Pero hacer alumnos con esas características, implica entre otras cosas, desde el momento mismo que se inicia el aprendizaje formal, ponerlos en condiciones de elaborar sus conocimientos y respuestas a cuanta interrogante le asalte. No se trata de darles respuestas, conforme a una expectativa u otra, sino que sean ellos, confrontando con la realidad, los hechos, objetos, y hasta las pruebas documentales y las opiniones del colectivo, quienes arriben a sus conclusiones.
La escuela burguesa, o mejor la escuela de las clases dominantes, ha puesto y pone énfasis, para ellos se vale de distintos mecanismos, para sembrar a los descendientes de aquellas y a los dominados, sus conceptos, apreciaciones, evaluaciones y en fin de cuenta, todos sus valores. Por eso, la escuela ha sido repetitiva, caletrera y alienante. Las prácticas del comprender están destinadas a intentar racionalizar en la cabeza de los estudiantes, hasta lo que le es ajeno. Y para eso, pese a que en algunos casos encontremos en los programas objetivos inteligentes, bien diseñados y que hasta permiten trabajar críticamente, los textos se encargan de poner límites al docente y alumno.
Unos años atrás, el diario "El Nacional" recogió algunas de las conclusiones del Centro de Investigaciones "Tebas", de la UCV, sobre un estudio hecho acerca de los textos que más se utilizaban en la escuela venezolana.
En esas conclusiones se hicieron graves afirmaciones contra los textos, relativas a deficiencias en el lenguaje, frecuentes disparates gramaticales, pobreza conceptual y pedagógica. Incluso se señaló, con sobrada razón, que aportaban conocimientos sin ninguna utilidad y "más bien abstractos y desconectados de la realidad". "Tebas" habló de un texto deseable y le asignó perfil que incluye, entre otras características, "una elevada calidad de impresión que facilite la comprensión de los contenidos expresados".
Además, el grupo investigador de la UCV, mencionó la entrega sensual y placentera del docente al texto escolar. Dijo "Tebas", que aquel asume la personalidad del libro. Es decir, se desdobla y somete a la dictadura del texto, a sus formas y contenidos y, por su intermedio, domestica y aliena al educando.
La verdad es que "Tebas", después de analizar - según dijo - mil 620 textos escolares de Educación Básica, no aportó nada nuevo, si juzgamos por lo expuesto en la prensa. Es decir, nada es diferente a lo que muchos educadores ya sabíamos y se ha dicho repetidamente.
Y eso permanece intacto en la educación venezolana y forma parte de las cosas que el actual gobierno y su política educativa intenta modificar.
Habría que agregar, para una cabal comprensión del problema y su magnitud, que hasta ahora, las editoriales que imprimen los textos pertenecen al capital privado. Los redactores, partiendo de las definiciones generales de los programas, elaboran aquellos con los contenidos específicos y las estrategias inherentes a su percepción de los intereses del aprendizaje. Unos y otros, autores y editoriales, generalmente salidos del viejo mundo, bien se entienden y saben cuánto se necesitan.
Pero "Tebas" se excedió en sus acusaciones contra los docentes; pues si bien es verdad parte de lo que afirma, lo central del problema que estudió está en la existencia de unos instrumentos estereotipados y obsoletos que de ñapa tienen el aval del ministerio respectivo. Las deficiencias del docente es harina de otro costal. Y eso, dicho antes, fue verdad y sigue siéndolo en gran medida.
Hace años ya, en un encuentro nacional de docentes de Ciencias Sociales, planteamos mediante ponencia escrita esta cuestión y propusimos una revisión a fondo de los textos y hasta el desecho de los mismos. En este caso nos referíamos a los que estaban en uso.
En el caso de la Escuela Básica y específicamente en el campo de las Ciencias Sociales, los textos que el Ministerio de Educación ha aprobado están diseñados más para el embrutecimiento que para el aprendizaje. Por eso, le declaramos la guerra al texto vigente, entendiendo como tal, al libro que por años se ha utilizado en las escuelas y que de una vez le presenta al niño respuestas y soluciones a problemas que nunca llega a conocer cabalmente. Este texto tiene la curiosa idea, según la cual, las soluciones existen pero el problema no. Hay causas y consecuencias que los niños y adolescentes deben conocer de problemas inexistentes o por lo menos, cuyas esencias le presenta inaccesibles. Es un libro que habla por todos y más parece un oráculo. Habla por el maestro y por el alumno. Todo lo responde dentro de la conceptualización del autor; no estimula la libre intervención del niño. No le deja espacio ni oportunidad para reflexionar, elaborar respuestas y verterlas en sus formas expresivas.
Por eso, las sugerencias de "Tebas" no agotaron el asunto. Es verdad que sería ideal disponer de textos con gráficas de calidad, pero más importante es que ellos sean pertinentes. Y esto significa que más que presentar contenidos comprensibles, como dijo "Tebas", lo esencial es un libro que aporte contenidos y estrategias metodológicas para que el educando elabore sus propias respuestas. No se puede olvidar la sentencia de Confucio, según la cual, lo sano no es darle un pescado a un indigente, si no enseñarlo a pescar.
Aprender es aprehender; alcanzar la aptitud de dar respuestas a los asuntos a los cuales abordamos. Intentar instalar respuestas previamente elaboradas y por otros, en la cabeza del educando, hágalo quien lo haga, eso es alienar.
Finalmente, como "Tebas" insistió mucho en conocimiento, es bueno afirmar que se le olvidó que el texto deseable debe contribuir al desarrollo de habilidades y destrezas necesarias para el crecimiento individual y progreso colectivo.
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