gran frente de Unidad Popular en torno a un Programa Robinsoniano de Educación para salvar la educación. Necesitamos un sistema educativo que le otorgue buenos sueldos a sus maestras y maestros, que cuide su salud mental y física, un sistema que garantice el mejoramiento permanente de los elementos de la situación educativa garantizando de esta forma la formación de la clase intelectual orgánica que la Patria necesita para desarrollarse.
Entonces la tarea concreta que le corresponde hacer a las madres y abuela y a los padres y abuelos en apoyo a la lucha por salvar nuestra educación es no enviar a nuestros hijos y nietos a la escuela el lunes 9 de enero. Sólo el pueblo consciente, unido y organizado puede salvarse.