No hay duda de que los tiempos cambian, o como planteó el brasileño José De Sousa a finales de los años noventa, no vivimos una época de cambios sino un cambio de época. En cuanto atañe a la oposición venezolana las evidencias son tragicómicas. Mientras quienes marchábamos en los años setenta contra los gobiernos adecopeyanos de entonces, jamás tuvimos cabida en la prensa y menos en la TV salvo para tildarnos de “desadaptados” o “revoltosos”, en el mejor de los casos, y mientras nuestra participación en marchas por la autonomía universitaria, por un presupuesto justo, o simplemente contra la represión que sufríamos, se pagaba al costo de detenciones y reseñas en la DISIP, además de torturas y largas prisiones para los líderes más importantes, los “bravos” estudiantes universitarios oposicionistas de ahora, son recibidos en sesión plenaria en la Asamblea Nacional, son entrevistados a dos páginas en la prensa nacional, invitados a programas de radio y TV, y apoyados por la jerarquía eclesiástica. Mayor éxito mediático imposible. No nos extrañe que dentro de poco veamos sus rostros en comerciales y vallas alusivos a la moda joven, como símbolos de la rebeldía de la clase media y por la defensa del libre consumo.
Ayer, en el marco de un “fin de semana por la vida”, los alegres y “cuchis” grupos estudiantiles de derecha, recorrieron varios centros comerciales –del este de Caracas por supuesto – con sus manitas pintadas de blanco, portando globos de libertad y emblemas de algunos de sus patrocinantes, en un bullicioso desfile “por la vida”. No faltaron los aplausos y vítores de clientes que transitaban por los pasillos o consumían productos, en una muestra de simpatía por tan osada acción, que sin duda estremeció los cimientos del tambaleante régimen chavista, tal como lo hizo la estentórea protesta de las barras enardecidas de la resistencia, durante la Copa América.
Lo primero que uno se pregunta es de cuáles vidas hablamos, porque basta con leer las páginas de sucesos de los diarios, para percatarnos que la mayor cuota de víctimas de la violencia en el país procede de los barrios, de las zonas más marginadas por todos los gobiernos. De manera que allí, en las zonas populares donde ni los módulos de Barrio Adentro escapan a los maleantes, donde no llega la acción policial y si lo hace es para capturar trabajadores, es donde una protesta estudiantil contra la inseguridad y el derecho a la vida, aunque no lleguen las cámaras de Globovision, estaría plenamente justificada. No en los centros comerciales que han medrado justamente de la incapacidad oficial para controlar la delincuencia, y que han crecido al costo de la desaparición de miles de negocios independientes, mientras que los sobrevivientes restringen cada vez más sus horarios a causa de los ladrones.
Aunque lamentablemente las vacaciones escolares serán un tropiezo para la creativa actividad publicitaria de los “aguerridos” estudiantes, ya nos ofrecieron un retorno caliente en septiembre, para seguir “luchando por la patria”.
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