La juventud que se moviliza a favor del fascismo es la "eterna juventud". En la ULA, como en otras universidades de las que se dicen autónomas, la representación mediática del "movimiento estudiantil" es asumida por un club de abuelos con un promedio de 20 años inscritos en la universidad. Esas mafias estudiantiles que asumen vocerías mediáticas representan lo más mediocre de la de por sí maltrecha educación superior: acertaron involuntariamente al hacerse llamar "Generación del 07", pues la cifra se corresponde con sus méritos acádemicos. La estela desastrosa de sus marchas apuntala el apoyo popular al gobierno, y si continúan con sus genialidades estratégicas, lograrán que los indecisos cierren filas en contra de la violencia, y la reforma constitucional sea aprobada por un margen electoral nunca antes visto.
Lamentablemente, esos sectores están movilizados en contra de fantasmas. La reforma presentada por el gobierno no supone el fin del capitalismo: los cambios propuestos para la constitución no implican la expropiación sin indemnización de las empresas, los latifundios, o la banca comercial; no se traducirán en una igualdad que no sea retórica, ni en una justicia que no sea hipócrita. A pesar de ello, los fascistas insisten en esparcir esas mentiras sin darse cuenta de la inmerecida publicidad que le dan a la reforma, o las injustificadas esperanzas que puede despertar su propaganda histéricamente anticomunista. El pueblo trabajador no se va a identificar con las preocupaciones de unos grandes cacaos amenazados. Y en realidad los grandes cacaos tampoco, porque están gozando de lo lindo haciendo negocios con el Estado.
Ese activismo fascista sólo dejará, además de heridos y escombros en las calles, puntos en las encuestas para el gobierno.
