La educación,
suele decirse, es una herramienta para la liberación. Afirmación discutible:
puede serlo, pero hay que ver en qué
contexto. También puede ser –y de hecho es lo que más sucede–
un instrumento al servicio de la dominación por parte de los grupos
hegemónicos. ¿Cómo transformarla en liberadora?
¿Es posible ello? ¿De qué manera? Para ahondar en estos temas Argenpress
dialogó, a través de su corresponsal para Centroamérica, Marcelo
Colussi, con un profundo conocedor de
estas cuestiones: el pedagogo guatemalteco
Carlos Aldana. El es maestro de educación primaria, licenciado en Pedagogía
y Ciencias de la Educación por la Universidad San Carlos de Guatemala.
Tiene una maestría en Pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma
de México y un Doctorado en Educación en la Universidad La Salle,
Costa Rica-Guatemala. Ha sido consultor de UNESCO para temas educativos
y Viceministro Técnico de Educación con el actual gobierno de Guatemala,
cargo al que recientemente renunció. Docente universitario desde hace
25 años, comprometido con la educación popular desde su trabajo cotidiano
con jóvenes, movimiento campesino e indígenas, es autor de numerosos
libros de pedagogía, filosofía y derechos humanos, gozando de un enorme
prestigio como teórico de la educación al igual que como incansable
luchador social en su país.
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Argenpress:
Suele decirse que la educación es la clave del desarrollo, el motor
del progreso de la humanidad, y se pone como ejemplo la diferencia entre
el Norte próspero (donde cada vez crece más la población con acceso
a la educación formal, incluso con un alto porcentaje de maestrías
y doctorados) y el Sur empobrecido (todavía con muy altas tasas de
analfabetismo). ¿Es la educación realmente la clave de esa diferencia?
Carlos Aldana: Creo que ahí hay mucho de mito. Malintencionadamente se nos ha venido diciendo que la educación es la clave del desarrollo, pero en todo caso la cosa es al revés: el desarrollo es la clave de la educación. Es decir: el desarrollo genera condiciones diversas (presupuestarias, políticas, sociales, culturales, infraestructurales, etc.) que permiten el desarrollo del sistema educativo, permiten que la educación se amplíe, se cualifique. Esto es importante recalcarlo porque hay que ponerle atención al hecho de cómo los sectores dominantes de nuestros países latinoamericanos, de un tiempo para acá dieron un vuelco en este aspecto y desde el silencio que había sobre el tema educativo, de repente empiezan a demostrar un interés renovado, a tener centros de investigación, centros académicos, a meterse a las estructuras de poderes públicos, a tener un discurso fuerte en los medios de comunicación sobre estos asuntos, a invertir en proyectos y en programas de educación. Es decir: es muy sintomático que el poder económico de pronto presente este cambio en su discurso y comience a decir que la educación es fundamental para el desarrollo cuando ellos son justamente los causantes de nuestro subdesarrollo histórico. Que en países subdesarrollados como los nuestros, en América Latina, se diga que por culpa del analfabetismo estamos como estamos me parece que es una falta de respeto a la inteligencia de toda la sociedad. Es al revés: por culpa de ese subdesarrollo histórico debido a los poderes hegemónicos, es por ese modelo de sociedad tan excluyente y elitista, que tenemos esas enormes masas de población sin alfabetización. Ahora el discurso pareciera ser que si educamos mucho a la población vamos a tener inmediatamente desarrollo. Pero ¿por qué no hacer esas inversiones en generar más fuentes de trabajo, en propiciar un desarrollo económico que dé más posibilidades a todas y todos para ampliar sus horizontes?
Este nuevo
mito de la educación como generadora del desarrollo es algo que se
viene imponiendo desde hace algún tiempo, incluso en los organismos
internacionales, y ello ya ha pasado a ser una frase hecha en distintos
medios. Es importante aquí recordar que Paulo Freire decía que la
educación no es la palanca del desarrollo, pero el desarrollo no se
puede hacer sin educación. Esa relación dialéctica es mucho más
completa para entender el fenómeno en juego. Por supuesto que la educación
es importante, vital, de eso no hay dudas; pero la educación sola,
por sí misma, no es fuente de desarrollo. Es un proceso mucho más
complejo donde todo va de la mano, el crecimiento económico y mejores
condiciones de vida de la población junto con la educación. Para entender
la situación de Guatemala o cualquiera de los países de América Latina,
tanto en el ámbito educativo como en su situación social en general,
hay que hablar no tanto de la pobreza sino del empobrecimiento. La “opción
por los pobres” en realidad es una opción por los empobrecidos. Cuando
hablamos de esto no estamos pensando sólo en la gente pobre sino en
las estructuras económico-políticas y sociales excluyentes que han
empobrecido a la población, que no le han permitido crecer. Y en todo
caso, la educación a la que pueden acceder esos sectores siempre marginados
es algo que los reafirma en su condición de excluidos. No es una educación
que los libere, sino que los reafirma en su calidad de excluidos.
Argenpress:
¿La educación libera u oprime entonces?
Grandes pedagogos como el venezolano Simón Rodríguez o el brasileño
Paulo Freire han tomado a la educación como una "práctica de
libertad". Pero si vemos la realidad cotidiana del
ámbito educativo, en cualquier nivel (primario, secundario, universitario),
parece tener más de represiva que de liberadora. Vez pasada, incluso,
dijiste en alguna otra entrevista que "la escuela es más aniquiladora
que formadora". ¿Cómo entender esta característica del hecho
educativo?
Carlos Aldana:
La escuela tradicional que ha surgido de sistemas educativos hechos
a la medida de los grupos dominantes es muy rígida en sus funciones,
es decir: educar a toda la masa trabajadora en función del proyecto
económico en juego, y por otro lado, desarrollar la función ideológica
que el poder le encomienda, por la que se convence a toda esa masa que
no hay más posibilidades más allá de las que hoy día existen; esos
son los principios fundamentales que la rigen. En ese sentido podemos
decir que la escuela lo que en realidad hace es preparar mano de obra
y preparar gente que esté feliz con ser mano de obra en las condiciones
actuales. Eso, sin dudas, no es desarrollo; eso es aniquilación. Eso
es entorpecimiento a la capacidad crítica del ser humano: no se prepara
para ser crítico sino para aceptar pasivamente. Es importante, y sumamente
justo por cierto, pelear el acceso a la escuela. Pero el derecho más
importante no es tanto el acceso sino la calidad de la educación. ¿Qué
educación me van a dar? Sobre eso no hay discusión. Los organismos
internacionales que viven hablando de la educación no discuten eso;
lo que quieren es tener estadísticas, números de acceso al sistema
educativo, números sobre la infraestructura, pero no se habla de lo
más importante, que es la clase de educación que está en juego. ¿En
función de qué proyecto está la educación sistemática? Eso es lo
que verdaderamente hay que discutir. La creatividad, la espontaneidad,
la libertad, todo eso se destruye muchísimo en la escuela. No se valora
el disenso, la capacidad de enfrentarse a lo establecido, la rebeldía.
Esa capacidad es lo que habría que aprovechar por encima de todas las
cosas, es un valor en bruto fabuloso. Pero la escuela aniquila la capacidad
de disenso, la rebeldía sana y productiva. ¿Cuál es el perfil de
un buen estudiante? El obediente, el tranquilo, el bien portado, calladito
y que no se mete con nadie. Pero nunca se pone como ejemplo de buen
estudiante el que vive oponiéndose al maestro, el que siempre tiene
algo nuevo que decir. ¿De qué habla eso? De la aniquilación, no sólo
de la espontaneidad y la creatividad sino de la capacidad de un pensamiento
crítico. Si eso uno lo lleva hasta las autoridades superiores del sistema
educativo, lo ve en toda su dimensión. Recientemente escribí un artículo
que se llama “Sin disenso, ¿qué somos?” donde trato de hacer ver
eso: hay autoridades educativas que son incapaces de poder valorar una
opinión contraria, una crítica. Y así funciona todo el sistema educativo:
nos viven aniquilando para que no pensemos. En un contexto como el nuestro,
donde se nos ha venido reprimiendo y silenciando desde hace siglos,
una escuela así, aniquiladora, es perfecta al funcionamiento del sistema.
La gran meta de los tecnócratas de la educación, de los ministerios
nacionales o de los organismos internacionales que se ocupan de estos
temas, es poder mostrar con números que todos los niños y niñas están
en el sistema escolar. Pero ¿en qué escuela? En una escuela que aniquila,
que genera gente sumisa, con poco o ningún pensamiento crítico. Por
eso creo que es preciso entender de otra manera el hecho educativo y
proponer otro tipo de escuela.
Argenpress:
Esa escuela “aniquiladora”, puesta al servicio del proyecto de las
clases hegemónicas, por supuesto que lo vivimos en el Sur. Pero también
en el Norte es así la situación,
¿verdad?
Carlos Aldana: Sí. Por eso creo que todos aquellos a quienes les interese el tema educativo, los educadores populares fundamentalmente, debemos empezar a tener bien claro si queremos tener esperanza en la educación para la transformación del mundo, que no hay que lanzar la mirada a la educación formal. Hay que desformalizar nuestra visión de la educación. En la agenda internacional predominante sobre la educación hay básicamente una concepción formal de ella. Se habla de educación y se piensa inmediatamente en el sistema formal. Se habla de educadores y se piensa automáticamente en los docentes dentro de un aula. Se piensa en los efectos de la educación y se piensa en los logros técnicos de los egresados del sistema formal, de los escolarizados. Pero en América Latina existen variadas, hermosas y profundas experiencias que nos demuestran que la educación está en todas partes: está en las calles, en los campos, en los sindicatos, está con los jóvenes, en distintas organizaciones de base de la sociedad civil. Todo eso hay que empezar a verlo con más fuerza, con más detenimiento. Y los académicos tenemos mucha responsabilidad en esto; en general hablamos de la educación formal. Pero la educación popular tiene muy poco espacio en la academia como objeto de estudio, en los centros de estudios superiores. Se investiga muy poco sobre educación popular y todo el acento está puesto en la educación formal. En ese sentido, los académicos le hacemos el juego al sistema. Y todo indica que para el futuro inmediato va a ser de menor impacto la educación formal que la educación informal y no formal. Quiero decir: la educación informal es aquella basada en los medios masivos de comunicación, y de la que hace uso el poder constituido. Mientras que la educación no formal queda como el campo de actuación de los sectores populares que se van organizando.
Hoy día existen
estudios serios que empiezan a poner en duda toda la capacidad educativa
de la familia, que es la puerta de entrada a la posterior formalización
Argenpress:
¿Qué es más importante: la ecuación formal o la informal? Los medios
masivos de comunicación hoy tienen tanta (¿o más?) importancia que
la escuela clásica en la creación de ciudadanía, de valores y tendencias,
de formas de pensar. ¿Dónde queda entonces la llamada "educación
popular" de la que se hablaba unas décadas atrás? Un planteamiento
progresista del campo educativo, ¿dónde debería poner más
énfasis?
Carlos Aldana:
Depende para qué nos planteamos la educación toma su importancia el
hecho de su pertenencia al sistema formal o el hecho de ser informal.
Hoy por hoy, para la creación de valores e ideología pareciera que
está empezando a ser más importante, a tener mayor impacto, la educación
informal. La educación formal es muy importante para acreditarse como
ciudadano, para poderse incorporar al mercado laboral, mientras que
la educación informal es la que da la posibilidad de entender el mundo
más cotidiano. Impacta más, pero no certifica como la educación formal.
De todos modos, en lo que toca a valores y creación de ciudadanía
los medios de comunicación tienen más impacto que la escuela tradicional.
La gran masa docente de la escuela formal no ha podido seguir el ritmo
del cambio tecnológico que impone la educación informal, por tanto
no está en condiciones de competir en su grado de impacto, en los efectos
que a la larga logra sobre el estudiantado. Y en general tampoco tiene
la posibilidad de generar una visión crítica sobre esos cambios ni
sobre la escuela tradicional, creando una propuesta nueva, liberadora.
En general, por diversos motivos, desde las autoridades hasta los maestros
hay una fuerte tendencia a una falta de compromiso, al conformismo,
a una visión no progresista, clásica y tradicional de las cosas. En
otros términos: podría decirse que hay mucho analfabetismo político.
Por eso la educación popular, que en las décadas del 60 y del 70 fue
crucial en América Latina para crear una alternativa a la educación
formal, toda una nueva pedagogía, y de hecho una nueva alternativa
político-social, hoy tiene posibilidades, no sólo en los sectores
populares por así decir clásicos (campesinos, indígenas) sino que
también podría incidir en la formación de docentes. Esa es una lucha
muy importante a desarrollar: ¿cómo hacemos para que en la formación
de docentes se pueda permear a los estudiantes de pedagogía, a los
futuros maestros, con esos valores de la educación popular, con una
visión crítica, conectada incluso a los nuevos paradigmas científicos?
Es importante tener en claro que se pueden, y se deben, aunar dos campos:
los nuevos paradigmas holísticos de las ciencias cuánticas, o de la
revolución biomolecular, con los planteamientos de la educación popular.
Educación popular no es sólo una metodología: es una visión política
de la pedagogía que sirve para crear conciencia de transformación
social en las personas. Conectar estos dos mundos es una maravillosa
y esperanzadora posibilidad que existe para el mundo académico. Y eso
es lo que yo trato de hacer en mi práctica del día a día.
Argenpress:
Desde la pedagogía popular, entonces:
¿cómo enfrentarnos a ese mundo tremendo que representa todo el campo
de los medios audiovisuales (televisión,
internet, videojuegos), que parece haber llegado para quedarse, desplazando
a todos, incluso a la escuela formal?
Carlos Aldana:
Los jóvenes de hoy se desenvuelven en un espacio que podemos llamar
sociovirtualidad. Todo su ámbito, su esquema de referencias, su vida
en definitiva, está constituido por elementos naturales, por factores
culturales y por elementos virtuales. Hasta hace pocos años, para un
joven (cualquiera de nosotros por ejemplo) los dos primeros campos eran
todo; siempre se estudiaba la naturaleza y la cultura, lo natural dado
y lo creado por la sociedad. Ahora entró en escena la virtualidad,
y hay que ponerle mucha atención. Eso existe, y va a seguir existiendo,
y cada vez habrá más virtualidad, en mayor cantidad y calidad. Por
eso un planteamiento de educación popular, de pedagogía alternativa
que mire hacia la transformación de lo humano, pasa por las dimensiones
de lo natural, de lo cultural, y también y necesariamente por esta
nueva dimensión de lo virtual. Hay que conocerla, para saber sus posibilidades
de daño pero también creativas. Es algo que no podemos desconocer
ni dejar de lado. Estamos saliendo de un mundo para entrar en un nuevo
mundo donde la virtualidad cuenta cada vez más, pero los problemas
históricos siguen estando; sigue habiendo pobreza, injusticia, exclusión,
racismo. Es una herramienta, sin dudas, no tenemos que dejarnos fascinar
por el campo de lo virtual; pero hay que saber utilizarla y sacarle
el máximo de provecho.
Argenpress:
Con los aires privatizadores que trajeron las políticas neoliberales
de capitalismo salvaje de estos últimos años, en todo el mundo la
educación va mercantilizándose cada vez más, en todos los niveles,
y las ofertas públicas van perdiendo terreno.
¿Qué hacer ante esto?
Carlos Aldana: No se va a poder privatizar lo no formal. No se van a poder privatizar las capacidades organizativas de los sectores populares, por eso es ahí donde hay que poner mucha energía. Hay quien dice que el día de hoy la educación popular no tiene sentido; pero creo que es cuando más sentido tiene. Hoy día hay una tremenda crisis del sistema financiero, y eso es de aprovechar desde el campo popular. Y hay una crisis estructural. No es que todo el sistema esté por caer, ni mucho menos, pero hay una crisis profunda que nos puede servir quizá para proponer nuevos modelos. Eso nos puede servir para poner en duda y abrir todas las críticas contra esos aires privatizadores que ahora nos agobian. En este momento creo que es básico acuerpar todo esfuerzo que vaya en defensa de la escuela pública. Los mejores aires para la privatización de la educación pública parece que ya pasaron. Ahora, con la crisis que en este momento vive el sistema, está haciendo un poco de agua la ideología privatista. En este momento todo eso está contenido. No sé si está detenido, pero en estos momentos no está en crecimiento esa ideología, porque la crisis plantea otras prioridades. Esto es una tendencia internacional. De todos modos no hay que olvidar que en estos años recién pasados se ha privatizado ya muchísimo, en todos los niveles de la educación, pero queda todavía un resto que es el que hay que seguir defendiendo. En el caso de Guatemala hay datos increíbles: en los niveles de preprimaria y de educación secundaria, los servicios privados ocupan porcentajes enormes. Desconozco si esto es así también en otros países, pero aquí la privatización ha tenido un gran impacto. En el nivel de secundaria, por ejemplo, llegamos a un 77% de los alumnos en el sector privado. Esto es un enorme peligro: durante su juventud, en el momento de creación de ideología, de visiones del mundo, todo ese enorme porcentaje de alumnado está en instituciones privadas, lo cual marca toda una tendencia. Y eso es, justamente, lo que hay que revertir.
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