Francamente y queriendo brindar el mayor de los respetos a quienes piensan distinto, luego de dos semanas de marchas, bailoterapias, gimnasia rítmica, manitas pintadas –una buena cuota de violencia puesta en el caldo por la fuerza de choque -¡para eso quedó!- de Bandera Roja y mucho pescueceo en pantalla, los jóvenes de las universidades privadas y un número considerable de las públicas autónomas –que es casi lo mismo- no hayan en qué palo ahorcarse. Primero fue "¡rrrcteveeee!, ¡rrrrcteveeee!", luego cambiaron a "libertad de expresión", al ratico dejaron lo de la expresión en la cuneta y se fajaron con "¡libertad!, ¡libertad!", ¿se acabó el arsenal? ¡noooooo!, del baúl de las consignas extrajeron "¡derechos civiles!" y hoy nos dejan boquiabiertos –ya verán porqué- con la consigna "¡Por el respeto a la autonomía universitaria!".
¿Algo de particular? nada, absolutamente nada. Todos los que alguna vez luchamos durante la "democracia puntofijista" y los que no lo hicieron también, sabemos que esa es una consigna del movimiento estudiantil de todos los tiempos. Por cierto, exceptuando esa consigna tan cuchi de "¡rrrrceteveeeee! y la que se me olvidó de "¡gloooobovisiónnn!, ¡gloooobovisiónnn!, todas las demás son propiedad de los estudiantes y sectores progresistas de siempre. En todo caso, como pasó con la nacionalización del petróleo y el hierro, de lo que se trataba era de que fuera una auténtica nacionalización y no una chucuta, pues con estas consignas pasa exactamente igual: ¿qué significan libertad de expresión, derechos civiles y autonomía universitaria para quienes gritan por ellas? Evidentemente para algunos significa una cosa, exclusiva y excluyente y para los sectores revolucionarios significa otra. No hay problema. El problema, lo que realmente lo deja a uno patidifuso, es ver a los estudiantes (espoleados por sus autoridades) de universidades privadas invocando la autonomía universitaria.
¿Saben que creo?, que a Ugalde y al resto de rectores de la privadísimas universidades Católica, Monteávila, Metropolitana, etc., –como a Ortega en aquel febrero de 2003- el "mayo francés" se les fue de las manos. Me da la impresión de que movieron piezas indebidas que los pondrán en jaque –cuidado si mate- más pronto de lo que imaginan. Vamos a ver: ¿Quieren autonomía universitaria estas universidades?, es decir, ¿quieren autoridades, rectores, decanos, etc., elegidos?, ¿sabrán el lío en que se han metido?, porque la Revolución no puede pelar este mango bajito. Hay que complacerlos rápida y diligentemente. Además a fondo y con democracia, no con esa estructura feudal y de fueros que hoy practican quienes la manosean. Nada de un voto de un profesor igual a 40 votos de estudiantes, nada de eso. Democracia participativa y protagónica para toda la comunidad universitaria, ¿ah, Luís?, ¿quién te ha elegido a ti rector?, ¿Quién contrata a los profesores?, ¿Quién –y en base a cual legitimidad de origen- decide la "línea" de la Universidad Católica?, ¿Cuál Consejo Universitario, de verdad, decidió incorporar por dos meses al paro del 2002-03 a la UCAB y cobrar –sustraer- las mensualidades a las familias por un servicio no prestado?.
Bueno, señores rectores y demás autoridades, ustedes, como aprendices de mago han invocado fuerzas ciclónicas y pronto no sabrán que hacer con ellas. Esto que están haciendo tiene un penetrante olor a metida de pata descomunal; creo que les va a pasar como a quienes decidieron sumarse al sabotaje petrolero en PDVSA, o los militares del goteo en la Plaza Altamira. Si tuvieran dos dedos de frente se mirarían en ese espejo, creo que van a perder el chivo y el mecate, porque las oportunidades las pintan calvas y ustedes se la han puesto –por soberbia y disociación grave- a este pueblo de flaicito. ¡Vamos, Ministro Acuña, vamos Presidente, vamos a complacerlos!: ¡verdadera autonomía con ellos!, ya los veremos llorando y a los muchachos les digo: demuestren que tienen algo en la bola, ¡Autonomía!, ¡autonomía!, ¡autonomía, carajo!, ¡mensualidad consensuada, baños limpios, cero pirateo académico, cuentas claras...! ¡Ay, Luisito en que lío los has metido!