Educación y Desarrollo: ¿Quién fue primero el huevo o la gallina?

La relación entre educación y desarrollo ha estado en el centro del debate educativo por mucho tiempo y no muestra señales de disiparse. Este tema surge de manera especial en la discusión en torno a las políticas de ingreso a la universidad. Recientemente, Villarroel puso el tema en el tapete con su artículo sobre lo que el denomina “calidad del estudiante” (ver Ultimas Noticias, 5 de junio, 2007, p. 54). Según Villarroel los estudiantes podrán “rendir plenamente cuando “estén listos” para cursar ese nivel educativo”, el rendimiento está condicionado por el “capital cultural” y la ubicación adecuada del estudiante según “sus conocimientos, aptitudes, valores y experiencia” garantizaría su éxito en la universidad. La adopción de estos supuestos ubica a Villarroel en el grupo de educadores que piensan que la educación debe seguir al desarrollo. En este breve artículo me referiré sólo al primer punto. Pienso que esa postura es la menos conveniente y la más inadecuada para soportar las políticas educativas del Gobierno Bolivariano.

Otra posición, contraria a la defendida por Villarroel, es la que sostiene que la educación promueve el desarrollo. Desde esta perspectiva la idea de esperar a que los estudiantes “estén listos” para que se les pueda enseñar algún tópico determinado es un sin sentido. Porque se asume que la educación promueve el desarrollo, es la educación la que sigue al último y no al contrario como piensa Villarroel. Esta escuela surge en la extinta Unión Soviética y uno de sus más conocidos exponentes es L. S. Vigotskii. Las necesidades de desarrollo, tanto personal como cognoscitivo, para atender los nuevos retos que planteaba la construcción de repúblicas socialistas no podían comprenderse ni ser tratadas adecuadamente con las teorías psicológicas predominantes en occidente. Esta situación llevó a los psicólogos soviéticos a fundar una nueva escuela psicológica que le sirviera para crear las soluciones educativas que las nuevas repúblicas requerían y que tuvieran el marxismo como base teórica. De ese esfuerzo surgió la llamada escuela histórico-cultural. Para ésta, la educación es desarrollante, un motor que promueve el desarrollo. Además, todo estudiante puede desarrollarse bajo la influencia de la educación. Por tanto, no hay que esperar que esté listo para enseñarle. Las implicaciones para las políticas de admisión a la ES son claras, todos pueden ingresar porque el fin de la educación es precisamente desarrollar sus competencias, y no recibir sólo a los competentes como sostiene Villarroel.

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Julio Mosquera


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