Lo peor de un mal periodista es que sabe que miente. Apenas atrapa la verdad, la transforma en embuste y enseguida, entrompa contra el pueblo, a cambio de dinero.
Ningún periodista tiene ante sí, la verdad completa, sino, una parte de ella y eso le impide ver el todo; entonces, es comprensible que hayan matices con respecto a una misma noticia.
Si la diferencia entre un periodista y otro, es abismal, respecto a un mismo hecho informativo, eso confunde al pueblo; en cambio, si las diferencias son tolerables, la noticia es creíble.
Una lucha a muerte entre la verdad y el embuste, lo que ocasiona es una confrontación inútil que por tal, perjudica a todos. A quienes mienten, porque se deja ver la silueta de su conciencia prisionera y a quienes dicen la verdad porque tienen que gastar energías, innecesariamente.
A todas éstas, valga una reflexión sencilla, ¿si el oficio es decir la verdad, por qué miente el periodista?
Tal vez sea porque ese periodista es producto de un currículo mal diseñado, aplicado por décadas en las escuelas de periodismo, y donde no se le ha inculcado la importancia de la ética periodística en el desempeño de su actividad.
Quizá se pudiese correr la arruga hacia la enseñanza de bachiller o acaso, en la primaria pero, en cualesquiera casos, se plantean dos alternativas muy definidas: corregir al embustero o corregir el currículo.
A menos que sea un sacerdote, donde el currículo se basa en dogmas de fe inmodificables, hay que asumir una de dos o, ambas.
Puede ser que algunos periodistas se crean portadores de la verdad y mientan por error o por ignorancia pero, ese no debe ser su papel. Pero, por otra parte, quienes mienten en forma deliberada, son los peores.
Para ser específico, yo me pregunto si el “Matacuras”-por caso-habrá tenido alguna vez en su cabeza, una idea decente ya que mientras la sociedad se abre, éste es el tipo de periodista que se cierra al embuste como a un dogma, es decir, que se aferra al arte de mentir como quien se aferra a una medalla olímpica y pretende –cínicamente- que el pueblo le crea.
¿Qué puede esperarse de un tipo así?
El verdadero periodista no debe ser alguien que sólo lee noticias. Debe haber dignidad para plantársele al editor y decir: “¡Yo no leo ese embuste, y si quiere, bóteme!”.
El conocimiento del pueblo es como un árbol azotado por un vendaval pero que resiste y resiste y, cuando pasa un poco la tempestad, se yergue.
Es que el pueblo es flexible pero, dispone un límite parta todo periodista que sobrepase lo tolerable. Eso debe saberlo el “Matacura”
Y todos los periodistas embusteros.
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