Banderas invertidas

Ciertamente uno no sabe si la inversión es de las banderas o de quienes las portan. A estas alturas del juego la oposición ya lleva ocho años pidiendo a gritos que nos invadan los gringos para que los oligarcas recuperen el poder político en Venezuela, y sus voceros lo han dicho de manera tan clara y tan directa, sin que nadie haya ido preso por traidor a la patria, que da risa eso de que ahora recurran a la sutileza simbólica de una bandera volteada que además está incompleta porque le falta una estrella. Esa bandera no es de aquí. La bandera nuestra, la de Miranda, la bolivariana, es contestataria y libertadora, la de ellos es entreguista y cobarde, como lo son quienes participaron en el golpe de estado de abril de 2002 y ahora lo niegan. Como los estudiantes que dicen no ser golpistas pero quieren salir de Chávez rápidamente. Los mismos que se arrodillan levantando los brazos cuando la policía se acerca, y gritan paz con un rictus que simula dolor, con las manos pintadas de blanco y mirando a las cámaras siempre oportunas de Globovision. Que histrionismo. Si quienes protestábamos en los setenta hubiésemos usado esas tácticas no lo estaríamos contando.

Cabe preguntarse hasta dónde va a llegar o hasta dónde se va a dejar llevar ese movimiento de estudiantes de clases media y alta, que ha tomado la vanguardia oposicionista desde la USB, ante el fracaso de los líderes adecos y copeyanos tradicionales y nuevos. Afirman no ser políticos, pero ahora quieren buscar al pueblo, en el calvario, en la esquina caliente, para “dirigirlo”, ya no solo por el rescate del derecho de “ver la TV que uno quiere”, cosa que llaman libertad de expresión, sino para defender los “derechos civiles”. ¿De cuáles derechos hablan? ¿Si llevan casi dos semanas sin clases, con el aval de sus autoridades universitarias, tratando de calentar las calles del este de Caracas, pero eso sí, disfrutando de protección policial? Ellos dicen representar a todos los estudiantes del país, pero vienen mayoritariamente de universidades privadas y de las nacionales elitescas, mantenidas por el estado. Siguen subestimando la inteligencia popular. Definitivamente no aprenden, pero su guión ha sido develado y se conocen tanto sus tutores y financistas norteños como los titiriteros locales.

Si la alharaca es por la reunión de la OEA volvieron a fallar. En estos tiempos no se puede creer en nada, como diría Aquiles Nazoa. No pueden fiarse ni de la OEA, porque hasta el antiguo “ministerio de colonias” que certeramente bautizó Fidel, ahora se dignifica, está alzado y ya no es tan fácil para el gobierno norteamericano negociar complicidades en América Latina. Y Chávez no es Milosevic, ni Venezuela es Yugoslavia. Aquí la inmensa mayoría del pueblo, ése que no califica para “sociedad civil”, apoya críticamente pero sin titubeos al presidente Chávez. Ese pueblo que propone, participa y decide, disfruta de una libertad plena, como también la tienen los militantes de la oposición. Aquí la mayoría abrumadora de los medios está en manos privadas, pero el pueblo cada vez con más fuerza, decide su destino. Nunca como ahora tuvimos tanta democracia en el país. Entonces, ¿cuáles variantes introducirán en la cartilla?

La situación preocupa porque la ineptitud de la oposición ha llevado a sus parciales al desespero. Los cuerpos de seguridad deben cuidar tanto al Presidente como a los personajes opositores más “emblemáticos” porque por ahí pueden venir los creativos ¿Han pensado los líderes estudiantiles, qué hacer con un pueblo que no va a permitir que le arrebaten sus logros? ¿Acaso el filósofo del Zulia o cualquier otro de los dirigentes viejos o nuevos, podrá controlar los cerros? ¿Tienen idea esos muchachos de la catástrofe social y moral que significó la dictadura de Pinochet? ¿O la de los militares derechistas en Argentina? ¿Conocen los estudiantes algo de la historia colombiana de los últimos cincuenta años? Hay que verse en esos espejos.

Es comprensible la impaciencia juvenil y más cuando se ha tenido todo. Pero hubo que esperar cuarenta años para que el país empezara a enderezarse. Si no les gusta Chávez y quieren salir de él por la vía legal, y si de verdad no creen en los líderes de la derecha tradicional, lo correcto sería que se organizaran en partidos políticos, que se inscribieran en el CNE, que buscaran buenos candidatos y que participaran en elecciones legislativas y presidenciales. Unión de Jóvenes de Derecha podría ser un buen nombre, acorde con su realidad.

charifo1@yahoo.es


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Douglas Marín


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