El maestro margariteño, comenzó a batirse en este país por el derecho irrenunciable del Estado a conducir el proceso educativo de conformidad a los principios de igualdad, justicia y democracia, desde los tiempos del año 1936. En esa conquista, aquel insigne maestro tuvo significativa participación.
En infinidad de jornadas de educadores defendió con firmeza aquella prerrogativa del Estado, destinada a formar niños y jóvenes dentro del espíritu impregnado de bondad y solidaridad. Para él, no podía haber una educación de castas ni de clases dominantes, que impusiese en escuelas valores de explotación, sujeción, individualismo y convirtiese a venezolanos en seres antihistóricos, a pobres en desclasados y todos sin sentido soberano y nacionalista.
Los valores y fines sociales a aprenderse en la escuela, repitió toda su vida, especialmente dentro del aula, debían ser los mismos para todos los venezolanos y en consecuencia, en el sistema educativo formal, la programación, currículo, objetivos, etc., serían diseñados y conducidos por el Estado. La escuela privada, que sigue inalterable y hasta respetada, como lo ha ratificado la nueva Ley, prestaría el servicio bajo la conducción y supervisión de aquel. Y eso, lo defendió nuestro amigo con celo.
Pero Chávez, volvió locos unos cuantos; su nombre y forma nueva de hacer política les hace delirar y que lo antes pensaron principios generosos y progresistas, como lo del Estado Docente, ahora les parezcan deleznables.
Desde el mismo momento que Chávez apareció de candidato a presidente, mi amigo intentó acercarse, fue algo natural. Aquello no condujo a nada. Uno no sabe si quiso incorporarse al estilo de las viejas prácticas o fue objeto de trabas de alguien quien se creyó con potestad para negar indulgencias. Por eso se mantuvo alejado y en actitud observadora. Cuando vio pasar un tren dónde creyó debía embarcarse, lo abordó con determinación.
Veía alejada su oportunidad de jugar el mismo rol de antes, mantenerse en el círculo de actores, aunque fuese en el reparto de segunda.
De repente aparece entre los grupos que se oponen a Chávez. Luchar contra él se le volvió obsesión y razón de ser; sólo que con extremada insensatez.
Su actitud obedece al sólo deseo de llevarle la contraria la presidente. “Di tu primero”, parece decirle a éste, “para decir lo contrario”.
Solamente se opone como fiera. Y en esta actitud, ha lanzado por la borda principios y creencias que antes atesoró y por lo que se jugó la vida, únicamente porque Chávez los enarbola y promueve.
Tanto es eso así que, Leopoldo Puchi, un dirigente opuesto a Chávez, les critica diciendo que han llegado a “oponerse con argumentos retrógrados a la Ley de Educación”, lo que “no es una causa justa”. (1)
Ahora mi amigo, participa en actos contra principios democráticos y populares, por los cuales luchó toda su vida al lado del gran maestro margariteño.
¿Por qué ahora desdice de sus ancestrales creencias y asume banderas de viejos enemigos?
La explicación, para no darla uno mismo, sino en las palabras del propio Puchi, podría estar “en el peso avasallante que tiene la derecha extrema en la formulación del discurso de la oposición”. (2)
En una marcha triste pero violenta, quienes perdieron aquel combate y las banderas, desde la mitad del siglo diecinueve venezolano, contrarios al Estado Docente, van ahora acompañados de otros cadáveres ganadores de aquellas guerras, que en el camino perdieron los aperos, brújula, aliento juvenil y los trofeos.
No habiendo sido capaces, desde la oposición a Chávez, y en base a sus viejas luchas y creencias, de formular sus políticas, han optado por enarbolar las raídas banderas de la ultra derecha o de sus feroces enemigos históricos.