Pavlov tenía un perro al que le tocaba una campanita antes de servirle la comida. Tilín tilín, comida. Tilín tilín, comida. Tilín tilín, perro salivando, comida. Tilín tilín, perro babosísimo al son de las campanadas a pesar de que el maluco de Pavlov no le puso más comida. Algo parecido pasa con los pavitos manos blancas.
Y no es que quiera llamar perros a los estudiantes opositores, pero he notado que RCTV es su campanita de Pavlov. Miren que pueden pasar cosas terribles sin que los impávidos manos blancas parpadeen siquiera. Se pueden cometer terribles injusticias, puede derrumbarse el mundo frente a sus ojos y ellos ni pío. Pero que no le toquen la campana de un canal que nunca ven. Ahí sí se arman hasta de los dientes, con franelas curiosamente rojas, con piedras, palos y blackberries; banderas de luto, volteadas, siete estrellas; morrales, cantimploras y pañuelos a juego… y se lanzan a la calle desnudos de ideas.
Y ahí están otra vez, igual que en 2007: jóvenes marchitos con una severa tendencia al retroceso, niños malcriados convertidos en voceros sin argumentos de un pueblo que al desconocen, desprecian y temen. Entonces la piedras, los palos, las caras de yo no fui cuando los pilla una cámara, y cual top models de las revoluciones de colores regalan poses dramáticas, que ya vimos en naranja, verde, blanco, envueltas de un caos que ellos mismo generaron, pero que allá, en una primera plana europea, no quedará lugar a dudas que esos niños lindos no merecen sufrir tanto.
Salivan nuestros estudiantes pavlovianos sin saber que detrás de esa campanita hay otros intereses, que el problema no es RCTV, que hay mucho más en medio: Es la Bolivariana de Seguros y todas esa ganancias, comisiones y chanchullos que ya no serán, es Comerso y la manía de desenmascarar especuladores. Son los bancos del estado. Es Barrio Adentro. Es que el pueblo se educa y no se deja explotar. Es que la justicia social no es lucrativa. Es la rabia de los cuatro gatos que florecían sobre la miseria de muchos, y la frustración de quienes esperaban calzar los poderosos zapatos de papá.
Tilín tilín...
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