Es difícil hablar de nuestra experiencia en el campo educativo sin antes definir lo que consideramos caracteriza un verdadero proceso de transformación en este importante ámbito social. Para ello es necesario comprender lo que ha significado en estos últimos años el ascenso al poder del Presidente Hugo Chávez Frías y el impacto socio- cultural y político que este hecho ha venido aportando al escenario de nuestro país.
No se exagera cuando se afirma que la sensibilidad del pueblo venezolano sufrió un enorme impacto, fortalecida por el discurso del Comandante, quién desde su campaña electoral ha venido ofreciendo a los venezolanos una serie de temas de reflexión histórica que generan severos cuestionamientos al papel que ha cumplido la escuela en la formación integral del ser humano, y mucho más allá, en la formación de nuestra conciencia ciudadana. Con esto no se pretende afirmar que haya sido el Presidente de la República quien señaló por vez primera estos males, pero sí es indudable que ha sido él, el mayor comunicador que se ha conocido en estas últimas décadas, y que su empatía con las clases populares ha garantizado la socialización de temas y la percepción de contenidos ideológicos, que nunca antes habían sido discutidos.
En mi ejercicio como maestra de escuela básica, nunca olvidaré mi ingreso a un aula de cuarto grado, un 1 de febrero del año 2000, en la UEE Anita Espinal, cuando un pequeñito de escasos diez u once años, frente a mi discurso inicial de saludo y de enlace cognoscitivo, señalando la conmemoración del nacimiento de Don Cecilio Acosta, me preguntó la razón por la cual yo no mencionaba nada sobre Ezequiel Zamora, porque también ese personaje histórico había nacido en esa fecha. Después de sobreponerme de mi asombro, celebré la intervención de mi agudo discípulo y dediqué toda la tarde a intercambiar ideas sobre aquella figura extraordinaria que era hoy centro de interés para aquel grupo de pequeñines. En ese instante comprendí el valor de la planificación estratégica: preparamos una clase de historia y desarrollamos también contenidos de lenguaje, leyendo y comentando el “Poema al Guerrillero” de Andrés Eloy Blanco. Esto no hubiese podido ser posible sin que antes no hubiese estado sensibilizada hacia la búsqueda de una formación integral.
Es así como, a través del discurso radical de Hugo Chávez Frías, las mayorías comienzan a reconocerse y a encontrar cohesión entre las múltiples situaciones que los afectan. El líder se encarga de anecdotizar, empleando para ello la mejor estrategia que conocen los pueblos: el cuento, el refrán, la leyenda…Inevitables relatos vinculados con su propia historia de vida, impregnada de realidad y leyenda, hacen que las dimensiones de este personaje comiencen a ocupar espacios insospechados en la sensibilidad popular.
Pero… ¿Qué papel le corresponde jugar a la escuela frente a estas nuevas percepciones? ¿Qué rasgos han venido caracterizando al magisterio venezolano? ¿Cuáles son los niveles de participación de los educadores en la toma de decisiones, no sólo en su ejercicio laboral, sino en el contexto local, regional y nacional en donde se desenvuelven? ¿Qué tipo de formación reciben los maestros en las universidades venezolanas? ¿Cuál es la propuesta que en materia educativa ofrece el Estado venezolano y qué estrategias ha venido empleando éste para hacerla factible a mediano y largo plazo?
Sin pretender lesionar el gremio al cual pertenezco, debemos admitir que el común denominador de los maestros venezolanos, son individuos con muy poca formación académica y con escasas habilidades y competencias pedagógicas.
Poco conocedor de su contexto geohistórico, el maestro venezolano se inhabilita para el trabajo comunitario y no ejerce siquiera la defensa de sus propios intereses gremiales, cifrando sus expectativas en la firma leonina de convenciones colectivas que en nada mejoran sus condiciones socio-económicas y culturales. En este punto habría que preguntarse qué papel le asigna la sociedad venezolana al ejercicio docente, y concluir, con Althusser que nuestro educador es un agente – a veces inconsciente – que reproduce el sistema de dominación característico de nuestro sistema político. Su ritmo acelerado de trabajo y de “profesionalización” o “especialización”, le impide participar en actividades comunitarias que puedan mejorar el desempeño de sus discípulos. No lee, ni escribe. Tampoco le gusta la “política” e ignora flagrantemente la realidad en donde se encuentran inmersos sus estudiantes. Alega no poder cambiar el núcleo familiar, al que responsabiliza de todos los males que flagelan a los niños y a los adolescentes. Preso en el consumo, la propaganda y la influencia letal de los medios de comunicación, el maestro venezolano dista mucho de poseer una visión integral de los fenómenos humanos.
Las instituciones universitarias encargadas de la formación de docentes, por otra parte, se han convertido en administradoras de títulos. La aprobación de un creditaje, la presentación de informes o tesis de grados, certifican la adquisición de competencias. Se estudia para mejorar la remuneración salarial, pero los postgrados, especializaciones, diplomados y doctorados, no redundan en un mejor desempeño laboral. Por el contrario, el estudio genera desarraigo con el entorno escolar. La universidad no cambia actitudes, no sensibiliza ni genera valores.
Frente a este panorama nada halagador, el Estado venezolano sostiene la tesis del Estado Docente y promueve un cambio en el actual Sistema Educativo, el Sistema Educativo Bolivariano. El año escolar 2006 -2007 contempla la consideración de todas las escuelas y liceos, como bolivarianos.
Es así como la educación bolivariana intenta resolver a través de las misiones, la deuda social, y crea un modelo de equilibrio en la atención del ser social a partir de una escala temporal de los niveles por períodos de vida, tomando en consideración las diferencias individuales y las características geohistóricas del desarrollo humano.
Pero… ¿En qué radica la diferencia? ¿Podemos hablar de una educación transformadora y revolucionaria, en el marco de una sociedad consumista y competitiva? ¿Vino nuevo en odres viejas? ¿Pueden realmente las instituciones ministeriales, zonales o distritales promover procesos de transformación en las escuelas y liceos? Y sobre todo… ¿Pueden los educadores actuales superar su cultura grupal, sus actuales pautas de interacción y de relación, para auspiciar las premisas inscritas en la formación con énfasis en el saber, el hacer y el convivir?
La experiencia, hasta los momentos, es desesperanzadora.
Las instituciones, a través de sus funcionarios, perpetúan la cultura que queremos transformar. Desde los distritos escolares y zonas educativas por ejemplo, un grupo de “trepadores”, sin ninguna formación política ni ideológica, se hace portador de un discurso de cambio, baja recetas para construir “proyectos”, arma “exposiciones”, “encuentros”… verdaderos show en donde reedita la vieja práctica del “cumplo” y “miento”. Discursos falsos, pronunciados por “revolucionarios de fachada” - asiduos visitantes de Mc Donald’s – que otorgan puestos a familiares y amigos, en una eterna atmósfera de “festín adeco”…
Indudablemente, no es desde las instituciones que pueden propiciarse los verdaderos cambios que lograrán el advenimiento de una nueva sensibilidad educativa. Pienso, particularmente, que nuestro líder removió el mítico espíritu de los pueblos por reencontrarse con su esencia primigenia, pero han sido sistemáticos y continuos los procesos de enajenación lanzados sobre nuestra nación. Escaladas que han diezmado incluso a gran parte de la “dirigencia oficialista”, grupos que reproducen tristemente la cultura de neocolonización y dominación que queremos desechar.
El camino no es fácil, pues supone procesos radicales de análisis crítico y de toma de decisiones. El Presidente nos aligeró el sendero, ofreciéndonos la oportunidad de caracterizar el tipo de educación que necesitamos en el marco de nuestra Constitución Nacional. No obstante, serán las comunidades organizadas las que podrán marcar el ritmo de cambio de cada contexto escolar. La transformación sólo es posible por el apremio y la necesidad de los pueblos por mejorar sus condiciones, y mientras creamos que los “profesionales de la educación” poseen el “conocimiento” y no les ayudemos para que “reconozcan” las verdaderas dimensiones humanas de la sociedad, produciendo el “conocimiento necesario”, de poco servirán postulados filosóficos y formatos de proyectos.
La nueva educación viene precedida del hombre nuevo, y este sólo surgirá cuando el sistema productivo de los pueblos se fundamente en la equidad y la justicia.